viernes, 27 de febrero de 2015

El rostro de la bailarina en láminas japonesas. Por Luis Thonis.



( Adaptación de Dodjoji de Yukio Mishima)
Para Lara Massone

(Lámina inicial : en la parte izquierda del local se encuentra un ropero de estilo occidental con bajorrelieves barrocos de grandes proporciones)
Soy el dueño de una casa de antigüedades. Mi trabajo es aparentemente monótono.  Acabo de aprender algo: la realidad está hecha más para las mujeres que para los hombres, aunque eso no me haya enseñado nada acerca de ellas sino aumentado un enigma que me persigue hasta el desvelo, por eso, apelo a mi deformación profesional y se los ofrezco a ustedes. Vender cosas antiguas no tiene nada que ver con facturar lavarropas o televisores. Pero se va pareciendo. Hoy hay menos compradores de espíritu noble que aman a los objetos por sus cualidades intrínsecas. Los clientes pertenecen a la clase de nuevos ricos que surgió con la posguerra, pocos saben de la buena madera y la caoba auténtica y no sería difícil venderles gato por liebre. Se lo tendrían merecido: ellos también engañan al comprar algo que dicen admirar cuando en realidad persiguen el mezquino propósito de hacerse notar ante los demás. Pero eso no es de mi incumbencia: en última instancia yo vivo de vender la poca belleza que queda sobre el mundo y es probable que lo reconozcan civilizaciones futuras. En el negocio tenía como pieza de gran valor un ropero inmenso que atrapaba todas las miradas. (Lámina que muestra seis compradores, tres hombres y tres mujeres con aspecto de nuevos ricos admirando el ropero). Era espacioso, podían guardarse mil vestidos y uno podía vestirse dentro del mismo, con una instalación de luz adentro. Pertenecía a una familia de la aristocracia japonesa que entró en decadencia y decidió venderlo. Tenía cuatro grandes espejos que producían vértigo a quien se encerrada adentro. Ese día los interesados eran seis, tres mujeres y tres hombres y todos eran nuevos ricos. Los seleccioné especialmente colocando un cartel en la puerta que decía Entrada Prohibida.
Vi que los clientes estaban fascinados. Quisieron saber la historia de un objeto tan caro y tan bello y los acomodé en sillas para que la oyeran. ( Lamina que muestra a los compradores sentados en torno al vendedor). Que dentro de él hubiera una cama de dos plazas deslumbró a los clientes. Creí que era el momento adecuado para proceder a rematarlo.
Las ofertas partieron de 50.000 yens, subieron a un millón, las mujeres perdieron un poco la medida,  quedaron al frente de la disputa, llegaron a ofertar 3.000.000 de yens cuando se escuchó una voz ruidosa que ofrecía tres mil  (Lámina : una joven levantando la mano grita ante los compradores sorprendidos)
Se hizo un silencio general y una muchacha joven y hermosa se presentó como Kiyoyo afirmando que era bailarína. Mis invitados eran exclusivos temiendo un papelón le recordé el cartel de la puerta y quise echarla pero el cliente A me pidió que la dejara hablar, intrigado del  por qué de esa oferta insólita que para mí era insolente. Otro elogió el oficio de bailarina mientras las mujeres murmuraban, tomando partido en contra Kiyoko por haber roto las reglas del remate. (Lámina que muestra a las mujeres indignadas comentado la presencia de la bailarina) Estaba a punto de llamar a la policía pero la muchacha se colocó frente al ropero diciendo que nada lo querría si supieran la historia del mueble.  De nuevo quise echarla pero los clientes hombres empezaron a sospechar que les ocultaba algo acerca de tan preciado objeto. Los nuevos ricos son infieles a los objetos ! Eso terminará con lo poco que queda de civilización ! Todo valdrá igual, será lo mismo ! Hace un momento estaban dispuestos a ofrecerlo todo y ahora comenzaban a sentirse estafados !
( Lamina : la bailarina está rodeada de los tres hombres. Las mujeres se muestran molestan, dos se cruzan de brazos)
Así la bailarina comenzó a contar la historia de la familia Sakurayama. La señora tenía un joven amante, Yasushi y tenía relaciones con él en el interior del ropero hasta que un día el marido, alertado por una serie de indicios, escuchando ruidos lujuriosos, sacó su revólver y lo descargó enteramente sobre el ropero.
(Lámina que muestra el hombre disparando alevosamente contra el ropero)
Los compradores recordaban haber leído el incidente en los diarios y ella les mostró las huellas de las balas en la puerta, disimuladas por madera del mismo color.
( Lámina que ilustra el hecho)
La muchacha remató la historia diciendo que ella no aceptaría el ropero ni regalado. Una cliente agradeció a Kiyoko por haberla salvado un objeto de segura mala suerte y se retiró mientras los tres clientes rodeaban la muchacha y le entregaban sus respectivas tarjetas. Dos de ellos la invitaron a cenar y otro a bailar como retribución del favor que les había hecho. Ella agradeció pero dijo que quería quedarse a hablar conmigo. Un cliente, de bigotes y ancha espalda, me amenazó si le  decía palabras groseras o recurría a la policía y le pidió a ella que lo llame por teléfono : era un hombre rico y de influencias, así que me callé la boca. Los otros dos se fueron resignados : se habían quedado sin ropero y sin cita con una joven tan bella.
( Lámina que ilustra esa escena)
Me quedé solo con ella que me confesó que el muchacho asesinado era su novio y nunca pudo entender cómo pudo abandonarla para convertirse en amante de una señora mucho mayor que él. Pensó que su amor lo había acorralado, pero también que su rostro que él a veces comparaba con el rumor del bosque, y asociaba al cielo húmedo luego de la lluvia y el brotar de los cerezos en flor era en el fondo horroroso. Eso explicaba que el joven había escapado de toda esa belleza para encerrarse en un mundo embadurnado de barniz con una mujer que casi era una vieja. Traté de no reírme ante ese rostro límpido, deslumbrante y le dije que el mundo estaba lleno de mujeres a quienes desespera su fealdad y la pérdida de la juventud y ella, que tenía esas dos cosas, quería algo imposible.
En ese momento, a pesar de mí, no puede contenerme y extendí mis manos hacia ella, que las rechazó asegurándome que estaba vieja y fea. Lo único que quería era destruir su rostro que atraía hombres que no le interesaban. Inútil tratar de  explicarle que sus sueños no se ajustaban a la lógica cuando me dijo que era posible que el resucitara. Para arrancarla de ese delirio me pregunté cuando me ofrecía por el ropero y repitió la oferta de 3000 yens. Quise regatear y fui bajándole el precio hasta llegar a 50.000 yens, el precio por el cual lo había comprado. No tenía esa suma y cuando vio que yo no iba a ceder saltó dentro del ropero y cerró sus puertas. ( Lámina que ilustra la escena) Maldije mi destino. Qué podía hacer yo ante un drama que me desbordaba ? En el ropero no se oía un solo ruido : sentí pavor al pensar en ese rostro reflejado en los cuatro espejos. Cuando se me cruzó que ella podía cometer un acto terrible sentí que golpeaban la puerta. Era el portero del departamento de la muchacha, me dijo que estaba preocupado porque ella había robado un frasco de ácido sulfúrico en la Farmacia y se fue corriendo. Iba a arrojarse el ácido en el rostro. Junto al portero comenzamos a gritar y golpear, quise derribar las puertas pero comprobamos que eran muy sólidas. ( Lámina que comenta la escena)
Estaba en silencio: ni un jadeo, ni un reproche o signo de vida. De pronto se oyó un grito desgarrador que nos dejó paralizados y vi que ella salía con su rostro intacto, serena y distante mientras el portero daba un largo suspiro de alivio. Acepté vendérselo a 3000 yens, diciéndole que se había dado el gusto. Entonces nos dijo ( cambio de voz, el dueño imita la voz de la bailarina): prendí la luz del ropero y me vi reflejada en cuatro espejos. (Lámina que exprese el momento :  versión alegórica y libre) El que reproducía mi cara era un espejo reflejado por otro que reflejaba mi cara y otro más y así infinitamente. Yo esperaba que su rostro surgiera entre esos miles de caras mías, pero se repetían hasta el fin de la tierra y del mar. Estaba a punto de echarme el ácido, pero en uno vi mi rostro desfigurado, quemado brutalmente, monstruoso...fue entonces que grité. No fue porque tuviera miedo. Comprendí que por inmensas que fueran mi furia hecha de dolor y de celos no podrían cambiar la cara de un ser humano. ( El dueño deja el discurso indirecto, hace una pausa) Afirmé con tono triunfante que había perdido su lucha contra la Naturaleza y dijo no, me he reconciliado con ella, miren como la primavera entra con su fragancia de cerezos en flor, los pinos de verde vigoroso se mecen al canto de los pájaros y el viento me hace percibir el olor del cuerpo de mi amado cuando estaba vivo.
No volví a preguntarle si iba o no a comprar el ropero informándole que se lo cedía por 50, no por 60.000 yens. Ella me dijo que ya no lo quería, que podía vendérselo a uno se sus millonarios. El portero, adoptando una actitud paternal, la invitó a volver al departamento. Ella se negó y sacó la tarjeta del cliente que pidió que lo llame por teléfono. El  portero dijo que la primavera es una estación peligrosa y acoté que a ella no le convenía tratar con esa clase de gente, que sería lastimada y destrozada, hasta que su corazón no sintiera más nada, o, peor, que ya no supiera que siente. Ella siempre nos respondió lo mismo: no importa, nadie podrá lastimarme en adelante porque nada podrá cambiar mi rostro. Al ropero pude venderlo a un precio todavía mayor. No es mi tarea extraer conclusiones filosóficas pero creo que a la verdad hay que mirarla de frente. Es un espejo roto que refleja miles de apariencias, entre ellas la mentira de querer igualarla mutilándose, destruyéndose.  Ella se fue hacia ese mundo, con el tipo rico, y tal vez haya hecho bien. Ni ella no yo estamos hechos para recorrer el peligroso camino de la verdad, que en realidad es un hilo muy fino, demasiado estrecho. Y no hablo de las verdades de profetas o sabios sino de ínfimas y pequeñas: pocos pueden mantener el equilibro, la mayoría se hace trizas el espinazo porque el mundo suele tratar de locos o volver demente a quien las dice.
Estoy seguro que vi ese rostro como ninguno de los hombres que van a amarla, lo vi con la fuerza de lo que nace por primera vez en el mundo, tuve ante mí un enigma que no quise o supe descifrar y ofrezco a ustedes por una ganga.
(Lámina: tema alegórico que ilustra el rostro de la bailarina y la actitud de sabia impotencia del dueño).

miércoles, 25 de febrero de 2015

Qué se quiere censurar en American Sniper. Por Luis Thonis





El senador Ives Pozzo di Borgo, de un partido político centrista en Francia, es decir, un partido ni ni, ha pedido al ministro de cine que se censure American Sniper. Lo que se quiere censurar va más allá de esta película realizada por uno de los mejores directores de cine de todos los tiempos  y cuyo realismo siempre tiende a la alegoría. La respuesta que le da la actriz Sylvia Bourdon es contundente, considera su actitud digna del colonialismo: “Si yo fuera musulmana lo llevaría ante los tribunales, porque me sentiría humillada por vuestra iniciativa que pone en exergo el hecho que no sería capaz de un juicio personal- porque yo soy musulmana”.
Santo Tomás criticaba a Mahoma porque, decía, hablaba para imbéciles. Siglos después se produce la misma escena: este senador dihimmi insulta a los musulmanes cultivados y capaces de un juicio propio. La voz del senador es planetaria: representa a un mundo de muertos vivientes que pasan por alto que si no fuera por Estados Unidos, más allá de su apoyo momentáneo a dictaduras en circunstancias extremas de la guerra fría, el mundo hoy sería un campo de concentración nazi o soviético y mañana puede serlo nazislamita con senadores como Pozzo de Borgo.

Quiere al parecer proteger a una juventud que ha sido idiotizada por décadas por Mao, el Che, Castro, Chávez y otros popeyes para hipezombies. Lo que se quiere censurar es la gran política- en términos de Nietzche- llevada a cabo por George Bush en todos los continentes contra el avance de los nazislamitas, estados canallas y dictaduras y que ha sido tan falsificada como exaltada la política de la gran dimisión del muslim Obama y que los kurdos y otros pueblos hoy padecen en carne propia. Los proges se interesan en lo que sucede en el mundo para repudiar a Estados Unidos e Israel. Lo que no encaja en el formato bienpensante no existe. Por eso viven en la irrealidad y se la pasan tragando un buzón tras otro y como CFK culminan en propagandistas del Hezbollah.

Claude Lévi Strauss en Tristes Trópicos se refiere a la guerra donde el combate con las armas se dobla en un combate en torno a los valores y se refiere a la Cruzada donde la Iglesia es vencida por Saladino como una doble derrota: es también vencida en el orden espiritual por haberse dejado arrastrar y haberse asemejado al Islam al luchar contra él. Pero las Cruzadas- hubo siete- sucedieron entre los años 1100 y 1200 y no existían los “derechos humanos”. El Estado Islámico hoy en vivo y en directo muestra de modo descarnado lo que los musulmanes hacían en esos tiempos. Léví Strauss tampoco parece no haber conocido a las guerras argentinas del siglo XIX donde la práctica del degüello era común a los bandos enfrentados. Pero el argumento sigue siendo válido: ¿a qué luchar contra un enemigo artero, cobarde y despreciable, que utiliza a su propia población, niños y mujeres como armas para terminar pareciéndose a él? La otra alternativa tampoco parece válida: todos los conquistadores son pacifistas, como dijo Clausewitz, lo único que quieren es que uno deponga las armas y se someta a ellos. Los que disfrutan de la paz y de la libertad en las sociedades abiertas olvidan que esto fue posible porque antes alguien luchó antes hasta dar la vida por ellas.  El relativismo cultural nos dice que todo es relativo y que cada cultura tiene sus hábitos y su tradición con lo cual suelen justificar las masacres de los nazislamitas. El mismo rasero no se aplica a occidente y es condenado incluso por defenderse en nombre de unos selectivos "derechos humanos".
La lógica de la jungla no es la misma que la de la ley escrita: confronta a la ley de la selva y la jungla sin ley. Los personajes de Eastwood, desde Harry el Sucio hasta Cris Kyle siguen la tradición del vaquero que en plena jungla tienen que inventar sobre la marcha para sobrevivir y como los personajes de la tragedia griega inventar la ley. En La Hora señalada, el personaje que representa Gary Cooper, salva a un pueblo de un grupo de asesinos a pesar de sí mismo. El vaquero es la antípoda del militante europeo que espera la orden del partido. Es el colmo del individualismo desde esa perspectiva. Pero cuando llega la hora esos hombres comunes se transforman en héroes a riesgo porque la jungla impera de transformarse también en asesinos.

El planteo de Eastwood y el guionista Jason Hall en esta lectura parece haber sido el siguiente: ganar la guerra contra el islam integrista no supone solamente una victoria de tipo militar sino no sucumbir a la “islamización” practicando sus propios métodos. En un pasado reciente esto sucedió en parte en Vietnam. Sidney Touati al referirse a la película recuerda que los Estados Unidos en Irak tomaron referencia a Israel que inició un nuevo standard, una nueva forma moral de entender lo militar y que le permitió ganar todas las guerras desde 1948. Fue atacado masivamente por los estados árabes- el pueblo palestino todavía no existía- cuando ocupaba menos del uno por ciento de sus territorios. Conjugó la excelencia militar con el respeto de los valores del judaísmo, los de la compasión y el respeto de la vida humana. Nunca olvido a uno de los jóvenes que fueron parte de Tsahal que me dijo: lo último que quisiera en mi vida es matar a un niño palestino, el problema es que a veces los ocultan en los blancos militares. 
Nunca un israelí ha puesto una bomba sobre un autobús palestino y esto nunca suele tenerse en cuenta. Los cientos de atentados sufridos se atenuaron con la construcción de un muro para que Israel sea acusado de apartheid. El llamado a que se prohíba la película encarna la voz de la progresía mundial que no quiere que se conozcan los valores que fundaron a Estados Unidos que según Eastwoord están vivos, incluso luego de la irrupción nefasta de Obama. El otro que existe una guerra de los mundos donde los nazislamitas son lo más palpable y que influye en los estados nación aparentemente alejados de ella. 
La Argentina es un ejemplo evidente: atentados aparte, el pacto con Irán no fue ajeno a la política y las presiones de Obama. Clint toma por asalto al Hollywodd oficial que trata para servir a la clientela planetaria en presentar a Estados Unidos como genocida. Incluso algunos argumentos se extraen de películas que nada tienen que ver con la historia para darles un formato correctamente político.   
Hollywood ha sido capturado por la Universidad norteamericana- humanidades-, la misma que da becas a intelectuales y escritores izquierdistas y le prohibió enseñar a Lorenzo García Vega. Es el nuevo tipo de Inquisición de nuestro tiempo. En los ochenta los progres la trasladaron a la Argentina y luego de la bibliografía que dieron no es casual que haya surgido el nacional populismo...

La guerra contra Saddam Hussein duró unas pocas semanas, el objetivo fue su guardia, no el pueblo iraquí, hubo unos tres mil muertos. Putin redujo a Grozni en ruinas para cazar unos cuantos terroristas e imponer una dictadura con una cifra que va de cien a doscientas mil además de asesinar a dos prestigiosas periodistas. Pero los progres del mundo vieron en Putin un gran hombre y en Bush a un genocida. La caída de Bagdad significó la liberación del sufrido pueblo kurdo, gaseado y asesinado por Saddam Hussein. También fue festejada en Teherán. El panarabismo de Saddan Hussein era el cuco de la región. No fue un festejo a favor de la paz ni a una futura y posible democracia. Jihadistas de todo el mundo fueron a combatir para imponer un Estado Islámico que finalmente se logró cuando se ganó la guerra y Obama prematuramente retiró las tropas e implícitamente se transformó en un líder solapado de la Jihad y destruyó lo que Bush logró pacientemente en el Líbano- retiro de las tropas siras- y el apoyo a los procesos democráticos en Ucrania, Georgia, Kirguistán, la caída de dictaduras africanas y la protección de todo el Este donde en Albania y Polonia entre otros pueblos fue recibido como héroe según la nota de Claudio Fantini en Noticias. Con el plan Colombia arrojó a las FARC al fondo de la selva. Todo esto resultó intolerable a fascistas y estanilistas disfrazados de demócratas.

La película de Clint Eastwood trata de la guerra con los jihadistas.

Hay una escena semejante a la que atormentaba al soldado de las DFI. El protagonista, Chis Kyle, tirador de elite, que acaba de abatir a un islamita que está por lanzar una bomba y le suplica silenciosamente a un niño que quiere tomar el lanzacohetes que no lo haga porque la sola idea de matar a un niño le produce horror. Nada de esto sucede con los islamitas que al ver que el niño se niega a tomar el arma lo ejecutarían como lo hacen con un niño sospechado ante sus familiares horrorizados e imponen el terror sobre las poblaciones civiles a las que tienen como rehenes, ejecutan a todo iraquí que hable con los que integran la coalición y muestra cómo utilizan a las mujeres y a los niños en la guerra. Esto se ve todos los días: occidente se enfrenta a un enemigo artero, cobarde, capaz de exterminios masivos y que desprecia a su propia población. Así actúan Alquaeda, Hamas, Hezbolahh y el Estado Islámico entre otros que se proponen un mundo sin judíos ni cristianos sometidos a la Sharia. Esto también el senador lo quiere reprimir.

Sé que esto en la Argentina, que practica sin límites la libertad del autoengaño y que está a la vanguardia entre los países antiamericanos mientras espera ganar el Oscar, aturdida por los medios antiamericanos y antisemitas, resultará inverosímil. Sus detractores la comparan a la propaganda nazi. Qué les queda a los alquaedistas. Tienen la contribución del siniestro payaso Michel Moore, feminazis como Judit Butler o esos tres filósofos patéticos que ahora vienen a visitar en país invitados por el descerebrado Ricardo Forster: Vattimo, Ramonet y Chomsky que deberían haber sido juzgados por crímenes contra la información, de hecho los medios K han puesto en práctica el estilo mismo de Le Monde Diplomatique. Toda esa canalla estuvo en contra de la guerra de Iraq que significaba instalar un polo de soberanía occidental para tener en la mira a Pakistán, Irán y Arabia Saudita por diversos motivos. Ahora se parecen a una sociedad de autoayuda. O espiritistas. Odian la libertad y hablan en su nombre. 
Las armas de destrucción masiva existían, algo reconocido por The New York Times recientemente y otros medios opuestos a la guerra. Las torturas de la cárcel de Abu Graib tuvieron más que ver con la cultura norteamericana como escribió Matilde Sánchez que con una orden del ejército norteamericano y sus autores fueron severamente juzgados. En la Argentina se tomó esto para hacer pasar que Estados Unidos fue a torturar a todo el pueblo iraquí y no a propiciar una democracia como lo hizo en Japón o en Corea del Sur, países a que no parece haber destruido como la Unión Soviética a sus satélites. Se pasa por alto que a veces la gente enloquece en la guerra. Así le sucedió a Eddie Routh, que asesinó al verdadero Cris Kyle- cuya autobiografía es la base del film- el personaje real que representa el francotirador que fue asesinado por un amigo aparentemente por locura en un campo de tiro en Texas en 2013 y  que se ha condenado a cadena perpetua. Es la increíble ironía que supera la ficción: que el máximo francotirador que sobrevivió en el campo de batalla haya caído por el  ‘fuego amigo’.

Eastwood no tiene que dar estas explicaciones porque está en un contexto más informado. Su película puede verse también como un testimonio sobre los horrores de la guerra que este tipo de enemigo ha emprendido como una guerra total y no descansa un solo minuto. Corresponde a occidente combatir o dejarse conquistar. Y si combate abdicar o no de los valores judeocristianos.

La pregunta que me hago es si los valores que Eastwood pone en escena todavía existen en un país que volvió a reelegir a un hombre cuyo primer gesto al entrar en la Casa Blanca fue sacar el busto de Churchill y que se merece la película de las películas.


lunes, 23 de febrero de 2015

Artaud hablaba de otra cosa. Por Luis Thonis



Un corazón que estalla, un astro duro
que se desdobla y funde en el cielo
el cielo límpido que se raja
al llamado del sol sonante
hacen el mismo ruido, hacen el mismo ruido
que la noche y el árbol al centro del viento

Antonin Artaud

La singularidad nunca tendrá un partido político. 

 No puede presentarse a sí misma  y suele ser experimentada como una violación. La singularidad es efecto de una partición de los orígenes que pocos quieren asumir, estratificado en un mundo de enunciados ya hechos, dogmas y cosas mil veces dichas. Nunca tendrá alguien que la represente colectivamente. Solamente lectores, a menudo aislados, que señalan que en el caso de la literatura a la lengua le pasó algo y que sin saberlo van configurando cierta tradición, ciertas alianzas que tienen un efecto político que sucede mucho tiempo después...y sólo sirve a los profesores y académicos  
La singularidad no le sirve ni al revolucionario ni al demócrata que cuidan sus respectivas clientelas, a veces reducidas a rebaños.
La singularidad es contrarevolucionaria por pasarse de revoluciones.
 Primero se expulsa o liquida al que pone en crisis los deshilachados fundamentos en que se sostienen los seres que pasan de un fundamento fetiche a otro, luego se lo recupera académicamente cuando pasó el tornado.
Antonin Artaud hablaba de otra cosa: su lenguaje es crístico, sacrificial, como si la redención no hubiera acontecido o habría caído en el olvido por algo que escapó a lo simbólico y él lo viviera en su cuerpo  y quisiera ponerlo en la escena en su máxima crueldad. 
Algo que pocos estaban preparados para escuchar, salvo filósofos que se volvieron esquizoanalistas dejando de ser filósofos y sin volverse analistas creando una confusión letal para lo que concierne al sujeto. Artaud no puede ser una "máquina deseante" porque encuentra el deseo mil veces muerto e insepulto en la máquina mortífera idealizante de la lengua recibida de la máquina universitaria. Jacques Rivière trató de hacerlo con la mejor buena fe. Su correspondencia es el modelo de un diálogo de sordos. Rivière le explica con tono psiquiátrico por qué no le publica los poemas que envió a la prestigiosa revista que dirige La Nouvelle Revue Francaise. Suele suceder: mientras que las mediocridades más aterradoras y su opio sólido son publicitadas cuando irrumpe algo que sacude a la lengua la primera actitud es la sospecha. Y comienzan los reproches y los consejos. Con todo tuvo la suerte que Rivière no fuese un resentido sino un lector de tacto. La correspondencia sigue hasta que a Rivière se le ocurre la idea de publicar sus cartas con un nombre ficticio. "¿Por qué mentir?" , le dice Artaud. Lo que Rivière no capta es que Artaud no habla de literatura o de poesía, ni siquiera llega a ella,  al grado cero de Barthes. Se sitúa en un estadio anterior que irrumpe retroactivamente en un cuerpo cabalgado por los jinetes del apocalipsis a los que intenta domar en una zona de exclusión. Habla de " imágenes larvarias que se empujan con el dedo y no tienen relaciones con ninguna materia". 
Habla de algo que viene de lo arcaico y no tiene rostro, que ataca y le sucede a su mente y la poesía es lo único que encontró a mano para no sucumbir al naufragio total. 
Con los surrealistas fue peor porque éstos seguían los pasos de la religión del progreso y en Artaud retornaba algo que venía de lo arcaico. Pese a que admira las obras de los surrealistas y los respeta el diálogo era inútil. Podría decirse que llevó al máximo el programa surrealista y el conflicto surgió por querer serlo excesivamente. Lo propio del funcionario cultural burgués es decir: si, sí, pero no demasiado. Ni por asomo los textos que admiraba aludían a lo que sucedía.
Hay que dejar de lado las clasificaciones psiquiátricas. Artaud se cruzó con el mito de la Revolución que  occidente cargaba sobre sus espaldas desde 1917 y al que el surrealismo, del que formaba parte, quiso incorporarse y culminó en una crisis con el grupo. La Revolución les dobló las espaldas a muchos, pero Artaud tenía una médula firme, hablaba de otra cosa, de su mente y de su carne: para él la “revolución” pasaba por ahí. "Ciertamente existe la Inspiración" escribió. Creía "en los aerolitos mentales, en las cosmogonías indivivuales" como si el universo tuviera que volver a nacer de su propio cuerpo, " de una conflagración nutricia con cara nueva".
Los revolucionarios “no revolucionan nada”, dice Artaud, pero pueden fácilmente sustituirla por la Nada que hace las veces de la Revolución. Nunca sabremos qué sería de un mundo dirigido por la clase obrera porque el marxismo leninismo sólo produjo nomenkalturas, oligarquías más duras que las tradicionales formas de la burguesía. Con la Nada se puede hacer muchas cosas, es parte de la Creación, pero en los sistemas donde la Revolución triunfó no se puede hacer nada de nada. Es una lección ineludible de la historia. Mientras Bretón y amigos querían ajustar su práctica al texto de la historia, Artaud estaba en plena ebullición creadora y un entre dos intraducible con lo arcaico. Su caso muestra de modo hiperbólico y condensado algo que sucedió con todos los disidentes de los gulags del comunismo pero el interrogante se extiende a todas las formas de sociedad. ¿Qué hacer con alguien que habla como Artaud y hace retornar lo arcaico en la lengua, algo que no tiene que ver con el pasado histórico sino con una irrupción en acto?

Fue en el momento en que Bretón era una suerte de Papa que condenaba a las desviaciones.

Su historia predice el destino patético de las vanguardias asociadas posteriormente a estados criminales que no sólo han legitimado sino exaltado. En estos pagos se buscaba un Artaud criollo por esa obsesión que hay en duplicar experiencias singulares. Un loco adaptable a los suplementos literarios. A propósito del surrealismo recuerdo haber publicado El surrealismo envejece mal en los noventa. Me refería a sus dogmas y no a las obras literarias o a la sus diversas estéticas analizadas por Ricardo Ibarlucía. Apuntaba a los ismos en general que anulan los nombres propios dando el ejemplo de Picasso que pasó de una estética a otra siendo siempre ese nombre, Picasso y consideraba a las vanguardias la imitación de algo inimitable: la Iglesia católica, una de las instituciones más corruptas y más sabias de la historia.
Recibí una fatwa de un ayatolá entrerriano- un porteño más porteño que los nacidos en la ciudad portuaria- que sus discípulos zombies pasaron a ejecutar como pudieron convirtiéndose en líricos del nacional populismo y a la revolución subvencionada..lo que escapaba a lo simbólico era la estupidez que retornó en su forma más grotesca por el sublime poder de la ideología. Osvaldo Lamborghini lo leyó creadoramente y en forma prematura disolvió a la ideología argentina- fusión de fascismo y estanilismo- y hoy sólo puede sostenerse mediante el terror.
La voz de Artaud resuena todavía e interroga restrospectiva y prospectivamente a las revoluciones que no sólo dejan de lado al sujeto sino que quieren terminar definitivamente con él.

Lo que Artaud afirma ha sido vivido de un modo u otro por todas las revoluciones modernas que llevan al gulag a tiranías que a diferencia de las dictaduras de derecha duran más de medio siglo: “Todo, en el fondo, todas las exasperaciones de nuestra querella giran en torno a la Revolución”.
 El  movimiento se acercó a la política y en 1927 Aragon, Éluard y Breton se afilian al Partido Comunista.
 Tal vez la Revolución que viene de Octubre sea la más muerta de todas las palabras y el más letal de todos los conceptos porque por un lado ahorra cualquier crisis en el campo del sujeto y al mismo tiempo permite cualquier impostura en nombre de un supuesto texto de la Historia. Para colmo los surrealistas adhirieron al estalinista PC francés porque “les parecía la continuación lógica de la idea surrealista”, más burgués que Charles Bovary al ponerse “al servicio de la Revolución”. Hay que recordar que André Bretón hizo una autocrítica de estas posiciones en Flagrant Délit-1949- al analizar la pintura rusa en la Unión Soviética y afirmar que “en tiempos lejanos el oscurantismo tenía límites”. Aragón siguió escribiendo odas a Stalin y a la GEPEU, la criminal policía socialista. Ya era demasiado tarde. 
Se cumple la ley de las vanguardias del siglo XX: llegar a ciertas verdades décadas después como en la Argentina donde la dictadura cubana que “mata a los que no se dejan corromper” como dice Orlando Luis Pardo Lazo: " En Cuba jamás ha ocurrido una sentencia extrajudicial. No hay improvisación, como en las dictadurcitas de derecha. En Cuba sólo hay disciplina. Ordena y manda. Ordena y mata. Como le dijo una uniformada de verde olivo a Oswaldo Payá (¡con testigos!): "antes de que la Revolución se caiga, te vamos a matar".
En silencio se mata mucho mejor. 
Este estado criminal recibió el visto bueno por décadas de la mayoría de los intelectuales y escritores argentinos para lo único que dejó la historia marxista leninista de las revoluciones: la inmunidad para sus crímenes y la calificación de “gusanos” para sus grandes escritores que van desde Cabrera Infante hasta Juan Abreu. 
El comunismo es la plusvalía del terror: después de dejar en el camino un tendal de millones de víctimas esta “moral del devenir”(Artaud) sorprende como Cuba lo hace hoy con su mayor revelación sin abandonar el flagrante delito según Bretón: la vuelta al capitalismo para no sucumbir a la pura Nada. Al peor capitalismo para que el flagrante delito se perpetúe...para qué devenir.

Lo arcaico sin embargo retorna, no como mito sino como enunciación en acto sin la cual no hay revolución posible- o mejor, contrarevolución- y ni siquiera vida. 
Aquí el escrito de ruptura de Antonin Artaud.

A plena oscuridad , o el bluf surrealista. Por Antonin Artaud


Que los surrealistas me hayan expulsado o que yo mismo me haya alejado de sus grotescos simulacros, hace mucho que no es ésa la cuestión (1).

Me retiré porque estaba harto de una mascarada que había durado demasiado, por otra parte estaba muy seguro de que en la nueva posición que habían elegido, no menos que en cualquier otra, los surrealistas no harían nada. Y el tiempo y los hechos no tardaron en darme la razón.

Uno se pregunta qué puede importarle al mundo que el surrealismo coincida con la Revolución o que la Revolución deba hacerse por fuera y por encima de la aventura surrealista, cuando se considera la poca influencia que los surrealistas han tenido sobre las costumbres y las ideas de esta época.

Además, hay todavía una aventura surrealista y acaso no ha muerto el surrealismo el día en que Breton y sus adeptos creyeron que debían adherir al comunismo y buscar en el terreno de los hechos y de la materia inmediata el resultado de una acción que normalmente sólo podía desarrollarse dentro de los marcos íntimos de la mente. Creen poder permitirse echarme cuando hablo de una metamorfosis de las condiciones interiores del alma (2), como si yo entendiera el alma en el sentido infecto en que ellos mismos la entienden y como si desde el punto de vista de lo absoluto pudiera tener el menor interés ver cambiar la estructura social del mundo o ver pasar el poder de manos de la burguesía a las del proletariado. Si los surrealistas realmente buscaran eso, al menos tendrían una excusa. Su objetivo sería banal y restringido pero al menos existiría. ¿Pero tienen acaso algún objetivo hacia el que lanzar una acción, y cuándo fueron capaces de formularlo? ¿Acaso trabajamos con una meta? ¿Trabajamos con móviles? ¿Creen los surrealistas poder justificar su expectativa por el simple hecho de la conciencia que tienen? La expectativa no es un estado de ánimo. Cuando no se hace nada no se corre el riesgo de romperse la cara. Pero no es razón suficiente para que hablen de uno.

Desprecio demasiado la vida para pensar que cualquier cambio desarrollado en el marco de las apariencias pueda cambiar algo de mi detestable condición.

Lo que me separa de los surrealistas es que aman tanto la vida, como yo la desprecio.

Disfrutar en toda ocasión y por todos los poros es el centro de sus obsesiones. Pero el ascetismo no coincide con la verdadera magia, incluso la más sucia, incluso la más negra. Incluso el gozador diabólico tiene aspectos ascéticos, un cierto espíritu de mortificación.

No hablo de sus escritos, que son brillantes, aunque vanos desde el punto de vista que ellos sostienen. Hablo de su actitud central, del ejemplo de toda su vida. Yo no tengo odio individual. Los rechazo y los condeno en bloque rindiendo a cada uno de ellos toda la estima e incluso toda la admiración que merecen por sus obras o por su inteligencia. En todo caso y desde ese punto de vista no cometeré, como ellos, el infantilismo de darle vuelta la cara a ese tema, y de negarles talento porque han dejado de ser mis amigos. Pero felizmente no se trata de eso.

Se trata de una ruptura del centro espiritual del mundo, de un desacuerdo de las apariencias, de una transfiguración de lo posible que el surrealismo debía contribuir a provocar. Toda materia comienza por un desarreglo espiritual. Confiar en las cosas, en sus transformaciones, en el cuidado al conducirnos es un punto de vista de torpe obsceno, de aprovechador de la realidad. Nadie ha comprendido nada nunca y los surrealistas no comprenden y no pueden prever adónde los llevará su voluntad de Revolución. Incapaces de imaginar, de representarse una Revolución que no evolucione dentro de los desesperantes marcos de la materia, se resguardan en la fatalidad, en cierto azar de debilidad y de impotencia que les es propio, del trabajo de explicar su inercia, su eterna esterilidad.

El surrealismo siempre ha sido para mí una nueva forma de magia. La imaginación, el sueño, toda esta intensa liberación del inconsciente que tiene por finalidad hacer aflorar a la superficie del alma lo que habitualmente tiene escondido, debe necesariamente introducir profundas transformaciones en la escala de las apariencias, en el valor de significación y en el simbolismo de lo creado. Lo concreto cambia completamente de vestido, de corteza, no se aplica más a los mismos gestos mentales. El más allá, lo invisible, rechaza la realidad. El mundo ya no se sostiene.

Entonces se puede comenzar a calibrar los fantasmas, a rechazar las falsas apariencias.

Que la muralla espesa de lo oculto se hunda de una vez sobre todos esos impotentes charlatanes que consumen su vida en admoniciones y vanas amenazas, sobre esos revolucionarios que no revolucionan nada.

Esos torpes tratan de convertirme.

Ciertamente tendré mucha necesidad. Pero al menos yo me reconozco inválido y sucio. Aspiro después a otra vida. Y bien pensado, prefiero estar en mi lugar y no en el suyo (3).

¿Qué queda de la aventura surrealista? Poca cosa además de una gran esperanza decepcionada, pero en el terreno de la literatura misma tal vez hayan aportado algo. Esa cólera, ese disgusto quemante volcado sobre la cosa escrita constituye una actitud fecunda y que tal vez un día, más tarde, sirva. La literatura ha sido purificada por ella, próxima a la verdad esencial del cerebro. Pero eso es todo. Conquistas positivas al margen de la literatura, de las imágenes, no ha habido y sin embargo era el único hecho importante. De la buena utilización de los sueños podía nacer una nueva forma de conducir el pensamiento, de mantenerse en medio de las apariencias.

La verdad psicológica estaba despojada de toda excrecencia parasitaria, inútil, aproximada mucho más de cerca. Entonces se vivía con seguridad, pero tal vez es una ley de la inteligencia que el abandono de la realidad sólo puede conducir a fantasmas. En el marco exiguo de nuestro dominio palpable estamos apurados, exigidos de todas partes. Lo hemos visto bien en esa aberración que llevó a revolucionarios en el plano más alto posible a literalmente abandonar ese plano, a dar a la palabra revolución su sentido utilitario práctico, el sentido social que se quiere pretender el único válido, porque nadie quiere contentarse con palabras vanas. Extraña vuelta sobre sí mismos, extraño nivelamiento.

¿Quién puede creer que anteponer una simple actitud moral bastará, si esta actitud está enteramente marcada por la inercia? El interior del surrealismo lo conduce hasta la Revolución. Ese es el hecho positivo. La única conclusión eficaz posible (según dicen ellos) y a la que un gran número de surrealistas se ha rehusado a adherir; pero, a los otros, ¿qué les ha dado y qué les ha hecho dar su adhesión al comunismo?

No los hizo dar ni un paso. En el círculo cerrado de mi persona nunca sentí la necesidad de esta moral del devenir que, parece, revelaría la Revolución. Yo coloco por encima de toda necesidad real las exigencias lógicas de mi propia realidad.

Es la única lógica que me parece válida y no una lógica superior cuyas irradiaciones no me afectan sino en tanto tocan mi sensibilidad. No hay disciplina a la que me sienta forzado a someterme por riguroso que sea el razonamiento que me lleva a aceptarla. Dos o tres principios de muerte y de vida están para mí por encima de toda sumisión precaria. Y cualquier lógica siempre me parecerá prestada.


El surrealismo ha muerto por el sectarismo imbécil de sus adeptos. Lo que queda es una especie de montón híbrido al cual los mismos surrealistas son incapaces de ponerle nombre. Perpetuamente cerca de las apariencias, incapaz de hacer pie en la vida, el surrealismo todavía está buscando su salida, pisoteando sus propias huellas. Impotente para elegir, para decidirse ya sea totalmente hacia la mentira, ya sea totalmente hacia la verdad (verdadera mentira de lo espiritual ilusorio, falsa verdad de lo real inmediato, pero destruible), el surrealismo busca este insondable, este indefinible intersticio de la realidad donde apoyar su palanca, antes poderosa, hoy en manos de castrados. Pero mi debilidad mental, mi cobardía bien conocidas se rehúsan a encontrar el menor interés en las convulsiones que sólo afectan ese lado exterior, inmediatamente perceptible de la realidad. Para mí, la metamorfosis exterior es algo que sólo puede estar dado por añadidura. El programa social, el programa material hacia el que los surrealistas dirigen sus pobres veleidades de acción, sus odios jamás virtuales a todo, son para mí sólo una representación inútil y sobrentendida.

Sé que en el debate actual tengo de mi lado a todos los hombres libres, a todos los verdaderos revolucionarios que piensan que la libertad individual es un bien superior al de cualquier conquista obtenida en un plano relativo.

¿Mis escrúpulos hacia toda acción real?

Estos escrúpulos son absolutos y de dos clases. Hablando absolutamente, apuntan a ese sentido enraizado de la profunda inutilidad de cualquier acción espontánea o no espontánea.

Es el punto de vista del pesimismo integral. Pero una cierta forma de pesimismo lleva en sí su lucidez. La lucidez de la desesperación, de los sentidos exacerbados y como en las orillas de los abismos. Y al lado de la horrible relatividad de cualquier acción humana, esta espontaneidad inconsciente que pese a todo impulsa a la acción.

Y también en el terreno equívoco, insondable del inconsciente, de las señales, de las perspectivas, de las percepciones, toda una vida que crece cuando se establece y se revela aún capaz de turbar el espíritu.

Estos son pues nuestros escrúpulos comunes. Pero al parecer ellos se decidieron por la acción. Pero una vez reconocida la necesidad de esta acción, se apresuran a declararse incapaces de ella. La configuración de su pensamiento los aleja para siempre de este terreno. Y en lo que a mí concierne ¿dije alguna vez otra cosa? En mi favor, de todos modos, circunstancias psicológicas y fisiológicas desesperadamente anormales y en las que ellos no podrían prevalecer.

Notas

(1) Insistiré apenas sobre el hecho de que los surrealistas no hayan encontrado nada mejor para tratar de destruirme que servirse de mis propios escritos. Es necesario que se sepa que la nota que figura al pie de las páginas 6 y 7 del artículo “Au grand jour” y que apunta a arruinar los fundamentos de mis actividades es apenas una reproducción pura y simple, la copia apenas disfrazada de fragmentos tomados de textos que yo les destinaba y donde me ocupaba de poner a la luz su actividad, embutida de odios miserables y de veleidades sin futuro. Esos fragmentos constituían la materia de un artículo que me rechazaron sucesivamente dos o tres revistas, entre ellas la N.R.F., por demasiado comprometedor. Poco importa saber por los oficios de qué soplón llegó este artículo a sus manos. Lo esencial es que lo hayan encontrado tan molesto como para sentir la necesidad de neutralizar su efecto. En cuanto a las acusaciones que les destinaba y que me devuelven, dejo a la gente que me conoce bien, no ya según su innoble manera, el trabajo de clasificarnos. En el fondo, todas las exasperaciones de nuestra pelea giran alrededor de la palabra Revolución.

(2) Como si un hombre que ha sentido de una vez por todas los límites de su acción, que rehúsa comprometerse más allá de lo que él cree que son esos límites, fuera menos digno de interés, desde el punto de vista revolucionario, que el gritón imaginario que en el mundo asfixiante en el que vivimos, mundo cerrado y para siempre inmóvil, en atención a no sé qué estado insurreccional del cuidado de clasificar los actos y los gestos que todos saben bien que no haré.

Exactamente eso es lo que me ha hecho vomitar el surrealismo: la consideración de la impotencia nativa, de la debilidad congénita de esos señores, opuesta a su actitud perpetuamente ostentatoria, a sus amenazas en el vacío, a sus blasfemias en la nada. ¿Y hoy, qué hacen ellos para desplegar una vez más su impotencia, su invencible esterilidad? Es por haber rehusado a comprometerme más allá de mí mismo, por haber reclamado silencio alrededor de mí y por ser fiel en pensamiento y en acto a lo que sentía ser mi profunda, mi irremisible impotencia que esos señores han juzgado mi presencia inoportuna entre ellos. Pero lo que les pareció por encima de todo condenable y blasfematorio fue que no quisiera comprometerme sino conmigo mismo acerca de la determinación de mis límites, que exigiera ser dejado libre y dueño de mi propia acción.

¿Pero qué me importa toda la Revolución del mundo si sé permanecer eternamente doloroso y miserable en el interior de mi propio osario? Que cada hombre no quiera considerar nada más allá de su sensibilidad profunda, de su yo íntimo, es para mí el punto de vista de la revolución integral. No hay mejor revolución que la que me beneficia a mí y a la gente como yo. Las fuerzas revolucionarias de un movimiento cualquiera son aquellas capaces de desarticular el fundamento actual de las cosas, de cambiar el ángulo de la realidad.

Pero en una carta escrita a los comunistas, ellos confiesan su absoluta falta de preparación en el terreno en el que acaban de comprometerse. Más aún, que el tipo de actividad que se les pide es inconciliable con su propio espíritu. Y es aquí que ellos y yo, sea lo que sea, nos volvemos a reunir al menos en parte en una inhibición esencialmente similar aunque debida a causas graves en otro sentido, en otro sentido significativas para mí que para ellos. Se reconocen finalmente incapaces de hacer lo que yo siempre me rehusé a intentar. En cuanto a la acción surrealista misma, estoy tranquilo. Casi no pueden sino pasar sus días condicionándola.

Hacer el balance, hacer el balance en ellos como cualquier Stendhal, esos Amiel de la Revolución comunista. La idea de la Revolución siempre será para ellos una idea, sin que esta idea, a fuerza de envejecer, adquiera una sombra de eficacia.

¿Pero acaso no ven que revelan la inanidad del movimiento surrealista, del surrealismo intacto de toda contaminación, cuando sienten la necesidad de romper su desarrollo interno, su verdadero desarrollo, para apuntalarlo por una adhesión de principio o de hecho al Partido Comunista Francés? ¿Era esto aquel movimiento de revuelta, aquel incendio en la base de la realidad? ¿Acaso el surrealismo, para vivir, tenía necesidad de encarnarse en una revuelta de hecho, de confundirse con reivindicaciones concernientes a la jornada de ocho horas, o al reajuste de los salarios o la lucha contra la carestía de la vida? ¡Qué chiste o qué bajeza de alma! Sin embargo es lo que parecen decir, ¡¡¡que esta adhesión al Partido Comunista Francés les parecía la continuación lógica del desarrollo de la idea surrealista y su única salvaguarda ideológica!!! Pero yo niego que el desarrollo lógico del surrealismo lo haya llevado hasta esta forma definida de revolución que se entiende bajo el nombre de “marxismo”. Siempre pensé que un movimiento tan independiente como el surrealismo no se justificaba con los procedimientos de la lógica ordinaria.

Además es una contradicción que no perturba a los surrealistas, dispuestos a no perder nada de todo lo que pueda ser una ventaja para ellos, de todo lo que momentáneamente pueda servirles. Háblenles con su Lógica, responderán Ilógico, pero digan Ilógico, Desorden, Incoherencia, Libertad, responderán Necesidad, Ley, Obligación, Rigor. Esta mala fe esencial es la base de sus maniobras.

(3) Esta bestialidad de la que hablo y que tanto los subleva es sin embargo lo que los caracteriza mejor. Su amor al placer inmediato, es decir a la materia, les ha hecho perder su primitiva orientación, ese magnífico poder de evasión cuyo secreto creímos nos iban a dispensar. Un espíritu de desorden, de mezquina chicana, los impulsa a desgarrarse unos a otros. Ayer, Soupault y yo nos fuimos descorazonados. Antes de ayer, Roger Vitrac, cuya exclusión fue de una de sus primeras cochinadas.

Por más que griten en su rincón y digan que no es así, les responderé que para mí el surrealismo siempre ha sido una insidiosa extensión de lo invisible, el inconsciente al alcance de la mano. Los tesoros del inconsciente invisible vueltos palpables, conduciendo la lengua directamente, de un solo golpe.

A mí, Rusbroeck, Martínez de Pasqualis, Boehme, me justifican suficientemente. Cualquier acción espiritual si es justa se materializa cuando es necesario. ¡Las condiciones interiores del alma! Pero éstas llevan en sí su investidura de piedra, de verdadera acción. Es un hecho adquirido y adquirido por sí mismo, irremisiblemente sobreentendido.