viernes, 12 de abril de 2013

La guerra de los Seis Días. Por Julián Schivindelerman


En seis días de 1967, Israel logró repeler un inminente ataque árabe como el que había padecido en 1948. Hoy día, los árabes siguen centrados en esta último fecha, pero el resto del planeta suele atender más a aquélla, ya que suele ponerse el énfasis en la ocupación israelí de territorio árabe en vez de en el rechazo árabe a la existencia de Israel.

Los orígenes de esta guerra hay que buscarlos en una sumatoria de acontecimientos que fueron creando en Israel un clima de tensión y psicosis. Para dar un ejemplo: en 1966, los sirios intentaron desviar el cauce del río Jordán, de modo que Israel quedara privado de una de sus fuentes principales de agua para consumo doméstico e irrigación de terrenos agrícolas. Por entonces, el dictador sirio, Hafez Assad, proclamaba que jamás pediría o aceptaría la paz con Israel, en tanto su jefe del Estado Mayor anunciaba que el Ejército que comandaba no estaría contento con nada que no fuera la destrucción del Estado judío.

A principios de 1967 Siria hostigó a Israel con prácticas terroristas, e incluso hubo enfrentamientos entre los ejércitos de ambos países. Para el mes de mayo, Egipto empezó a firmar pactos militares con Jordania e Irak, que se unían a los que ya tenía con Siria. A todo esto, los vecinos de Israel empezaron a movilizar tropas hacia las fronteras con el Estado judío. En el mismo mayo, El Cairo pidió a las fuerzas de la ONU que custodiaban la raya entre Egipto e Israel que se retiraran, petición que fue aceptada inmediatamente por el secretario internacional de dicha organización, el birmano U Thant. Cuando éste acudió al país árabe para reunirse con Nasser, los egipcios ya habían cerrado el golfo de Aqaba a la navegación israelí –y a la del resto de los países–, lo cual era, como ya vimos en otra entrega de esta serie, un claro casus belli.

En vísperas de la guerra, las fuerzas árabes habían logrado reunir en torno a 550.000 soldados, 2.500 tanques y casi mil aviones. Por lo que hace a Israel, disponía de 260.000 soldados, 800 tanques y 300 aviones de combate. La diferencia, pues, era bastante importante.

Los soviéticos se alinearon con el bando árabe y pusieron en marcha su maquinaria propagandística. Así, advirtieron de que Israel estaba movilizando tropas hacia la frontera siria, lo cual fue rotundamente desmentido por los israelíes, cuya versión fue confirmada por la Organización de las Naciones Unidas. No obstante, la añagaza soviética hizo las veces de catalizador del conflicto, dada la confianza que los árabes tenían por aquel entonces en Moscú.

Ante la inminencia de un ataque árabe similar al de 1948, el 5 de junio Israel lanzó un ataque preventivo: en las primeras 16 horas de la guerra, los árabes perdieron 400 aviones (por 19 los israelíes). La superioridad aérea de Israel fue crucial en el desarrollo del conflicto. Egipto acabó perdiendo 1.500 hombres, Siria 1.000, Jordania 6.000 e Israel 700. Los árabes jamás dieron cifras ni estimaciones: las anteriores las debemos a los historiadores.

Una de las principales consecuencias de la guerra fue que Israel amplió considerablemente su área geográfica: pasaron a sus manos Judea y Samaria, la franja de Gaza, los Altos del Golán, la península del Sinaí y Jerusalem Oriental: todos estos territorios –salvo el Sinaí, que volvió a manos egipcias tras la firma de los Acuerdos de Camp David– siguen siendo objeto de disputa entre Israel y las contrapartes correspondientes.

Esa ampliación geográfica implicó otra de orden demográfico: Israel pasó a gobernar sobre un millón de árabes, los palestinos, bastantes más que los por entonces 400.000 árabe-israelíes.

En el terreno diplomático y de la opinión pública, la de los Seis Días fue la guerra que se considera modificó la percepción de Israel como un pequeño David asediado: desde entonces pasó a ser visto como un Goliat ocupador. La URSS y sus satélites cortaron lazos con el Estado judío, y en Europa las cosas también empiezan a cambiar: Francia decretó un embargo de armas a Israel, y su presidente, el general De Gaulle, se despachó con una frase que describía al pueblo judío como orgulloso y dominador. Como contrapartida, Israel consolidó su relación con Estados Unidos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Dejá tu opinión aquí