jueves, 4 de abril de 2013

Torturadores torturados. Por Luis Thonis



 
Torturadores torturados
Los torturadores del nuevo sistema estaban torturados por las nuevas leyes draconianas. Las leyes ordenaban que la sonrisa no debía abandonar nunca el rostro del torturado. Del mismo modo que Sade se oponía con firmeza a la pena de muerte porque separaba al sujeto del placer ellos querían que el condenado fuera en todo momento feliz.
Hubo un tiempo en que un escritor oscuro imaginó una máquina que marcaba los cuerpos como ganado para que pertenecieran al amo. Era una metáfora olvidada. Los escritores habían desaparecido, algunos trataron de encadenarse a sus computadoras con cadenas para arrancarle una palabra a la nada pero sobre la página sólo aparecía una hiperbólica sonrisa. ¿Tendría algo que ver eso con que los tímpanos les eran amputados a los niños ni bien nacieran para conformarlos a la medida de la propaganda oficial?
Escribir ya no era necesario, luego de la Revolución de la sonrisa permanente: ahora las víctimas,
convencidas de la necesidad del tormento, golpeaban a la puerta de las salas de tortura que poco a poco iban reemplazando a los hospitales públicos.
Hacían cola, como anotándose para un sauna gratuito y a veces había incidentes entre ellos por ocupar los lugares.
Era comprensible: querían mejorar su calidad de vida y ser mejores personas. Pero esta imagen conmovedora de los fans de la sonrisa que día y noche aparecía en la tele se nublaba cuando el prisionero entraba en la sala de tortura y su rostro comenzaba a ser invadido por un agarrate catalina.
Las cosquillas estaban prohibidas porque eso suponía que la sonrisa era fruto de una acción compulsiva, nada de eso, el condenado tenía que sonreír demostrando que ese nuevo sistema era la imagen y semejanza del libro albedrío y la felicidad. Quemar su carne o retorcer sus orejas con una tenaza contribuía a que el espanto ahuyentara más la posibilidad de que alguien sonriera con el esperado fuego de la juventud. Los torturadores a la noche tenían pesadillas que les hacían extraviar la sonrisa y pronto pasaron a   engrosar las filas de los torturados.
Nadie se atrevía ya a mostrar alguna clase de pena y declaraba a todo momento cuánto era feliz mostrando la limpieza de sus dientes. No había concursos de belleza sino de sonrisas que debían estar a la altura del glorioso estandarte nacional donde el sol había sido sustituido por la más virtuosa sonrisa. La carcajada era severamente penada por ser considerada ultrajante. Ya nadie se acordaba de ella, tampoco de las malas palabras que conspiraban contra la sonrisa. Se podía violar a alguien que lo aceptaba como algo cordial pero si algún trauma de infancia le hacía perder la sonrisa pasaba a engrosar por propia voluntad las filas de los que concurrían masivamente a las salas.
La tristeza reflejada en el rostro había sido declarada crimen contra la humanidad.
Los dirigentes estaban, sin embargo, cada vez más preocupados, si los torturados no sonreían la Revolución que hizo necesario eliminar la mitad de la población y todo lo que habían hecho por su pueblo no tendría sentido.
Se pensaban como apóstoles de una causa más que justa porque su primera preocupación, al contrario de siglos de mentira y demagogia, eran los más necesitados, los heroicos torturadores que arriesgando perder la sonrisa hacían posible la felicidad general.
 
Transfusión
Je préfererais ne pas t´avoir connu.
Todavia tengo la espalda recta pero ya preveo mi lugarcito en el infierno de los corcovados. Todos los días voy a enviarte un frasco con mi sangre para que te emborraches de mi. Sé que tu tendencia al romanticismo puede pensarme como un vampiro al revés y al beberla te digas en silencio je soufrrais tout au plus d´una vague arythmie. No. Es mi respuesta a la frase de Marivaux que representaste cuando eras casi una niña - llevo siempre tu foto de angelical jeune fille, la miro cuando me siento contra un muro. que dice que el amor se posa, vuela y se va y tomaste como una fórmula para vivir. A mi me paseaban de chico con un carrito, vestido de elegante gitano, con la leyenda "solterito y sin apuro" y las mujeres arrojaban su baba sobre mí. Está demás decir que con estos antecedentes nuestro encuentro fue equivalente a un estallido nuclear, las mismas sirenas dejaron de cantar su silencio.
Yo también ahora tengo mi fórmula: la transfusión que deja como a chorlitos los experimentos trans de las vanguardias.
Se trata de un experimento científico que habrá de desangrarme pero el amor es así: se puede tomar como un desmesurado acto de amor pero también de venganza porque ya vas a ver qué arritmia produce la sangre de un guerrero.
 
 
 

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