Caminando bajo la lluvia y la luna como envuelta en un tifón terminal en la ciudad desquiciada y moribunda vi que esta noche contenía el día y que en ella se abría una ventana al Antimundo: para que un libro sea escrito es necesario que un hombre muera y que ese libro sea destruido por el propio autor.
Los nombres de ese libro mataban a los seres y de ahí nacía un código-virus de autocreación que sobrevivía a su destrucción y era el primer paso de otro en el Antimundo.


Grow a Lover de Mercedes Alvarez es uno de los relatos más punzantes que leí en este último tiempo. Su ironía es tan aguda que se deja leer con un raro encanto. Llama al tratado más que al paper, todas las palabras se pueden decir se atragantan en la boca precisamente porque es desaxficiante. Alvarez capta algo en una zona de exclusión- trasmisión colonizada por la estructura de dobles de dobles. El sujeto, fulano o mengano, parece existir pero ni bien tiene que asumir su palabra se disuelve como si desconociera la muerte y el duelo. Está demasiado vivo por querer haberse ahorrado dos o tres muertes de las que ni está enterado. Grow a Lover tiene todas esas cualidades pero su singularidad es que es radicalmente diferente a la lógica de los dobles de dobles. Su existencia está hecha de lecturas que hizo la autora, es la encarnación de las mismas que traen consigo fantasías nunca realizadas en la infancia y que ahora están al alcance de la mano. El muñeco es la alegoría de una vida a prueba de dobles, insoportable e insostenible para una cultura que anda en búsqueda del doble Salvador, cuanto peor mejor. A diferencia del de Dostoievsky y sus sucesores que le demuestran al original que ellos son el primero de la serie y condenan todo lo que hace, Grow a Lover no se mete con el ser del otro y sólo dialoga con el personaje sino que se convierte en un amante más que considerable que no demada nada y parece poder jugar sin explicar de los deseos y de la existencia del Otro, término que alude a todo lo que nos es ajeno.
El muñeco le permite a la narradora jugar con las fantasías hasta cierto punto: se niega a representar la del fauno y la campesina tal vez temiendo que ella quiere feminizarlo alegando unas piedritas pero accede a la de la sirena y del pescador: “ Visto que no pudimos concretar mi fantasía del fauno y la campesina, le sugería a Grow a Lover algo que resultaba muy adecuado a su condición en medio de ese calor infernal: buscar el cauce del arroyo y representar otra escena que también tenía su encanto: la de la sirena y el pescador. A Grow a Lover le divirtió la idea, porque le parecía mucho más fácil vestirse de pescador que de fauno, y también porque durante esas visitas al campo el sol lo encogía un par de centímetros, de manera que le venía bien tirarse un rato al agua.” Hasta la hilarante comicidad del relato es extra-dobles.
En esa trama de puro entre dos sin moro en la costa ni tercero que crear- tener hijos- sin pacto ni contrato, la única agenda es la invención. Es el amante ideal y que no pueda penetrarla pasa a segundo plano. El muñeco que resiste a feminizarse comienza a humanizarse, deja de leer tentado por la Sociedad, el mundo, el afuera, la narradora trata de decirle que ya lo están, que es ilusoria esa frontera pero resulta inútil. Dobla ahí a lo femenino mismo, a la mujer que cuando las cosas “marchan sospechosamente bien” decide comenzar a vivir como pagando una deuda arcaica con su madre… también él pese a ser de goma resulta maternizado- qué pasará con otros, mamita!- y va a en busca de otro que no existe y se va desinflando de él mismo de a poco.
Aquí reside lo punzante del relato: el Otro no sólo existe sino que viene a la cama borrando muchas páginas mal escritas o apenas esbozadas…que el final se lo cuente quien se atreva a leerlo y agradezca a Mercedes Alvarez por esta inesperada genialidad.