jueves, 28 de marzo de 2013

Apuntes. Por Luis Thonis




Estos son mis principios, y si no les gustan, tengo otros.
Groucho Marx.




Torturadores torturados. 

Los torturadores del nuevo sistema estaban torturados por las nuevas leyes draconianas. Las leyes ordenaban que la sonrisa no debía abandonar  nunca el rostro del torturado. Del mismo modo que Sade se oponía con firmeza a la pena de muerte porque separaba al sujeto del placer ellos querían que el condenado fuera en todo momento feliz. 
Hubo un tiempo en que un escritor oscuro imaginó una máquina que marcaba los cuerpos como ganado para que pertenecieran al amo. Era una metáfora olvidada. Los escritores habían desaparecido, algunos trataron de encadenarse a sus computadoras con cadenas para arrancarle una palabra a la nada pero sobre la página sólo aparecía una hiperbólica sonrisa. 
Escribir ya no era necesario, luego de la Revolución de la sonrisa permanente: ahora las víctimas, convencidas de la necesidad del tormento, golpeaban a la puerta de las salas de tortura que poco a poco iban reemplazando a los hospitales públicos.
Hacían cola, como anotándose para un sauna gratuito y a veces había incidentes entre ellos por ocupar los lugares.
Era comprensible: querían mejorar su calidad de vida y ser mejores personas. Pero esta imagen conmovedora de los fans de la sonrisa que día y noche aparecía en la tele se nublaba cuando el prisionero entraba en la sala de tortura y su rostro comenzaba a ser invadido por un agarrate catalina.
Las cosquillas estaban prohibidas porque eso suponía que la sonrisa era fruto de una acción compulsiva, nada de eso, el condenado tenía que sonreír demostrando que ese nuevo sistema era la imagen y semejanza del libro albedrío y la felicidad. Quemar su carne o retorcer sus orejas con una tenaza contribuía a que el espanto ahuyentara más la posibilidad de que alguien sonriera con el esperado fuego de la juventud. Los torturadores a la noche tenían pesadillas que les hacían extraviar la sonrisa y pronto pasaron a engrosar las filas de los torturados.
Nadie se atrevía ya a mostrar alguna clase de pena y declaraba a todo momento cuánto era feliz mostrando la limpieza de sus dientes. No había concursos de belleza sino de sonrisas que debían estar a la altura del glorioso estandarte nacional donde el sol había sido sustituido por la más virtuosa sonrisa. La carcajada era severamente penada por ser considerada ultrajante. Ya nadie se acordaba de ella, tampoco de las malas palabras que conspiraban contra la sonrisa. Se podía violar a alguien que lo aceptaba como algo cordial pero si algún trauma de infancia le hacía perder la sonrisa pasaba a engrosar por propia voluntad las filas de los que concurrían masivamente a las salas.
La tristeza reflejada en el rostro había sido declarada crimen contra la humanidad. 
Los dirigentes estaban, sin embargo, cada vez más preocupados, si los torturados no sonreían la Revolución que hizo necesario eliminar la mitad de la población y todo lo que habían hecho por su pueblo no tendría  sentido.
Se pensaban como apóstoles de una causa más que justa porque su primera preocupación, al contrario de siglos de mentira y demagogia, eran los más necesitados, los heroicos torturadores que arriesgando perder la sonrisa hacían posible la felicidad general.



 Desde el fondo de inmensa literatura norteamericana siempre emerge la América de Kafka, un oscuro escritor de Praga que nunca viajó a ella ni tuvo noticia que Estados Unidos más que un estado nación era una civilización, admirada por unos y diabolizada por otros.
Nada de eso se lee en la América de Kafka. .
La literatura norteamericana siempre vuelve a un Estados Unidos anterior, sea la vuelta del primer Adán en Melville, sea la búsqueda siempre fallida de una tierra india en Kerouac. Thomas Pynchon no encuentra la vía hacia los orígenes y narra su disolución termodinámica. La América de Kafka responde a unos Estados Unidos que no son presentes ni futuros, post, y que no están en ningún lugar. No se refiere a una nación sino a la interminable suma de lugares comunes sobre ella entre los que encontramos los de Figueroa Alcorta en los festejos del Centenario-1910- donde en oposición a EEUU promete que el argentino será un “imperialismo sano”. 

Jean Francois Revel escribió que Estados Unidos era el mejor test para la inteligencia como sospechando que la mayoría de las cosas que se dicen son idioteces., la mayor de ellas las que conciernen al imperialismo yanqui como el culpable de los fracasos de la otra América, algo que se enseña en las universidades norteamericanas como lo muestra Phillipe Roth en La Mancha humana y la subvención de éstas a los intelectuales que posan de antiimperialistas. Lorenzo García Vega, poeta cubano exiliado, tuvo que ganarse la vida en un Mac Donals porque nadie quería escucharlo cuando hablaba de la dictadura criminal de Castro.
Kafka no se refiere a la nación sino a la suma de lugares comunes que se dicen de una complejidad en curso que desborda y vuelve ridículo cualquier enunciado. Es un Tío Sam hecho de clisés.
Kafka consideraba a su primer capítulo como una pura imitación del David Copperfield de Dickens de donde toma paródicamente el sentimentalismo y la distinción ingenua entre los buenos y los malos. Primera escena: olvida al llegar su paraguas, le pide a un desconocido que le tenga la valija y pierde la valija y el paraguas. Como El Castillo que no existe en ninguna geografía del mundo, esta América es un inmenso clisé de la civilización del gigantismo y de la máquina y el laboratorio de todo lo que va a ocurrir en el mundo, incluyendo los que fueron a escuchar a Castro con teléfonos celulares. La América de Kafka carece de la positividad que Sarmiento describe magistralmente en sus viajes, los encuentros de Kart con los milagros técnicos tienen un toque absurdo. Los temas anteriores de la Ley han sido dejado de lados por la narración de este laberinto donde como escribe Kundera el hombre se pierde. Cualquier conclusión se vuelve inmediatamente cómica y “americana”, la exageración es inevitable, desde quienes como Sarmiento al fin de su estudio de las razas dice “seamos Estados Unidos” como los que ven al país del Norte culpable de todos los males del mundo. ¿Dejar de multiplicar clisés sobre Estados Unidos no favorecería a la humanidad que tendría que aprender a volver a aprender a hablar de política abandonando el estilo de Figueroa Alcorta como dejar como dejar de psicoanalizarse podría ser un despertar para la Argentina, el país más psicoanalizado y entre los más delirantes del mundo que delira sobre Estados Unidos siguiendo a Corea del Norte, el régimen más demencial y criminal del mundo y de Irán que lidera a escala planetaria el intento de llevar a cabo una segunda Shoá?


Las penas son como las enfermedades:hay que aceptarlas. Lo peor que puede hacerse es rebelarse contra ellas( Wittgenstein, Observaciones)

 He padecido tormentos infernales. Y, sin embargo, tan seductora me resultaba la imagen de la vida, que quería volver a vivir. Sólo me envenenaré cuando efectivamente quiera envenenarme( Wittgenstein, Diario Secreto)

En tiempos de Voltaire, uno no sabía que nuevo milagro tendría que derribar. En nuestro tiempo uno no sabe que nuevo milagro tendrá que admitir.
G.K. Chesterton, San Francisco de Asís.


Hitler, Mussolini y Stalin eran ateos pero fueron más crédulos que nadie del discurso del mito que instauraron. El tema es lo sagrado y no lo religioso que avanza a pasos agigantados. A muchos ateos progres no les entra en la cabeza que uno pueda ser religioso y no necesariamente videlista o fascista. Lo que sucede en Famatina podría ser un ejemplo. Ellos se dicen ateos pero son sonámbulos del discurso del mito y sus fetiches complementarios.
Ayer estuve en Puerto Madero- un barrio que se está llenado de " luchadores populares", nuevos ricos que intentan forjar un mito con la Nada- con una amiga que vino de Alemania, en el mismo edificio donde se alojaba Boudou- el mundo es chico- y de pronto bien noche vi algo luminoso en el horizonte. No era el querubín que San Franciso creyó ver desde el campanario. Le dije: pero enfrente pusieron un telo, asombrado por ese monumento del peor gusto que pueda imaginarse . No, me dijo, es la Casa Rosada, le pusieron luces fosforescentes y quedó así...iluminada para la próxima pascua como si nos deseara felicidades.


Transfusión
Je préfererais ne pas t´avoir connu.
Todos los días voy a enviarte un frasco con mi sangre para que te emborraches de mi. Sé que tu tendencia al romanticismo puede pensarme como un vampiro al revés y al beberla te digas en silencio je soufrrais tout au plus d´una vague arythmie. No. Es mi respuesta a la frase de Marivaux que representaste cuando eras casi una niña - llevo siempre tu foto de angeli
cal jeune fille, la miro cuando me siento contra un muro. que dice que el amor se posa, vuela y se va y tomaste como una fórmula para vivir. A mi me paseaban de chico con un carrito, vestido de elegante gitano, con la leyenda "solterito y sin apuro" y las mujeres arrojaban su baba sobre mí. Está demás decir que con estos antecedentes nuestro encuentro fue equivalente a un estallido nuclear, las mismas sirenas dejaron de cantar su silencio.
Yo también ahora tengo mi fórmula: la transfusión que deja como a chorlitos los experimentos trans de las vanguardias.
Se trata de un experimento científico que habrá de desangrarme pero el amor es así: se puede tomar como un desmesurado acto de amor pero también de venganza porque ya vas a ver qué arritmia produce la sangre de un guerrero.
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Si yo fuera Hilter hoy me frotaría las manos, si fuera Stalin diría que la dialéctica tiene tropezones pero sigue avanzando, si yo fuera Nietzche estaría mil veces más muerto que su enunciado que Dios ha muerto.


“Rechazamos la venta diferenciada de juguetes y huevos de colores de pascua Kinder. Es un retroceso para la igualdad del género”, dijo Maria José Lubertino que preside el Inadi ha considerado discriminatorios que los huevos sean rosa para las niñas y celestes para los niños por ser discriminatorios del género y excluir a los demás colores de la paleta.

Guillermo de Ockham piensa: para esta señora o bien habría que hacer huevos de un solo color, lo que sería discriminar a los otros, o bien regalarle a nenas y nenes huevos de todos los colores, lo que significaría hambre para las familias. Mientras perritas y perros tiemblan- "ahora venimos nosotros"- Sade interroga. ¿No es mejor mi libertinaje que el lubertinismo?

Aunque no lo parezca, el lumbertismo y su tendencia hacia lo indiferenciado que confunde discernir y discriminar insiste cada vez más en el pensamiento oficial, sea en la economía o la política local e internacional. Esta señora en el torneo de los zombi funcionarios K acaba de igualar a Juan Pablo Feimann y su teoría de la “apropiación del papa” por la descerebrada Presidente. Recuérdese que en masa los intelectuales K también lo consideraron un “retroceso” pero ahora hasta Bonafini y D´Elía están dispuestos a tomar la comunión. La iglesia nacional popular es insuperable en el cultivo del fetichismo-




La estupidez ha crecido proporcionalmente ante la sofisticación del antijudaísmo. El nombre judío hoy es la pruebas para saber si alguien es zombi o no. 

No dejan de asombrarme señoras posmodernas y vanguardistas, apoteosis de lo correctamente político, que despotrican contra el matrimonio y al marido facho que las banca pero al mismo tiempo celebran como revolucionario al matrimonio gay.

 

Nadie tiene la fórmula de la felicidad, algunos la alcanzan y la tiran por la borda: no era eso lo que querían. El matrimonio gay responde a un tema sindical y nada más, no tiene nada que ver con la Alianza con Dios del matrimonio heterosexual, que a veces funciona y otras no. No estoy de acuerdo con la reducción del sujeto- sea católico, judío, sufí o ateo- a su credo o a su clase y menos todavía a la orientación sexual. Aclaro que no me refiero al amor de un sexo con otro, sea hetero u homo, sino a la institución que es heterosexual. ¿Por qué los matrimonios heteros serían todos malos y los gay los buenos? Hay una confusión, además,entre idolatría y religión. Pasolini era de izquierda pero también católico, no quería abolir la Iglesia, le pedía que siga el Evangelio. Sollers está a favor de la misa, el Benedictus, el latín y la Asunción como me recuerda una amiga, sigue la vertiente del catolicismo dandi que se inició en Baudelaire. El actual Papa ha diferenciado entre el “pecador”- todos lo somos, "quien no lo sea lance la primera piedra", Juan, 8 -y el “corrupto”. 
Traduzco: el corrupto es aquel que tiene relaciones incestuosas con el Amo- sea hetero, homo o lo que sea- , incluso le entrega el alma como los ladrones que nos gobiernan. Es la diferencia entre la religión y la idolatría. La Virgen- madre y mujer, Star of the Sea según Hopkins- es el efecto más subversivo que se ha inventado en el lenguaje. Sade lo sabía a diferencia de las señoras posmodernas alienadas a la idolatría y como ser ateo es difícil pasan de un fetiche a otro. No creen en Dios pero sí en el Espectáculo y en última instancia en cualquier cosa. No me vengan con que soy homofóbico porque fui el primero que escribió sobre Néstor Perlongher en tiempos duros, fundador del FLH, pero por Austria Hungría. Lo que me importa son los entre dos, sea entre hombre y hombre, mujer y mujer y hombre y mujer que son en cada caso intraducibles a otros. Aceptaría más a estas señoras si leyeran a Reynaldo Arenas.

La guerra de los sexos es sin duda fatal e inmemorial, pero, qué quieren ustedes, hay pausas, intervalos, esclarecimientos. Tanto mejor se hace la guerra, mejor se disfruta la paz.La paz en plena guerra, he aquí el tema.Phillipe Sollers
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En la cultura argentina predomina la figura del escritor como maldito institucionalizado, el que hace de “loco” en los suplementos literarios. Todo el que se sitúa fuera de esa onda resulta molesto. Son los que llamo zartistas, pequeños zares subvencionados que alientan la servidumbre voluntaria en la literatura, el psicoanálisis, desde una gramática primaria hasta las teorías textuales. Comencemos por la gramática de la escuela primaria usada como stasi de lectura.. Lezama Lima, Beckett y una serie de escritores que le hicieron algo a la lengua fueron cuestionados por no respetar la gramática. En la literatura argentina pegarle a Arlt por sus errores u horrores se convirtió en deporte de mediocres. Mallarmé, otro condenado en nombre de la gramática, le dijo a Verlaine: usted tiene su sintaxis, me recuerda Hugo Savino. Son los que confunden y reducen el lenguaje a la lengua y a ésta a lo que Humboldt llama “el esqueleto muerto de la gramática”. 
Cuando ese esqueleto se viste con el traje de la ideología argentina los efectos son letales: se habla día y noche del Ser Nacional, el mayor espectro que nació de una ciencia tan noble.
El resentimiento a veces adopta la cara de la Gramática, o de su rostro renovado, el textualismo. La profesora de gramática, escolar, o la textualista, científica, se complementan en un mismo combate: abortar las líneas de transimisión de una literatura en nombre de la Cultura, abortar la historia en nombre de la Historia, es decir, del mito. Lacanianos antik enloquecidos contra mi porque les señalé la incomptibilidad de Meschonnic con Lacan. Los otros son peores: lo hacen coexistir con Carl Schmitt y el chavismo. Un largo adiós a Freud que señalé en 1985, en Innombrable, todos apuntaban al Lazo ya en los ochenta, comenzaban a no escucharse hablar.
No quiero decir que la gramática sea algo deleznable y quisiera abolirla de la escuela primaria. Todo lo contrario: las educadoras más inteligentes nos dicen que las computadoras no deberían darse hasta los veinte años porque producen un iletrismo alarmante. Estudié varios años latín y griego, y luego solo me introduje en otras lenguas, con lo que doy cuenta que no estoy haciendo simplemente una exaltación del iletrismo: defiendo la lectura personal e irreductible que escacea cada vez más. Afirmo: es un artículo de primera necesidad y muy especialmente en un país donde lo que se suele llamar ideología no es sino efecto de una mala literatura o de la mejor literatura leída en función de lo peor es lo seguro.

La lectura converge con el amor, la historia, la guerra, la vida y la muerte, con saber decir una palabra cuando hay que decirla y treinta después como sucede en nuestra cultura: lo que no converge con el dictum del espectáculo se calla o se puede ser difamado por la cultura zartista.  Salto de Mata de Hugo Savino tiene hallazgos increíbles en esta historia de la necedad que a veces es el complemento, una nota al pie de página de la historia universal de la infamia.
El esqueleto muerto de la gramática converge con otro, el de la ideología argentina, obseno osario de un negocio con los muertos: “Osvaldo Lamborghini no era un escritor de palabras, amaba el lenguaje, o sea, amaba las frases, sí, su fraseo, se puede leerlo sin hacer una tesis, sin escribir trabajos definitivos sobre su persona o su vanguardismo, yo no podría, no lo conocí, me hubiera encantado, leerlo para uno, usarlo, citarlo. Otros se la agarran con su Niño proletario para deschavar algún desviacionismo ideológico. ¿Cuál sería? Pero este panfleto no es para denunciar nada, ni a nadie. No. Tampoco busca conciliaciones o acuerdos. No. Es una respuesta a la lectura de la biografía que me prestaron. Ningún lector en serio concilia su lectura con otro. Eso es para buenos alumnos. Para tipos que siguen esa maldición escolar sarmientina.”
En Salto de Mata, Osvaldo Lamborghini puede coexistir con Claudel, asociación declarada ilícita: “¿Claudel maldito?La inversión es cómica.¿Quienes son sus adversarios.Una curiosa trinidad, podríamos decir, que acaba de llegar al poder: ¿Metafísico? Sí, pero no como se cree.”
Algunas cosas dijo a fines de la segunda guerra: que la única esperanza estaba en los americanos y los judíos.
Otra más de Savino sobre Claudel. “Esperemos que un día un Judas Macabeo se levante y rompa el yugo de nuestra Universidad, repugnante heredera del paganismo y nunca más se deje dar órdenes por esos dioses de hierro que son las Ciencias y por esos dioses de madera que son las letras”. Kristeva, Kristeva, me digo al leer, todos los días una ciencia nueva, decía al leer la Revolución poética del lenguaje, una biblia de vanguardia que se traga las Checas de Lenin e ignora a Marína Tsvietáieva y Amalia Ajmátova, dos pulverizadas. “¿El Claudel oficial yel Claudel monstruoso no serían más que dos formas de desembarazarse de un efecto positivo de potencia verbal?, dice Phillipe Sollers, el eterno marido de la encantadora Kristeva, especialista en seducir a masas universitarias: la lectura nada tiene que ver con la relación sexual. Hay que adornizarse a toda costa, no perder los trenes bala que parten de BA a Yale, capital planetaria del maldito asimilado en la stasi literatura.
La guerra del lenguaje es algo que la literatura argentina puede enorgullecerse al haber vencido con las mejores armas, obras, al castellano peninsular, desde Echeverría- mi primer trabajo fue sobre este tema- a quien Calixto Oyuela reprochaba no escribir en castellano- hasta  la Carta al señor secretario de la Academia Española de Juan María Gutierrez que examina las resonancias cosmopolitas de las lenguas de la inmigración en una ciudad babélica y en nuestros oídos que vuelven imposible que se escriba como el Siglo de Oro. 
Cuando Unamuno dijo que nadie escribía mejor el castellano que Sarmiento- cuya escritura hay que diferenciar de las profe sarmientinas- hubo un importante punto de inflexión que llega hasta Borges. 
Esta guerra alcanza a nuestros días y Américo Cristófalo suele detenerse en hechos concretos de lengua hasta narrar novelas de este fértil descencuentro, incluso para la literatura española.

Una amiga francesa que cubrió el nombramiento del nuevo Papa para la TV francesa me dice que en Francia la visión que se tiene de la Argentina es progre, vía Le Monde. Pero al mismo tiempo está indignada por las censuras de TELAM, digitadas por La Cámpora. Ahora algunos psicoanalistas no oficialistas me cometaron algo atónitos la concurrencia de la máxima autoridad del psicoanálisis a LA Rosada, como si sus practicantes hubieran sido siempre neutros. No, más bien siempre estuvieron del lado del fascismo con una máscara de izquierda a veces más fascista que el mismo fascismo que en el nacional populismo encontró su equilibrio.  Más grave me parece que la concurrencia de la máxima autoridad a La Rosada es que en el momento de la relección de Cristina, en la EOL se hiciera un silencio grava y como si se jurara por ella, así me lo comentó una amiga de confianza. Por eso es cómico que algunos lacanianos anatemizen al nuevo papa con el tema del “triunfo de la religión” cuando una sola página de Freud, como dijo un psicoanalista crítico, impide el vínculo del psicoanálisis con los admiradores de Carl Schmitt. El tema aquí no es la religión sino el discurso del mito y no se limita a los analistas que miraron para otra parte  ante el maffionalismo K- que hace crisis en la institución a partir del pacto con Irán- sino que EL PSICONALISIS HA SIDO UNO DE LOS NUCLEOS ARTICULADORES DEL NACIONAL POPULISMO, al menos lo que yo conocí desde Malvinas donde citaban en serio al filonazi Scalabrini .Ortiz y a Fidel Castro, que hasta último momento apoyó la dictadura militar,  como autoridades.


La Sociedad suele condenar mucho más a una mala palabra que a una mala acción. La Mafia es siempre bienpensante y está lista para escandalizarse por frivolidades. Llamar "puta" a una mujer aunque sea en broma puede ser considerado más grave que violarla. No olvido que un periodista indignado y moralista inició una campaña contra Osvalo Lamborghini porque éste delizó epítetos subidos durante un reportaje. Una famosa escritora hizo la apología de Massera como un hombre culto y delicado. Era celebrada y respetable pero nada tenía que ver con la "respetuosa" del personaje de Sartre. Cuando la sociedad entra en un proceso expansivo y generalizado de corrupción se tienden a suprimir las malas palabras. Genet, el escritor ladrón por excelencia, ve a la Alemania nazi como "un campo organizado por los bandidos" y un "pueblo de ladrones" donde "roba en el vacío".
No se puede robar en un pueblo de ladrones.
No se puede ser serio en un puebo de histriones
La vida se vuelve difícil en un pueblo de suicidas.
Y es admirable que dos seres que se admiran puedan amarse entre sí.

Cuando una mujer se transforma en una tormenta no es adecuado responderle volviéndose un tornado.

 Por la radio están pasando la lista de todas las películas sobre Cristo y veo que Holliwood ha fracasado siempre con Jesús, la mejor película sigue siendo la de Pasolini que la hizo con un muchacho común, no con un actor. 
Pasolini tuvo tacto para saber que Jesús no podía ser representado por ningún actor profesional por mejor que fuera. Es que el Espectáculo no permite articular la muerte y menos la Resurreción.
Imaginé mi propia versión de la Pasión y no sé por qué mi Cristo tenía la cara de Daniel Scioli.



Parece que en la tierra hay más santas que los Papas y Sade imaginaron: 
Cuando me presente ante Dios, me recibirá con una urbanidad de aristócrata, excusándose de haberme creado y de haberme inflingido a semejante tipo a lo largo de toda mi existencia.
- Lamento que vuestra muerte no se haya dado en condiciones más agradables.
Declinaré humildemente su oferta, cuando el me proponga transformarme en santa. Pero ante su insistencia, terminaré por aceptar, para no molestarlo. El me encontrará heróica por haber soportado un marido tan desagradable en sociedad, que no hacía el menor esfuerzo para cambiar cuando estábamos invitados a cenar de los Ganiel, aunque sabía que dependía mi porvenir profesional.

Régis Jauffret. Microfictions


Todo es posible en la dimensión K :quien le escribía los editoriales a Massera ahora es de "izquierda" y yo que escribía al mismo tiempo sobre Osvaldo Lamborghini o Néstor Perlongher soy colocado a la "derecha."

Un amigo filósofo me decía, ¿por qué los que estaban debajo de la cama y salieron a gritar los goles del Mundial de Fútbol, después a vivar a Galtieri y luego apoyar a amnistía de los militares de Luder quieren hacerme pagar por todo lo que no hicieron? Y, como enumerando capítulos de una saga tétrica, enumeró: Tuvimos un monto castrismo. asesinatos de Rucci, Mor Roig, etc- un monto masserismo- pacto con Massera--un monto caripintadismo- Kunkel y Rico- un monto menemismo- indulto del Riojano a ellos y a los militares-, un monto galibertismo- pleno apogeo de Menem- un monto kircherismo- los multimillonarios K como ex combatientes- hasta derivar en el montopuertomaderismo actual y un monto neo firmenich que se propone retomar la lucha armada.
Mi amigo filósofo tenía cualidades narrativas que le faltan a otros para este "relato" que nuestra cultura de la servidumbre voluntaria se niega a escuchar.


No hay posible sociedad entre Henry Meschonnic y Gilles Deleuze que fue un gran pensador, escribió notables libros de filosofía pero poco a poco el Espectáculo fue doblándole el brazo y escribió textos como Grandeza de Arafat en los que demuestra hablar para un público cautivo y que conoce más de películas de cobwoys que de la historia de Medio Oriente a la que reduce a un conflicto de vaqueros malos y de indios buenos. Ni la menor idea de la invención del pueblo palestino luego de la guerra del 67 por Arafat ni de su historia en el Líbano. Meschonnic, en camb.io, escribió Cómo ser poshitleriano sin saberlo, texto que se tradujo en mi blog anterior. LA DIFERENCIA POLITICA ES ABISMAL. Hoy para mi lo que define las posiciones, Papa incluido, es la que se tome respecto del nombre judío, Israel es uno de ellos y no el menor. El resto es el bla bla bla de una vanguardia que apunta a capturar el público de los poetas zombies del noventa que no podo elaborar ni un epíteto en tres décadas y que fue uno de los núcleos del actual maffionalismo.Se compite por ver quién va mejor hacia lo sagrado y si se es hippie mejor.
 El retorno de lo sagrado en literatura y la búsqueda de un nuevo Canon se advierte en la devoción con  que se lee a Kerouac que presenta unos Estados Unidos que ya no existe afín a lo que Jean Claude Milner llama el paradigma vietnamita que avanza on the road en la búsqueda de la utopía, el zen  y la tierra india: con Kerouac se puede ser antiamericano y antiimperialista como en los setenta, correctamente político y hasta ético dejando de lado al nombre judío además de los millones de víctimas del comunismo. La vanguardia, a diferencia de Murena- actualidad de Poliscuerpón- sólo quiere a dormir bien. Mucho más inquietante es leer a Phillipe Roth o a Tomas Pynchon donde cualquier efecto que sucede allá es inmediatamente global como el atentado a las Torres. 
Nada que ver con Céline ni con Raymond Roussel, si se busca un “desterritorralizado.”
El ombliguismo argentino sueña un mundo sin pesadillas, donde no existen Hamas, Hezbollah y otros muchachos. 
Hay otro paradigma en juego y nadie quiere tener noticia de eso. 

Milagro infame es absolutamente ilegible para una cultura preparada sólo para reproducir el devenir zombie de los sujetos.

El artista subvencionado supone un rango moral mucho más bajo que el más pícaro de los comerciantes.

El punk surgió como resistencia ante el eterno retorno de lo hippie.Las últimas víctimas de la cultura hippie fueron las poblaciones musulmanas de la ex Yugoeslavia. Sólo a un playboy hippie como Bill Clinton pudo ocurrírsele una paz como la firmada en Dayton que produjo la masacre de Srebrenica.

Algunos me piden que no hable de política como en los tiempos de la dictadura. La piensan como un traje deshilachado, lleno de lamparones, se lo pusieron una o dos veces y colorín colorado. Entiendo que algunos estén aburridos, estresados de tanta redundancia y tienen todo el derecho de hacerlo. Pero algunos se parecen a los Testigos de Jehová que predican "no te harás imágenes" y hacen publicaciones que son el colmo de la imaginería. Hay tres temas rectores de las charlas de argentinos, en este orden: fútbol, mujeres y política. El uso de la escala pentatónica al que volvió Bartok o los cuantos de Max Planck ocupan un lugar muy secundario. Hablar de economía reenvía a la política porque no hay aquí ningún enunciado consistente desde hace décadas, predomina el discurso del mito que hace pasar lo ideológico por lo político.
La política  para mi es parte de la pesadilla de la historia como lo fue para Sade la revo pop francesa, para Joyce el nacionalismo irlandés, para Karl Kraus el nacional socialismo y para Soljeinistein y Orwell el estanilismo y para Reynaldo Arenas la Cuba de Castro. El nacional populismo viene de tiempos de Malvinas cuando un lacaniano galtierista citaba al filo nazi Scalabrini Ortiz y luego hacía con entusiasmo la campaña por Luder que proponía en su plataforma la amnistía de los militares.
 No estamos en On the road, un camino sin escalas hacia lo sagrado sino en la llanura de los chistes, campo minado y suicida que Osvaldo Lamborghini nos puso ante los ojos sin que les llegara a los lacanianos el "momento de ver".

miércoles, 20 de marzo de 2013

Martínez de Hoz, otra triste página del dirigismo argentino, Partido Liberal Libertario


José Alfredo Martínez de Hoz, Ministro de Economía de la última dictadura militar entre 1976 y 1981, falleció el día sábado. Un exponente del autoritarismo económico, responsable y cómplice de violaciones a los derechos individuales, cuyas consecuencias nos persiguen hasta el día de hoy.
Su accionar, en el plano económico, se caracterizó por el aumento del endeudamiento estatal, los controles de precios, el control indirecto de cambios, las protecciones arancelarias y no arancelarias, y el aumento desmedido de las tasas de interés producto de los préstamos a empresas estatales y al propio gobierno. Además de la emisión monetaria, que continúo con el proceso inflacionario comenzado en la administración anterior.
La gestión de Martínez de Hoz se apalancó en el carácter autoritario del gobierno militar. Lamentablemente, hasta el día de hoy, se continúa apelando a algunas de las recetas esbozadas por el ministro recientemente fallecido. Los controles de precios del año 1977, cuando el gobierno manifestaba que los empresarios tenían que "deponer sus pretensiones alcistas", guardan semejanza con el discurso del gobierno actual. El "acuerdo" de 120 días de ese entonces no es distinto a la política de "congelamiento de precios" que orgullosamente aplica el Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Ambos procesos están destinados al fracaso.
Asimismo, la llamada "liberalización del mercado financiero" fue neutralizada a través de las operaciones del Banco Central, que no permitían conocer el valor real de las divisas. Una política liberal libertaria en este sentido sería la eliminación de los privilegios que hoy gozan los bancos, amparados por el estatismo monetario que prevalece hasta nuestros días. En aquel entonces, el economista Alberto Benegas Lynch, actual miembro del Consejo Honorario del PL, manifestaba: "es necesario privatizar las empresas estatales y llevar a cabo una reforma monetaria y bancaria que contemple la vuelta al patrón oro clásico para independizar la moneda y el crédito del poder político".
La plena vigencia de la "ley de abastecimiento", las relaciones carnales entre las grandes empresas y el poder político, y las prebendas y privilegios a empresarios amigos son todos rasgos que compartió el gobierno militar con el actual.
En este sentido, no debería olvidarse que este personaje nefasto terminó sus días con prisión domiciliaria por el secuestro extorsivo de los dueños de la compañía Sadeco. Esta empresa había "ganado" la licitación para exportar algodón a Hong Kong y, según la causa, las víctimas fueron presionadas para realizar el negocio junto a una firma vinculada a Martínez de Hoz.
Otra oscura sección en el prontuario de Martínez de Hoz fue la desaparición de Juan Carlos Bel, empleado del Ministerio de Economía, quien fue desaparecido a raíz de su oposición al proceso de estatización de la CIAE, la compañía de energía de capitales suizos. Evidenciando de esta forma que el accionar estatal no se limitaba únicamente a las agrupaciones guerrilleras, sino que cualquier disidencia con la línea oficial podía significar una excusa suficiente para ser víctima del aparato estatal.
La "plata dulce" y la "bicicleta financiera", términos que afloraron durante su gestión, son imposibles de desvincular a una economía intervenida, así como las garantías otorgadas por los militares a las empresas que no lograran alcanzar sus ganancias a la hora de contratar con el Estado, ya que según ellos se encontraban en la "patriótica" tarea de la construcción de la Argentina.
Probablemente, la medida más recordada del fallecido ministro fue la famosa "tablita", mediante la cual el gobierno planificaba devaluaciones graduales y anunciadas, otro absurdo invento de los economistas argentinos para dirigir el mercado cambiario que terminó como todos los demás. "Queda clarísimo que la política cambiaria del gobierno kirchnerista es casi una copia de la tablita cambiaria de Martínez de Hoz", destacó el economista Roberto Cachanosky.
Los hechos son incuestionables. Depende de la ciudadanía no comprar espejitos de colores de los planificadores de turno, que son calcos de los planificadores previos a los que se critica oportunamente según el relato de turno.
En conclusión, Martínez de Hoz formó parte de una etapa de la Argentina que dejó en claro lo devastador que puede llegar a ser el Estado. Es la muestra de que todo gobierno debe tener límites en su accionar.

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martes, 19 de marzo de 2013

El efecto Vaticano. Por Luis Thonis




Da risa que un gobierno que cuenta entre sus alfiles a Timerman que editaba el diario videlista La Tarde, a Alejandro Horowicz que le escribía editoriales a Massera, con consejeros que integraron Guardia de Hierro como Juan Carlos Mazzón, operador de Manzano durante el menemismo, además de apoyar gobernadores criminales como Insfrán, zares ladrones como Alperovich o los Corpacci y con el mimado Gerardo Martínez de la OUOCRA- acusado de más de cien desapariciones- haya difamado a Bergoglio  por haber entregado a dos curas que aparecieron luego de haber sido torturados y que como Yorio hablaron en su favor. A los que se suma un Sergio Uribarry en Entre Ríos donde las boletas de tasas municipales aparecen con la consigna- no desmentida hasta ahora por el gobierno:- ¡Haga patria, mate un judío!
Como dice Julio Bárbaro, que sufrió un secuestro bajo la dictadura, la lupa que quisieron poner en Francisco I se volverá contra ellos ya que no sólo se enriquecieron con la ley de Martínez de Hoz con Alicia Kirchner como funcionaria de la dictadura- y son, lejos, los gobernantes más ladrones que conoció nuestra historia 
A Francisco no podrán comprarlo como hicieron con Oyarbide o Verbitsky quien 2003 los acusaba de ladrones- por la privatización de YPF en la que desaparecieron seiscientos millones de dólares- o Víctor Hugo Morales- que una semana antes de que obrara la billetera se preguntaba por su patrimonio- y a los que voces silenciadas de Santa Cruz acusan de haber entregado compañeros, lo que probaría su silencio en toda la época de la democracia cuando representaron al PJ menemista y la entrega de las víctimas de la AMIA a los ayatolas de la muerte. 
Vertitsky ve ahora como patriota al converso José Luis Manzano. Así funciona la Mafia. Los que lucharon por los derechos humanos, Adolfo Pérez Esquivel, el obispo Hessayne y Fernández Meijide- que integró desde el vamos la CONAPEP, mientras que a los K ni se los vio- negaron el colaboracionismo de Bergoglio con la dictadura. Bergoglio ya compareció ante la justicia ante los jueces Germán Castelli, Daniel Obligado y Ricardo Farías, miembros del Tribunal Oral Federal Nº 5 que entendía en la causa ESMA y tuvieron duras sentencias para varios acusados. Esto recuerda el caso Irán: ahora Ricardo Forster tiene “dudas” que el atentado a la Amia no está definitivamente probado, también el actual ataque a la Corte: ahora Ricardo Lorenzetti, está en la mira de quienes quieren tener a la instancia última del estado de derecho en la declaración jurada. No se ha podido achacar al actual Papa un sólo caso de corrupción, en los que los multimillonarios funcionarios K compiten haciendo patria.
Ahora ha habido un giro de ciento ochenta grados por orden de Cristina: D´Elía, La Cámpora y Página 12 luego de difamar de pies a cabeza a Bergoglio lo elogian. Ahora ya no es Bergolio sino Francisco I, un Papa nacional y popular. Se equivocan: si algo no tolera un jesuita es la corrupción, la orden se caracteriza por separar a quienes la practican, por algo el Rey de España los expulsó de Misiones, luego de lo cual el indio quedó en indefensión para que los Insfrán hicieran de las suyas. En política no son nada ingenuos y pueden darse la mano con el mejor Maquiavelo. Franciso I va a depurar el Vaticano, para eso fue nombrado en el cónclave, pero no va a ser indiferente sobre la corrupción en la Argentina sobre la que se refirió hablando de la impunidad del gobierno: nunca se sabe quién fue, recuerdo que dijo.
Es el fin del nacional populismo en su última etapa, el cristinismo, y el retorno de un peronismo más tolerante que se caracteriza siempre por reaparecer bajo nuevas vestimentas.Scioli no es por asomo un santo de mi devoción pero es más peronista que nacional populista que apunta a "ir por todo" y devastar lo que queda de República.
Lo que más interesa a mi entender en el efecto Vaticano es que se vuelve casi imposible el intento de la re relección reclamada en coro por los gobernadores sometidos al mejor estilo de los que pedían de rodillas a Rosas que no renunciara y le renovaban las facultades extraordinarias. 
La aguda Susana Viau comenta que Cristina vivió como una afrenta personal la elección del Papa, amigo personal de Scioli y que tiene diálogo con Carrió y una franja ancha de la oposición. Vio el principio del fin, como si se realizara la premonición de El, Néstor, que vio en Bergoglio "el principal opositor". Al no haber leído a Dickens y menos a Tácito, este cachivache intelectual no captó que había ocurrido el acontecimiento más extraordinario de la historia argentina. Como ella no estaba en el centro lo consideró indignte pero también superfluo. Ya era tarde cuando se dio cuenta, sus clones habían bajado ya la línea marxista puerto maderista. Mariotto fue el único coherente. Pero nadie advirtió que el Papa tiene un poder simbólico superior al ejército norteamericano y el de Israel juntos y eso va a incidir en el futuro político. 
Cuando se dieron cuenta el papelón internacional ya era evidente.
El nacional populismo ha mostrado otra vez su dimensión pornográfica al girar ciento ochenta grados en su discurso. Su poder de consenso se basaba en discusos performativos y en símbolos y a un jesuita en eso no hay quien le gane. Lo propio de la lógica jesuítica no es banalizar el mal como lo hacen los pequeños Echimann fel nacional populismo sino tratar el mal por el mal mismo. Recuerdo que un mes antes de la La Tablada, I988, apliqué ese método en un ensayo donde prefiguro los hechos con un mes de anticipación, basta leer los discusos que cito. Desde entonces me convertí en el enemigo número uno de los zombi intelectuales progresistas y el escritor más censurado de todas las épocas por poner de manifiesto a los que todavía mandaban a la gente al frente desde las cátedras en plena democracia en coexistencia con los carapintadas. Después de los hechos sangrientos los maestros cantores aparecieron dando clases de Guevara en las universidades del Norte. A Horacio González no le hubiera venido "mal" pensar en esta historia, que está tocando el fondo de esa banalidad de tartufos y no creer en lo que piensa en vez de citar la obra de Lugones sobre los jesuitas para reacomodarse.  Y a todos enterarse que la Argentina es el país del falso sacrificio, sea la guerra interperonista de 1973-1976, sea Videla, la Plaza de Galtieri, sea esta década más extraviada que ganada donde el fetichismo y la idolatría alcanzan su máxima apoteosis al presentar a unos cuantos esperpentos cuyo único mérito es comprar a quien sea en héroes de una épica otra vez suicida.
Nunca tendrán mi alma, escribió James Joyce, educado por los jesuitas, ante el trasnochado nacional populismo irlandés.
A medida que va mermando la imagen de Cristina, la desesperación aumenta en las filas oficialistas. Se viene una época de sorda violencia, la Cámpora distribuye en las villas las armas entregadas de buena fe al Renard, desde Jujuy al conurbano vayan a Zavaleta, Barracas, ya no es el lugar que Bergoglio visitaba, comprueben con sus propios ojos. Los próximos meses abundarán en hechos programados y violentos con el objetivo de lograr la renuncia de Scioli- no les queda otra-, lo vaticina el ataque que hicieron en Sarmiento a un intendente no K, aprovechando la protesta por un crimen.
No estamos ya en 1975 para volver al asesinato político, algo que se palpita cuando el megalómano Juan Pablo Feimann quiere convencernos que Rucci murió de un resfrío y Mor Roig y centenares de tantos otros de catarros.
Me parece que el efecto Vaticano logró lo que la oposición no pudo, poner coto a esta casta de ladrones que quiere perpetuarse en el poder indefinidamente para evitar Devoto.
Vi un video donde Bergoglio hablando con una señoras católicas que ayudaban a la Iglesia les hablaba acerca de lo jodido que es el trabajo en negro cuando una de pronto le dice: yo quiero que mi mucama esté sana, no quiero que vaya a buscar afuera. Bergoglio quedó muy impresionado, no tuvo pelos en la lengua para contarlo: la mucama no sólo estaba en negro sino que cumplía funciones de servicio sexual y para ella era algo natural.
Fachada ideológica aparte, los K, se parecen bastante a esta señora en la compra de voluntades que va de políticos a jueces y provincias enteras. A diferencia de  Mujica y Rouseff que fueron guerrilleros de veras y no sacaron tajada de eso inoculando todo el odio subvencionado que pudieron como los furiosos conversos K, aprovecharon los precios internacionales que hicieron crecer como nunca en la historia a toda la región, hicieron reformas liberales caer en un trucho discurso épico que nos coloca delante de una megadevaluación mientras los intelectuales de la servidumbre alientan el más bajo romanticismo que alcanza el colmo de la abyección al negociar las víctimas con Irán y ser un país afín a las peores dictaduras.

sábado, 16 de marzo de 2013

Palabras de Guy Millière sobre la diabolización de Israel



 

Guy Millière, economista y pensador, el colmo de lo incorrectamente político- siempre mejor que lo corretamente abyecto- dijo en una conferencia:

“¿Por qué defiendo a Israel?, nos dijo Millière, porque defiendo la Verdad y la Justicia y por ello tengo muchos  enemigos y me prohíben publicar en gran parte de la prensa de Francia. Por ello tan solo puedo expresarme con entera libertad en mis libros. Mi segunda obra tiene un título provocador intencionadamente: “Como si se estuviese preparando una segunda Shoah” ha sido totalmente ocultado por todos los medios franceses”.
Tras este preámbulo, el orador nos dibujó un cuadro muy negro y angustioso de la situación planetaria y más particularmente de la de los EEUU de Obama. Lo que algunos llaman “primavera islámica” es más bien “invierno islámico”.
La fase de mutación que conoce el mundo tiene su centro en Washington  y toda la política interior de Obama  americana de Obama tiene repercusiones mundiales incalculables. En efecto, Obama está trabajando por la transformación de América y especialmente de su economia. Ya ha estatalizado el 16% de su economía. La deuda ha aumentado  y se ha multiplicado por 3 desde su llegada a la Presidencia.
Peor: él (Obama) ha optado por una reducción de armamentos que conlleva una baja de credibilidad internacional en América. Su política ambiental no es buena: ha impuesto una moratoria a las sociedades petroleras lo cual lleva al aumento del paro en esta actividad.
La consecuencia de esta política interior es la subida de poder  de los países que venden materias primas como Brasil e Irán.
¿Por qué esta política?
PARA COLOCAR A LOS EEUU EN ESTADO DE DEPENDENCIA. Rodeado de asesores como Farid Zaccaria y Thomas Friedman , los dos son anti-israelitas. Obama ha expuesto su tesis según la cual los EEUU no deben de ser la gran potencia mundial. Eso debe desaparecer.
Nuestros dos “asesores” creen que si va mal en el mundo es porque los EEUU son demasiado poderosos  y debe de darse el poder, cada vez más, a la ONU. Obama es partidario de un mundo Multipolar: cada civilización tiene su propio modo de funcionamiento, y por ello acepta las dictaduras (China,Siria,Irán). Esto va en contra de la doctrina tradicional de los EEUU. Además, Zaccaria es partidario del diálogo con el islam  más radical. Esta filosofía explica que Obama ha dejado a Irán avanzar y volverse una potencia regional y hegemónica, que no esté en contra del giro de Turquia la cual ha pasado al campo de Irán, quedando como miembro de la OTAN(!), que Arabia Saudita, descontenta, se acerque también a Irán. Pues la visión de la Administración actual USA descansa sobre el principio de que para tener un M. O. estable, es preciso un Irán hegemónico y los Hermanos Musulmanes mandando en los países del entorno.
¿Donde está Europa en este cuadro catastrófico? Según Guy Millière, está en un estado de delicuescencia económica y moral que la vuelve muy vulnerable. Partidaria, en su corazón, de acuerdos muniqueses. Por tal cosa corteja a los más fuertes. En Europa hay “obamalatria” y, por tanto, una diabolización obligatoria de Israel. Esta diabolización de Israel es un hábito  y como dice el historiador  del antisemitismo León Poliakof, los hábitos facilitan las cosas. Por ello en Europa se han acostumbrado a la idea de que si Israel desaparece, todo irá mejor.
Para Israel esto es una situación de tempestad furiosa, pero Israel tiene capacidad de poder resisitir: una economía floreciente, un  leadership en el campo de las altas tecnologías mientras, en su entorno, el mundo árabe se hunde en el plano económico.
Israel debe de cambiar su discurso. Se necesita que pasemos a la ofensiva y que expliquemos las posiciones con fuerza y convicción.
El público y organizadores, los periodistas y TV quedaron entusiasmados por esta conferencia que ha probado que los Justos aún existen. ¡El P´tit Hebdo continuará apoyándolos!

Fuente: Un amigo presente en una conferencia de Guy Milliére.

viernes, 15 de marzo de 2013

Persuación de un crimen. Por Yenia Fischer

 


Que nada se pierda
ni el puñal misericordia
ni la mano

y cuando el loco de la planta baja
abra todas las canillas
no pienses en los caballos vencidos
que se cortan el cuello con los dientes

para respirar.

.

madre
que cubran tu cuerpo
no arrojemos cuchillos
-soy tan pequño-
moriré, si es necesario


las palabras vuelven
son trama de la carne: 
un animal judío muerde mi nuca



XVI
Si no alcanzara la amorosa caridad

ser la que se ahorca
la mosca cortada en el aire.
 


jueves, 14 de marzo de 2013

El nombre judío y el nacional populismo. Por Luis Thonis



Porque la tentación existe: en Gen 1.28, Dios le dice al hombre, junto con al orden de fructificar y multiplicarse, que le ha dado los vegetales y los animales para alimentarse de ells y gobernarlos. Pero esta palabra (u redu: gobernarás) contiene una anfibiología más que elocuente: su raíz se vincula con la que da lugar a otro término, laredet,, que significa descender. De modo que como el caso de moed y muad- memoria y recreación, el estrecho parentesco linguístico no informa de  la proximidad indisociable de sus dos posibilidades y el riesgo del deslizamiento entre ambas. Gobernar es, sóo circunstancialmente, "estar arriba", una superioridad coyuntural que no debe confundirse con una natural. Por el contrario, ocupar una posición de mando implica  un monto de responsabilidad extremo, como el caso de los reyes que deben, cada día, volver a estudiar la ley y recordar sus limitaciones. Si así no se hace, el que está momentáneamente arriba caerá más abajo que aquéllos a los que debería guiar y gobernar. 
Diana Sperling, Filosofía de Cámara, 2008.


Criticar a Israel, directa o arteramene pero no decir nada de los hitlero islamitas se ha convertido en el único modo de aparecer como bienpensante. 
Hace tiempo que una mayoría de lacanianos que sustituyó a Freud por Carl Schmitt hace las veces del rostro analítico del nacional populismo. De tanto teologizar a Freud ya no se escuchan hablar. 
La propia autora reconoce que Irán es un estado que niega la Shoá y no se pregunta si quienes ignoran con esmerados seminarios que seis millones de judíos fueron gaseados difícilmente van a entregar a sus funcionarios que son venerados como héroes, lo mismo que su brazo militar, los carniceros de Hezbollah, partícipe clave en el hecho. El siniestro pacto de impunidad con Irán es el punto final de la política de encubrimiento iniciada por el menemismo, como para celebrarla en un asado en la ESMA convertida en una churrasquería Festilindo y con el propio Menem, actual senador K, como invitado de lujo: esta sí que la hicimos juntos.
La banalidad del bien en clave de circense es la impronta de la ética K. Nada importa demasiado, sólo la aparición de sus esperpentos, sonriendo, triunfantes no se sabe de qué, para el Espectáculo. Cristina evitó la foto con el gángster iraní Ahmanideyad, si es que llegara a dar en las encuestas se cansará de posar con él como lo hiciera con el malogrado troglodita Hugo Chávez
El artículo de Perla Sneh, “Judío, nombre argentino”,  pasa por alto algunas cuestiones que son decisivas. Todo ya está enunciado en el título, que debió ser “El atentado a la AMIA, un atentado a la Argentina” o algo semejante porque fue un acto de guerra de un estado contra otro y no tiene importancia el credo de sus víctimas. 
Puesto el título, hecha la trampa.  No escribo esto respecto a esta reflexión en particular sino a un modo progresista de pensar el nombre judío, diferente pero acrítica de la banalidad del bien que practica el nacional populismo.
Es cierto que el atentado fue contra una institución judía pero en términos de derecho internacional fue un acto de guerra contra la Argentina, luego el nombre judío, las víctimas, argentinas o no, deben pasar a segundo plano en vez de establecerse jerarquías entre ellas como se ha hecho desde el nazismo hasta Miguel Pichetto. La causa no fue ajena a  que en septiembre de 1992, meses después del ataque a a embajada de Israel asesinaran a cuatro líderes kurdos enun restaurante de Berlin.  Los kurdos son una minoría en Irak- protegida hasta hoy por la intervención norteamericana- y en Turquía donde desde el giro de Erdogan hacia el islamismo fueron asesinados unos cien mil. Nadie dice nada. Lo mismo de la masacre del régimen de los Assad en Siria cuyo número de víctimas sobrepasa toda la historia del conflicto palestino-israelí. Nadie quiere enterarse de todo esto, como de las sucesivas masacres de coptos en Alejandría por parte de los hitlero islamitas en Somalía o Tailandia. Se toma un conflicto menor´el palestino israelí- como el mayor, único y excluyente del mundo, el resto no existe y el nombre judío ocupa el centro de la escena y los Badiou y los neonegacionistas se ocupan de argumentar que Israel no es un nombre judío sino "nazi".
Más allá de las precisiones destacables de la autora sobre la tradición judía, es dar pasto para que los D´ Elia aliados la emprendan contra Israel, al cual hay que sustituir por el contexto global y el lugar que ocupan los actores en torno de una Jihad planetaria. Hezbollah acaba de hacer un atentado en Bulgaria contra turistas judíos y Pilar Rahola critica la pasividad de la Unión Europa que se niega a reconocer a esta organización que responde a su amo iraní como terrorista y el silencio mundial al respecto: no seria lo mismo si fundamentalistas judíos hubieran atentado contra  árabes o palestinos de vacaciones. 
En su blog se lee: "Apenas la semana previa al ataque en Bulgaria, un miembro de esa agrupación chiíta fue apresado en Chipre mientras estudiaba el terreno para llevar a cabo un ataque contra israelíes en una zona playera. El junio previo, fueron arrestados en Kenya dos iraníes cuando intentaban ingresar explosivos clandestinamente al país y estaban aparentemente estudiando los movimientos de israelíes y norteamericanos allí. El anterior febrero, en Tailandia, Georgia y la India, diplomáticos israelíes fueron atacados por agentes iraníes. Turquía y Azerbaiján también fueron zonas de operaciones en las que agentes del Hezbollah planearon atacar a israelíes. En la misma Bulgaria, en enero del 2012, un atentado similar al de julio fue frustrado, en fechas a grandes rasgos coincidentes con el cuarto aniversario del asesinato en Damasco de Imad Mughniyeh, jefe de operaciones terroristas de Hezbollah, por el que su liderazgo culpó a Israel"


Jean Claude Milner se  refiere a esa pasión taciturna que es la letanñia del Lazo donde el miedo de quedar fuera estrangula al sujeto que repite su devoción ahora exclusiva a una representación excluyente: "el nombre de esta pasión es la canallada que no es el castigo del renunciamiento a desear, sino este renunciamiento mismo. Por ella el sujeto ve, pero no mira, oye pero no escucha, encuentra y reconoce, pero nada quiere saber de ello".
Hay una marcada voluntad de ignorar. La limpieza étnica, la guerra contra "judíos y cruzados" se extiende a lo largo y lo ancho del mundo musulmán y apunta a todas las religiónes ajenas al integrismo del fuego que se lee en el poema de Leónidas Lamborghini De Suad. En Tailandia han sido asesinado miles de budistas y en Bangladés el poeta Kaiser Hag, un sobreviviente del genocidio que hizo Pakistán en los setenta con los bengalíes- se pregunta: ¿cuántos Budas pueden destruir?, luego del ataque de los jihadistas a más de quince ciudades.

Los bienpensantes que tildan a Israel de "derecha" no dicen palabra de esta "izquierda" que responde a una Jihad planetaria que practica el urbicidio y la guerra contra los civiles- no existe nada más de ultraderecha en el mundo- que apunta a imponer estados integristas basados en la Sharia como en Mali.
José Pablo Feimann dice que la derecha está representada en América Latina por los medios de comunicación, cuando sea como en Cuba la Seguridad del Estado la voz del pueblo, voy de la Nomenklatura será la famosa "liberación" pese a que hay más de senta mil ahogados que trataron de huir de esos paraísos terrestres que parecen una copia del infierno. 
Segundo: la Argentina es cómplice del mayor genocidio del siglo XXI hasta hoy, me refiero a la solidaridad que por orden de Chávez expresó Cristina Kirchner con  Al Baschir- cuatrocientas mil víctimas en Sudán- cuando Moreno Ocampo  en marzo de 2009 pidió su detención en nombre del Tribunal Penal Internacional por la limpieza étnica que se llevó a cabo en la provincia de Darfur, Sudán con tres millones de deportados que fueron a morir al desierto, a la que se suman todo tipo de violaciones a las etnias con el objeto que tengan descendencia musulmana. 
Al Baschir está en las mejores migas con Ismael Haniyed, líder del Hamas palestino, alojó a Bin Laden y su dictadura integrista- defendida por Chomsky y Edward Said en Actos de Agresión con argumentos delirantes- pidió su detención por orden de Chávez, el mismo que ha ordenado el pacto antes de morir porque Irán pisa fuerte en Venezuela. Quiero suponer que Cristina Kirchner que no sabe ni quién fue el verdadero Ho Chi Min no debe hasta hoy tener idea de quién era Al Bashir aunque se nota cada vez más su atracción por los dictadores como el "compañero Kadafi". Bastó la orden de Chávez que aconsejaba leer a Chomsky. Cuando los K ganaron las elecciones escribí que Chomsky, uno de los máximos negacionistas del siglo pasado y actual, había llegado a La Casa Rosada, entonces escribí en Libros peligrosos ante la indiferencia generalizada. “Tal vez, supongo, porque este sea un problema de la Argentina blanca, como afirmó Luis D´Elia respecto a la protesta que hicieron colectiveros por el corte del dedo de un asaltante a un compañero, aunque en las etnias masacradas no abundan rubios de ojos celestes”
Esto significa que las víctimas es lo que menos le interesa a un gobierno que permite el robo de sus tierras y la caza de aborígenes en Formosa que violan las leyes constitucionales que los protegen. 
Tercero: el reclamo de Kirchner de la entrega de los funcionarios iraníes implicados en 2007 donde hacía una descripción del terrorismo global bastante acertadase fue a la tumba con él y como hizo de la mentira la política excluyente del Estado ya no sabremos cuánto de verdad había en sus palabras. La oposición que hoy se rasga las vestiduras en su momento no lo apoyó, en parte por el oportunismo de rutina y en parte porque hay ignorancia voluntaria de que el mundo está en una guerra no convencional pero que existe en distintos grados de intensidad. 
Israel está en la mira de más de cuarenta dictaduras árabes, la Argentina está implicada y sus zombi intelectuales optan por el peor partido de la mano de impresentables títeres K. Sneh se refiere a la diferencia establecida por un "senador nacional" entre “argentinos de religión judía” y “argentinos argentinos” no fue un acto discriminatorio, fue por el “calor del debate”. La autora dice bien que la palabra religión no existe en el judaísmo pero da el nombre del senador- cabe hacerlo en un tema tan delicado- y a su vez lo justifica. Ese senador es Miguel Angel Pichetto, el jefe del bloque kircherista que ayer justificaba cualquier estropicio del menemismo con el mismo “calor” del debate. 
Basta acalorarse para practicar el más rancio antijudaísmo, exegetas como Perla Sneh están ahí para explicarlo.  
Así va germinado un sujeto idiotizado por la ideología y la propaganda como objetivo excluyente del nacional populismo, va haciendo camino al negar.  
Hacer de los judíos otra clase de ciudadanos trae reminiscencias de lo que el nazismo hizo en la primera etapa. Para Pichetto como para todo el nacional populismo los judíos no son totalmente argentinos, no hubo críticas sino justificaciones como las de Ricardo Forster para el cual uno los atentados más probado de la historia del terrorismo hasta los detalles ínfimos le deja dudas. No usa la misma vara para los macristas, no se acaloran, son fríos, por poco los responsables del atentado. No es sólo el oficialismo. La bienpensante Beatriz Sarlo que con intelectuales oficialistas firmó un manifiesto considerando a Israel “estado genocida”, opositora oficial, elogia en Chávez los mismos aspectos que los contemporáneos progres de su época exaltaban en Mussolini. 
Perla Sneh no practica un autoritarismo a la Humpty Dumpty como Horacio Verbitsky- que escribió Robo para la Corona y ahora considera a Manzano un árbol que da buenos frutos- o a lo Ubú rey como el megalómano Juan Pablo Feimann- para el cual Rucci murió de un resfrio, Mor Roig y cientos de víctimas de los montoneros de catarros, y el Che de los poster, que en su vida tiró tres tiros murió “combatiendo heroicamente”, invocando en su diario al "llorado camarada Stalin"- que caracteriza a los nacional populistas sino una dimisión ante su letra. 
Insisto: en Irán a los autores del atentado se los considera como héroes, de modo que difícilmente vayan a juzgarlos en un país donde la justicia reposa en la Sharia. Pilar Rahola, que tiene un valor ausente en estos pagos, que apoyó el reclamo de Kirchner hoy repudia esta abdicación ante los ayatolas de la muerte como vergonzante. 
Hoy no hay continuidad con su reclamo como se quiere hacer creer sino todo lo contrario.
Se trata de un pacto de impunidad, propio de un país gobernado por una casta de delincuentes- Argentina- y un estado que promueve el terrorismo en el mundo, niega la Shoá y que con los métodos de Mein Kampf apunta a borrar a Israel del mapa aunque no tenga ningún conflicto, territorial y de ningún tipo con él. Irán ha crecido con  la Jihad planetaria a partir de la política pasiva de Obama. No hay ninguna “luz de esperanza”, la misma Sneh lo sospecha, no tiene la desfachatez de un Ricardo Forster pero no se atreve  a sacar conclusiones por miedo a ser incorrectamente política con el nacional populismo. 
Lo que hay es un cierre definitivo del paradigma aliado al eje jurásico latinoamericano heredado del castrotercermundismo, liderado por el chavismo: a partir del momento del pacto de impunidad la Argentina, un país aislado de las naciones donde prima el estado de derecho- palabra vacía en nuestra cultura- participa con el chavismo, Siria, el Hamas palestino y el Hezbollah libanés- autor- fundamental del atentado, cuyos integrantes se consideran iraníes- inicia el camino a la tiranía, ostensible en la tentativa de “democratización de la justicia” que supone dominar no sólo los medios sino tener a la Corte de Justicia como bien patrimonial, en las multimillonarias declaraciones juradas de los funcionarios. 
Los progres como Beatriz Sarlo son lentos, llegan a reconocer los tópicos- los genocidios de Mao, que Cuba es una dictadura criminal, que Israel no es genocida, que el kirchnerismo, elogiado al principio como heredero del legado de la alianza- con diez, veinte y treinta años de atraso, tal vez los lacanianos tengan cierta ventaja por su relación con el lenguaje pero del “instante de ver” del que habla Lacan ni noticia: el tiempo de comprender se proseguirá indefinidamente porque su a priori es un sujeto ya capturado en el goce de la servidumbre voluntaria.
Hay que decirlo con todas las letras: el pacto de impunidad con Irán es un punto final que ha sido posible en una cultura cultivada por décadas y al que no es ajena la izquierda bienpensante aliada al nacional populismo, marcada por el negacionismo de los gulags y que encuentra en el mito palestino su último argumento.No hay que olvidar que cuando Israel sufrió el ataque combinado de Hamas, Siria y Hezbollah, la FUBA, el PO y el inevitable Quebracho fueron a la embajada de Israel a protestar al grito de ¡todos somos Hezbollah! disfrazadas con kuffiyahs, superando a la derecha fantasmal que viven atacando con los nacional populistas. El Partido Obrero ha criticado la defensa del chavismo por parte de Atilio Borón. " El aparato de seguridad de Venezuela, precisamente, no ha esclarecido ni uno solo de los asesinatos de militantes clasistas ejecutados por sicarios de las patronales, y ha protagonizado represiones reiteradas contra los obreros de la ex Sidor. Venezuela tienen muchos Mariano Ferreyras; el panelista de 678 no abrió la boca hasta ahora contra la condena proferida en ese programa, por su conductor, Barone, contra Ana Guzzetti, la militante encarcelada y torturada por interpelar en una rueda de prensa a Perón.” El Partido Obrero describe bien la boliburguesía bolivariana, compra el mito de la causa palestina y  todavía no quiere enterarse de quién fue el verdadero Trotsky- autor de la masacre de Kronstad- , niega el estado de derecho y la propiedad privada y tiene un programa económico que ignora la globalización y que nos llevaría a pasos agigantados al paleolítico. Son obstáculos para ser un partido moderno como el PT de Lula y hay una izquierda populista que ya no tiene que ver con la política sino con el más bajo romanticismo de pacotilla, habla como si fuera la creadora de los derechos humanos en el mundo- que siempre despreció, salvo para usarlos en forma selectiva o reclamar justicia para sus víctimas- que desvincula del estado de derecho sin reconocer como Claude Lefort en su crítica a Marx en su lectura de las constituciones liberales- norteamericana y francesa- que no estar obligado a declarar contra sí mismo y otras garantías son logros que no pueden abandonarse a ninguna tiranía. 
Cuando hablé con algunos de ellos no tenían la menor noción de quienes eran los que atacaban, luego que la presión de Bush logró el retiro de las tropas sirias del Líbano. El ataque fue el modo que tuvo Hezbollah de recuperar el poder de las masas luego de la revolución del cedro, vituperada por Chávez. 
El antijudaísmo tiene la virtud de hacer Uno de la masa.
Cristina Kirchner ya ha dado un paso atacando directamente a Israel a lo Luis D´Elía:
Reconoció que en el atentado de 1992 a la embajada de Israel fue atacado en su territorio y sus ciudadanos pero sólo para acusar de indiferencia al estado hebreo como si la Argentina hubiera resuelto este atentado que cayó en el olvido. ”Nunca, desde 1983, un gobierno argentino se animó a calificar a los judíos de cómplices de sus verdugos. Cristina Kirchner sí lo hizo”, escribió Pepe Eliashev.
Colocar el nombre judío en el centro de la escena es contribuir a  blanquear lo que está siendo blanqueado y volver a asesinar a las víctimas. En el centro de la escena debe comparecer la cultura que legitimó como ex combatientes a los ladrones santacruceños, ,que no movieron un dedo por los derechos humanos y que tras representar al PJ menemista en los noventa de un día a otro emergieron con la furia de los conversos.  
La mejor forma de honrar a la memoria de las víctimas de la AMIA es desenmascar y juzgar la casta que nos gobierna y humilla con esta farsa, no ser cómplices de los encubrimientos obsenos de la canalla intelectual tenga la camiseta que tenga- son siempre cambiantes-, romper relaciones con Irán porque no se ha cansado de escupir sobre la Argentina y llevarlo a los tribunales internacionales como punto de partida.
Perla Sneh cita a Marina Tsvietáieva que dice que todo poeta es judío. Pero abundan los poetas que son tan fraudulentos como Pichetto. 
Casi todo es fraudulento en nuestra cultura que elude los temas acuciantes, cuando los trata practica la banalización en acto, de lo contrario no hubiésemos llegado a este grado de abyección y sacrificio sacrílego de las víctimas sin estar todavía bajo una dictadura pero donde la Plaza de Galtieri sigue resonando cada vez más fuerte en busca de una seguridad identitaria por encima de las instituciones. Unas líneas de Freud hubieran bastado para entender esto. 
El proyecto de hacer del sujeto un títere alienado a la letanía del Lazo y sus fetiches sigue vigente. Es el momento de decir no a la destrucción de lo poco que queda del estado de derecho porque después será tarde como sucedió en Venezuela donde el asesinato político es una "sensación de inseguridad" y el antijudaísmo crece mientras avanza el caos social y económico como en la Argentina.
Hay que romper relaciones con Irán,  como un mínimo respeto a las víctimas y llevarlo a los tribunales internacionales.

martes, 12 de marzo de 2013

La hipocrecía sangrante de Eupopa con Hezbollah.


  

Quizás lo que la Argentina no pudo, Bulgaria lo logre.
Como es tristemente sabido, en 1994 Hezbollah perpetró un atentado contra la sede de la AMIA en la Argentina, provocando la muerte a ochenta y cinco personas e hiriendo a alrededor de trescientas. Dieciocho años exactos después -el 18 de julio de 2012, fecha aniversario de la voladura de la AMIA- Hezbollah efectuó un atentado-suicida en la localidad turística de Burgas, Bulgaria, que ocasionó la muerte a cinco israelíes (entre ellos una mujer embarazada), a un ciudadano búlgaro y dejó treinta heridos.

En 1997 Washington designó a Hezbollah como una organización terrorista y pujó, en vano, por que la Unión Europea hiciese otro tanto. Ahora que el gobierno búlgaro identificó al movimiento chiíta libanés como autor del atentado en Burgas, renovadas presiones han caído sobre el bloque europeo para que de una vez incorpore al Hezbollah a sus listados de grupos terroristas; tal como ya han hecho los Estados Unidos, Canadá, Israel, Australia, Holanda y el Reino Unido.

El esfuerzo de Washington por persuadir a la Unión Europea en designar a Hezbollah como una agrupación terrorista sigue el mismo camino del 2003, cuando los Estados Unidos presionaron a las naciones europeas a que incorporaran al Movimiento de Resistencia Islámico palestino (Hamas) a sus listados de grupos terroristas. Entonces, liderados por Francia y Alemania, los países europeos se resistieron inicialmente pero terminaron tildando a Hamas como un grupo de terror. En la actualidad, nuevamente son Francia y Alemania los países más escépticos a listar a Hezbollah de ese modo, alegando que el movimiento libanés tiene un brazo político con representación en el gobierno. Eso es cierto, y también es cierto que Hezbollah tiene aproximadamente cincuenta mil misiles, provistos por su patrón iraní, orientados hacia Israel. El propio Hamas es soberano sobre una porción de tierra, la Franja de Gaza, a pesar de lo cual Europa lo identificó por lo que es: un movimiento terrorista.

La oposición francesa y alemana puede estar basada en el temor a que sus suelos vuelvan a ser teatro de operaciones de Hezbollah, grupo que durante los años ochenta cometió atentados y asesinatos en esas naciones. Pero ellas y Europa por extensión deben reconocer que nunca ha funcionado el apaciguamiento en la lucha antiterrorista. De hecho, en los últimos años Hezbollah, en cooperación con la Fuerza Al-Qodsde Irán, ha estado actuando en suelo europeo y en todo el orbe.

Apenas la semana previa al ataque en Bulgaria, un miembro de esa agrupación chiíta fue apresado en Chipre mientras estudiaba el terreno para llevar a cabo un ataque contra israelíes en una zona playera. El junio previo, fueron arrestados en Kenya dos iraníes cuando intentaban ingresar explosivos clandestinamente al país y estaban aparentemente estudiando los movimientos de israelíes y norteamericanos allí. El anterior febrero, en Tailandia, Georgia y la India, diplomáticos israelíes fueron atacados por agentes iraníes. Turquía y Azerbaiján también fueron zonas de operaciones en las que agentes del Hezbollah planearon atacar a israelíes. En la misma Bulgaria, en enero del 2012, un atentado similar al de julio fue frustrado, en fechas a grandes rasgos coincidentes con el cuarto aniversario del asesinato en Damasco de Imad Mughniyeh, jefe de operaciones terroristas de Hezbollah, por el que su liderazgo culpó a Israel.

Como ha señalado el especialista Mathew Levitt, los alicientes de Teherán y de Hezbollah son coincidentes para efectuar operaciones conjuntas. Hezbollah juró vengar la muerte de Mughniyeh en su funeral e Irán busca dar respuesta a la eliminación de cinco de sus científicos nucleares en los últimos tres años. Algo similar ocurrió en 1994 cuando Hezbollah anhelaba vengar la captura de su aliado Mustafá Dirani en el Líbano por tropas israelíes en tiempos en los que Teherán estaba furioso con la Argentina por la cancelación de la cooperación en el área nuclear.

Desde su establecimiento en el Líbano en 1982, Hezbollah ha ganado una posición de prominencia en el mundillo del terror. Antes del ataque en Buenos Aires en 1994, ya había atacado, y matado, a cientos de marines norteamericanos y soldados franceses en Beirut en 1983, así como a disidentes kurdos en Berlín en 1992, entre muchos otros objetivos. El año pasado, el Tribunal Especial de las Naciones Unidas señaló como responsables del asesinato del ex premier libanés Rafik Hariri, en 2005, a cuatro integrantes de Hezbollah. Células del grupo fueron denunciadas por distintas y confiables fuentes en Cuba, Venezuela, Bolivia, Brasil, la Triple Frontera y otras partes de América Latina.

Para todo observador objetivo, Hezbollah es un movimiento terrorista. La Unión Europea debiera poder ver ello también.
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Julián Schvindlerman
Infobae
01/03/2013

domingo, 10 de marzo de 2013

Purgación, Expurgación, Anunciación Por Luis Thonis.



 



 
Quiero recordar el aniversario de quien sentó las bases, abrió las condiciones de la crítica en la Argentina: Sarmiento. No hay argentino que no tenga su Sarmiento: incluso si no lo leyeron. Yo tengo el mío, el que se deja oír en sus precursores: Martínez Estrada o Héctor A. Murena, todos ellos resistentes, con la inevitable referencia a Alberdi, al Campamento como modelo de país. Por eso, ante los discursos culturales que voy a examinar, me atrevo a imaginarlo preguntándose : ¿hay en la cultura hoy por hoy más que unos populismos más o menos vergonzantes sobre los cuales, inevitable, cabalga algún malón, algún fascismo travestido ? Y no lo diría para fortalecer viejas antinomias sino para provocar el pensamiento, empezado por los que hablan en su nombre....contra no pocos que se llenan la boca de patriotismo pero que- aun involuntariamente - trabajan para lo mismo que dicen criticar - autoritarismo, totalitarismo - conspiran - aun paródicamente- contra lo mismo que declaran defender, la democracia, y , recuerdo yo, la República.
Voy a tratar esos “ismos”, los nuevos cultos.
En efecto, las líneas que siguen tratan críticamente de una política que abrumadoramente propició una línea de funcionarios: la que va del apogeo del discurso utopista hasta su actual crisis, también de la pasividad que mostraron ante el nuevo discurso que no podía ser sino la resultante y casi la supresión de la actividad crítica. Todo derivó en un discurso “fundacional” que apunta realizar en lo concreto lo que el utopismo mantenía en el estatuto de un programa final, de hiper moron, de más allá de la cultura y que no era sino la cara de un programa cultural muy tangible.
La crítica literaria es una medida de cierto estado de cosas en una cultura. Esta ha sido absorbida casi en total por el horizonte homogéneo de un discurso cultural que no puede instituirse como discurso: es el de una política utópica que pontifica contra el Poder - con mayúscula - ocupando los lugares claves de la transmisión de la cultura, pero siempre bajo la forma de renegación: aun si para ellos son todas
, el poder lo tienen siempre “los otros” - léase “los elitistas”- y en esa lógica se alienta - en una forma paródica que “podría” ser - la toma total del poder (republicano, basado en la separación de poderes); el hoy se fortalece siempre desde un mañana imposible que es ahora la condición de meter miedo, propiciar en la cultura el funcionamiento homogéneo de las interpretaciones. Es tiempo de preguntarme dónde están y qué piensan de estos años de democracia muchos intelectuales y críticos que hablaron, independientes, contra la dictadura en los momentos más difíciles; no creo, no concibo que piensen con total ingenuidad que la cultura no es ya un lugar de discusión. No hay que sucumbir a la intimidación de una palabra que o bien es su propia performación (convalida el universo de discurso) o bien se limita al anatema ante cualquier objeción o crítica: el que disienta será: “elitista”, “fascista”, “autoritario”, y hasta parapolicial, ni siquiera le reconocen a un gobierno que tanto los apoyó la supresión de esos autos, muchos parecen vivir todavía bajo una dictadura, se diría hasta que la invocan ya que necesitan de ella para instituir un maniqueísmo tipo “si no estás conmigo estás contra mí”, que reproduce en otros el planteo de quienes iniciaron la lucha contra el anterior gobierno constitucional, sólo que de modo paródico, negando la tragedia, identificando revolución y festival; ellos sin embargo piensan que una dictadura es más favorable a su causa: indiscutida. Y tampoco están lejos de incurrir en eso quienes no diferencian los logros de este gobierno en lo jurídico-político - la restitución de las libertades públicas, el habeas corpus, puntos de no retorno- de la situación económica mal encaminada ni lo económico de lo cultural. Puede leerse que apuntaron desde entrada a la descalificación de lo jurídico y lo legal, de modo de probarse una idea de cultura que inexplicablemente el gobierno alentó de modo hegemónico, tal vez por el prejuicio de ser considerado de “derecha” o por una cuestión de votos, lo cierto es que la Universidad - humanidades - o los medios de comunicación estatales fueron lugares donde no hubo crítica de la hegemonía utopista, ese nuevo poder que se autodesigna como “nueva cultura” y se irroga una marginalidad que finge desde las instituciones. Su objetivo a través de un falso pluralismo - lo que Arendt ha caracterizado como “fachada” - es imponer la afasia generalizada, la intimidación para mantenerse en el poder simulando su separación. Es algo que me he cansado de comprobar: escribir estas líneas es llover sobre mojado, me asombra que casi nadie hable de algo, convengo, tan redundante, como si no existiera, - demasiado sé que las diferencias suelen también estar programadas y tras la fachada, en plena superficie están las consignas de hierro, con inobjetable apariencia-.
Está de más decir que los intentos de cuestionar dicha hegemonía fueron o silenciados o pasados por alto. La revista Innombrable - no fue el menor motivo que
ahí se hablara de los derechos humanos en Cuba - sólo fue tomada en serio por los grandes diarios del interior: La Capital (Rosario) y La Voz del Interior (Córdoba). Al parecer allá no llegan los controles. Actividades llevadas a cabo por el Centro Cultural General San Martín fueron excepciones que entre otras merecen destacarse. También en ciertos críticos literarios la poesía ha sido esa víctima sin paradigma de complementariedad. En toda esta época o bien fue el silencio - obligatorio - o bien reinó una polifonía como forma predeterminada, un tipo de fascismo al que se refirió el rector de la UBA a quien no le dejaron tomar la palabra. Hablaré de la polifonía monótona hasta lo inaudible que ha trabajado, producido esos cuerpos...
El Editorial de “La Hoja del Rojas” - Dirección de Cultura, Secretaría de Extensión Universitaria, Universidad de Buenos Aires, mayo de 1988 - ilustra a las claras cuál ha sido en estos años de democracia la voz de orden respecto de una política cultural. Se trata de un programa con un editorial que sintetiza la línea hegemónica. Este manifiesto más que editorial fue escrito - no lleva firmas - por gente que no aprendió nada de lo sucedido en la Argentina
, que ha quedado fija en el pasado, intenta repetirlo sin diferencia crítica o vivir su farsa, “explotarlo” y con la corroboración implícita de muchos intelectuales que nunca lo objetaron a su debido momento. Sorprende que sean éstos los mentores, los educadores: los que no han aprendido nada, los que tratan de paralizar cualquier intento de otra reflexión. Quieren crédulos a los jóvenes. Comprueban a través de una forzada analogía con el mayo francés del  ‘68 que una reedición del terrorismo es improbable a corto plazo, cierto “derrotismo” parece tenerlos nostálgicos - es el desencanto utopista, ya listo a esperanzarse con el populismo que pretende fundar todo desde cero - y que todavía lo piden a bajo grito en las revistas que exaltan las décadas del ’60 y el ’70 sin dudar entre las de mayor ceguera cultural que ha conocido la historia.
Escriben: “La imaginación al poder, seamos realistas, pidamos lo imposible’, decían con plena convicción los jóvenes del mayo parisino.
Y lo coreaba gran parte de la juventud inquieta del mundo. Porque el mayo
del ‘68 fue una de las expresiones más acabadas de una época que creyó tener en sus manos la transformación de la sociedad a través de la conquista revolucionaria del poder. Fue también el comienzo del ocaso de ese sueño.
Muy diferente es el panorama veinte años después. Los reales mecanismos de poder no sólo parecen más inabordables sino, sobre todo, inútiles para aquellos fines y sólo aptos para reproducirse a sí mismos.
La perspectiva sin duda les resulta “menos optimista” pero el deseo de curar permanece intacto, algo, no se dice qué, - la dictadura
, parece, pese a que ya no está - “amenaza con alimentar un individualismo egoísta y una fragmentación esterilizante, creemos que tiene su contrapartida sin embargo en un verdadero estado de movilización que se manifiesta con particular fuerza hoy en la cultura. Y que pasa desapercibido para muchos que, con pose de progresistas, sólo parecen estar al acecho de fantasmas del pasado para reconocerse en ellos”.
Los autores de la Hoja quieren - dicen - lo imposible y pasan por alto de entrada que los intelectuales franceses que participaron, jóvenes, en aquel estallido - espontáneo, no programado, imprevisible - han sido sus primeros y reflexivos críticos: ese mismo acontecimiento impide por sus características que se haga de él una referencia histórica fatal, un Modelo, nuestros lectores de Foucault son reflexivos en una deshora preñada de inmediatez, ni bien terminan de considerar que la situación no es la misma y ya están en estado de movilización, una política de masas siempre está gritando en ellos, lo impregna y tergiversa todo. Empezando por quienes participaron en aquel irrepetible acontecimiento - André Gluksmann, Bernard Henry Levi –
que no se han cansado de explicar cómo la cultura del “socialismo revolucionario”, no democrático, se ha resuelto una y otra vez en los campos de concentración. Léanse Retrato de Familia con Fidel (Carlos Franqui) y El Central de Reynaldo Arenas para entrever que no se trata de una lucubración de la CIA.
Esta negación, por otra parte, prohibe todo planteo serio acerca del marxismo que no sea demagógico, ensombrece la lucha por los derechos humanos en otros países (Chile), lleva a pensar que el terror es sólo para los otros que ni siquiera, como en el país andino   pueden constituirse en “oposición” ya que la avidez concentracionaria ahí es total
; quienes critican eso, a su vez, son por añadidura colocados en la derecha más extrema posible, todas las ovejas son del mismo color. Estos señores se han pasado años disertando sobre “posmodernismo”, lo convirtieron primero en un tema gorgeado como utopista, luego declararon que era de “derecha”, pero no leyeron una línea acerca del mismo y dicen haber leído a Hannah Arendt, sin duda para neutralizar el concepto de totalitarismo.
La idea de cultura de “La Hoja del Rojas” va en ese sentido ya que niega todo principio de autoridad en la cultura, no es casual que luego de tantas prédicas de este calibre haya podido surgir un discurso fundacional al cual muchos de ellos, por cierto, ya se están pasando
: el estado de movilización (para espasmo de muchos novicios) de ese oportunismo rancio que consiste en acomodarse lo mejor posible en cada coyuntura. Claro: tienen dudas de quién va a ganar. Sus enemigos sin embargo siguen siendo los "fantasmas del pasado". Los diálogos por eso tienen mucho de espectral. Y en este caso se trata de un deseo muy poco “revolucionario”, sea dicho con el perdón de Deleuze y de Foucault: es nada más que el viejo, “burgués”, instinto de conservación que empieza a ganar en la nueva cultura ante la inminencia de un nuevo vencedor.
A los del
68 francés en medio del lirismo anarquista se les apareció un tanque ruso, descubrieron que tras su paso “no vuelve a crecer la hierba de la democracia” como escribió André Gluksmann. Es que de dicho orden no hay retorno posible. Y si ahora hay cierto repliegue, reconocimiento de errores, crítica al estalinismo, mucho tuvo que ver la lucha de los intelectuales del mundo libre, del “corrupto” Occidente. Todos ellos, cada uno a su modo, volvieron a leer el menos leído de los libros, la Biblia, la segunda muerte del último evangelio sucumbió al Verbo: ahí lo imposible era la idolatría y lo que Kafka llamó un cobarde heroísmo.
Poco antes de su muerte Jorge Luis Borges escribió en Clarín, -13/12/84 - una cáustica nota titulada “La Cultura en Peligro”. Objetaba un insólito - “estrafalario” - programa de estudios que las nuevas autoridades habían fraguado en la Facultad de Filosofía y Letras. Advertía que las literaturas extranjeras podían ser sustituidas por algo que sonaba a una tropelía de neologismos - “Literatura media y popular”; “Medios de Comunicación”; “Folklore Literario”; “Sociología de la Literatura”; “Psicolingüística” - y conjeturaba, luego de desechar que se tratase de una broma que bien una cosa se puede sustituir por otra, “una taza de café por una de té, pero no el estudio de Virgilio, o de Voltaire, por el de canal 13”.
Al leer “La Hoja del Rojas”, número I - síntesis propuesta de una “nueva cultura”, vivida como actualidad incurable de un utopismo crónico - no es casual que tal cultura “cuyos autores, son, asimismo, funcionarios” (
Borges), esté tan empobrecida en lo intelectual que tiene que manifestarse “en un verdadero estado de movilización”, es decir, en atisbo y preludio de una violencia inminente; la nota del escritor cobra actualidad, recuerda que la cultura en sentido amplio no está en peligro porque no la hay, es todavía un peligro para esta gente. Quiero decir: el pensamiento individual es algo que puede connotarse como algo cultural desde su misma irreductibilidad, a diferencia de la escritura que habla sin dejarse programar por la administración del lenguaje. Ya no se trata, luego, de la asombrosa revelación de toda una crítica que sustituyó a Virgilio por Gerardo Sofovich para terminar declarando ahora que, en efecto, Sofovich no era ningún Virgilio - nunca se propuso serlo, vaya en su favor - ni preguntarse si la versión que Borges da de tal programa - “estrafalario” - es o no elitista. Se trata de quedar a la espera de un Canal Utópico que los programadores del Rojas piensan controlar con su declarada sed de más poder estatal, siempre con la mascarada marginal, nunca saco y corbata, la cosa tiene que ser tan “transgresiva” como paga por cada uno de “nosotros”, inevitablemente “egoístas” pese a todo.
Se cree haber suprimido la cultura como expresión crítica para siempre y por eso la tarea actual parece ser la de restringir y censurar implícitamente toda opinión individual que de antemano la Hoja considera “egoísta”, es la de promover la afasia obligatoria con un casi confeso objetivo final que no puede ser sino suprimir las diferencias, la libertad de expresión para quien discrepe en un tilde, fatigue los dichos que conforman sistema.
Es un teatro de histeria que funciona sin división entre “espectáculo y espectadores”, no hay necesidad de texto y todos son malos actores. Escriben: “Las propuestas de cenáculo, lejos de desaparecer, fueron desplazadas de los espacios que habían ganado al amparo del oscurantismo dictatorial”.
La frase resulta demasiado oscurantista, no dice qué espacios, omite los brincos de los oportunistas de siempre. Si eran parte de los cenáculos quienes por su trabajo escribían las páginas centrales de política - directamente comprometidas con el régimen - en los diarios más declaradamente oficialistas habría que decir que han cambiado no de cenáculo sino de hoja de diario, habría que hacer listas con los demás, blancas, negras se revelaría que no pocos de ellos están en la nueva cultura, de seguro haciéndolas a su medida, altivo el penacho intachable, autopremiados. Más que de una cultura revolucionaria habría que hablar de una cultura perpetuamente conversa. El juego de anatemas no diferencia entre los diversos medios de comunicación, entre política y cultura
: una revista literaria pese a que salió contra el medio - los otros medios de la época - puede volverse cómplice porque se publicó en esa época; el juego de anatemas brota del hecho de que los militares en el poder no leían literatura ni crítica y se les atribuye una determinada, la mejor literatura quizás.
Se los sitúa en las disyuntivas culturales, leyendo poemas experimentales o neorrománticos, son subestimados en su más natural antipatía que puede llegar a la repulsión contra la literatura. Se omite que ellos se preocupa
ban de otras cosas, por otros medios de comunicación: su arte favorito, temo, era cierto folklore, como lo prueba el Festival de Tucumán luego de lo que tuvo rasgos de genocidio donde participaron estrellas que todavía esplenden sin mácula. Ellos las disculparon ya, tampoco aquí cabe decir nada, -hablar de "colaboracionismo” sería una apología portentosa, sería suponerles alguna autodeterminación-. Si los cenáculos de la dictadura eran, en cambio, los diarios en vínculo con los militares, diré que no hay ídolo de la nueva cultura que no haya ahí escrito sus comentarios psicoanalíticos contra el periodismo psicoanalítico ni recibido elogios, aceptado reportajes. Los libros más “resistentes” - que entonces eran nuevos, por lo menos - ya fueron saludados ahí según un programa que se volvió luego redundante: la nueva cultura existía antes, no porque fuera cómplice de la dictadura, sino porque viene -tiene ya dos décadas-, de un utopismo crónico que se acomoda con asombrosa plasticidad a cada medio haciendo las veces de justo medio, -en eso tiene una coherencia que no puede negársele-.
Fue “resistente de la dictadura” pese a que ocupó todos los medios en la época militar, es “disidente” del gobierno que la sostiene, somos “nosotros” los que en definitiva pagamos la conspiración de que hablan, mañana será, encontrará su nuevo lugar en la trama corporativa que se está gestando.
De poco vale querer argumentar que los “neorrománticos” y los “experimentalistas” - señalados como “colaboracionistas” por más de un crítico - tenían muy poca incidencia cultural comparados a los discursos en bloque, ajustados a los verosímiles de la época, con el odio a la singularidad encarnado en la crítica. Ayer nomás estaba el “ismo” que cabalga ahora.
Basta leer
en Xul[L1]  - integré la dirección de esa revista que alcanzó su punto más alto en su número acerca de Girondo - la que luego derivó también a los talleres donde todo nombre de autor está borrado. Este tipo de acusación necesita de los “otros” para permanecer en su intachable esterilidad; lo notable del caso es que no hay acusación de fondo, es una táctica para intimidar que suele emplearse. Hacen lo mismo que Germán García con Osvaldo Lamborghini: un juicio político a lo actuado en una época donde no había política, cualquier cosa que no sea oposición declarada es cómplice. La asociación libre en la interpretación cabalga hacia un Comisariado de cultura en estos casos más que a una Secretaría. Ellos se dicen resistentes de la dictadura.
Un “resistente” de la dictadura fue Luis Gregorich, que habló cuando hacerlo implicaba un riesgo concreto, o Sebreli, su libro sobre el fútbol, que todavía no ha podido ser asimilado porque toca un sentimiento caro a quienes quieren mantener el pueblo en aquellos tiempos, en el estatuto de masa indiferenciada: esa multitud que se cree engañada si no media la muerte.
Por eso el libro de Luis Gregorich
La utopía democrática me deja un poco perplejo, salvo que no sea una reedición - no se aclara este aspecto- , lo que sería más grave porque supone que en esta época no hubo nada que objetar. Parece que estuviéramos en los tiempos anteriores de la elección del ’83. Los términos examinados oscilan en los paradigmas democracia/ dictadura, es decir, al no diferenciar la República de la Democracia, justificar - o no criticar - el utopismo que prevaleció estos años - hasta llegar a ser una forma de fascismo como reconoció el rector de la UBA - no atisba el pasaje de los tópicos de éste y el neocorporativismo. El enemigo “liberal” ocupa toda la escena, de ahí que Utopía reaparezca en un oxímoron que todavía no ha encontrado su lugar, el de la utopía democrática: “Hablo de la utopía democrática porque creo que la democracia, así entendida, no existe en ninguna parte”. [1]
Yo diría que, al revés, existe una hegemonía utopista que le ha dejado el “campo libre al miedo, al conformismo y la indiferencia”, como él mismo comprueba al preguntarse por qué la Universidad no forma críticos. El utopista nunca tarda en revelarse en integrista bajo la máscara del más cómodo anarquismo. La respuesta está en su afinado recuerdo de Jaime Rest, cuya ética intelectual muy poco tiene que ver con el actual fervor por la impostura.
Pero hablando así de los cenáculos vienen a enterarnos que los militares ejercieron el despotismo ilustrado como forma cultural, que en nada fueron populistas, que las empresas del estado fueron vaciadas por manos privadas, que apoyaron a Virgilio con millones de dólares y no al Mundial de Fútbol que fue utilizado demagógicamente en el ‘78. Sólo una política de masas pudo lograr que el pueblo -parte de él- fuera convertido en populacho, hablo de las miles de personas que voceaban los derechos humanos en el mismo momento en que éstos estaban ausentes.
El Mundial y la guerra fueron efectos masivos de esa política. El “todo lo popular es bueno, lo mejor” olvida en mucho sus relaciones con el Volkeist, el interés fundamental del pueblo por parte del nazismo, del totalitarismo, la utilización idolátrica de su nombre para borrar el orden de derecho considerado algo inesencial ante la plenitud de la vida. En la deslumbrante obra de Hermann Broch, La muerte de Virgilio, Augusto pide al poeta que ponga la obra en función del pueblo de Roma, es algo que la dictadura no logró hacer con Borges, considerado por algunas voces de la nueva cultura como “el escritor del Proceso”, cuando fue el único que habló cuando el Mundial y la guerra, efectos masivos de dicha política. Es ya que los “cenáculos” en la jerga de la “nueva cultura” no connotan una clase social determinada, o a desclasados flaneurs.
Cenáculo en esta jerga es más un anatema que un epíteto que incluye colectivamente a todos quienes no participen o sean cómplices de dicha propuesta y por lo cual puedo arriesgarme a decir que gran parte de los argentinos, la mayoría, si ellos tienen razón, conforma una populosa oligarquía que se ignora a sí misma. Ahí soy yo el popular si se tiene en cuenta con Kant que “es la constitución la que hace de una muchedumbre un pueblo”.
El “seamos realistas, pidamos lo imposible” del editorial retoma un tópico acrítica y demagógicamente, que redunda en medios anexos: el de la Utopía, para redundar. No es la ciudad que Er, en Platón, en ocho anillos concéntricos vislumbra como suprema armonía, no es el caso de utopías renacentistas donde la sabiduría al predominar sobre el poder supone la renuncia a la Ciudad perfecta.
Es el intento de escribirlo todo de una sola vez, una expurgación que pasa por alto las vías purgativas tradicionales que suelen hacer cuerpo con la cultura, es la busca de un cuantificador universal que traduzca los todos a sí y en esa imposibilidad lo que hay es la impotencia de un discurso que redunda en anatema como forma performada de la palabra.
La utopía que propone la nueva cultura, para abreviar, es el terror como relación social predominante. Hace años la cátedra lo predica estrafalariamente. Con el coro de un circo melancólico. Para corroborar lo que afirmo me remito a un reportaje realizado a uno de los ideólogos más celebrados por la nueva cultura, Ricardo Piglia, publicado en La Razón - 15/ 8/ 1985 - que respondió así a una pregunta acerca de las relaciones entre utopía y política: “Las palabras se gastan más rápido que el dinero en la Argentina. Ya existe una utopía alfonsinista según creo. Cuando yo digo utopía pienso en la revolución. La Comuna de París, los primeros años de la Revolución Rusa, eso es la utopía. Y eso es la política. Ser realista es pedir lo imposible. Baudelaire y Marx tenían los mismos enemigos. ¿O vamos a entender ahora la política como la renovación parcial de las cámaras legislativas o los vaivenes de la interna peronista? En este país hay que hacer la revolución. Sobre esa base se puede empezar a hablar de política”.
Más de una vez quise analizar las consecuencias culturales de este tipo de enunciados, la eficacia que subyace tras un rosario de lugares comunes exacerbados. Fue pedir lo imposible. Me consolaron: “no sabía de política”. Y el colmo: criticar eso era “suicida”. Tal vez s
í sabía un poco de historia: es en la primera etapa de la revolución rusa en que Lenin funda la Checa y de ahí hay una vía directa hacia Kronstad, entre multitudinarios fusilamientos de opositores socialdemócratas, socialistas revolucionarios, religiosos y anarquistas. Es pedir lo imposible que se entienda como está comprobado que los campos y el Estado Totalitario comienzan con Lenin que argumenta con precisión sobre el exterminio de todo lo que sea contrario al Partido Único. Piglia se basa en la ignorancia histórica de casi treinta años de adoctrinamiento castrista, es decir, estanilista. Y había gente que se decía liberal que aplaudía estos disparates, apoyaba desde ahí, así, en pleno ’85, cuando la suerte del gobierno no estaba echada: al oficialismo, al “alfonsinismo”, eran democráticos sólo para socavarlo, autoritarios para cualquier intento de crítica no ya en favor del gobierno sino del sistema y la cultura que se iba separando de éste. Pero, curioso, el gobierno más bien devolvía la pelota, era una jugada casi exacta, un jeroglífico que sólo descifré escribiendo. O bien, fui enterándome, por una beca cualquiera o por un viaje que oscuras autoridades universitarias no hubieran aprobado, negado, tal vez -es otra hipótesis-, por sorda complacencia, porque, más imaginativamente, Baudelaire y Marx no tenían los mismos amigos; supe que este tipo de ideólogos era intocable, debía ser elogiado ritualmente, el pupilaje debía hacer coro, tenía que imperar el silencio, no ya el sabio de Hermes Trimegisto sino la afasia obligatoria y esto hasta que el ideólogo se decidiera a hablar, decir lo que los demás aludían.
Lo haría
tal vez cuando no quedase ya voz de disenso, cuando las palabras se hubiesen gastado y el dinero destinado más a las becas que a informar al “pueblo” fuera lo que H. A. Murena caracterizó como plusvalía del terror. Sería demasiado tarde.
 
Había que callar - sólo exaltar - un oscurantismo de corte totalitario, que separa el terror, lo idealiza arrancándolo a rango de modelo de la historia concreta en que tuvieron lugar; omite a Napoleón de la Revolución Francesa, a Stalin, que fue un “buen” marxista, de la Revolución Rusa, se niega a pensar si esos nombres no estaban en su génesis, con un tipo de categoría que hubiese asombrado a Kant: la utopía es a la vez un imperativo categórico e hipotético, falacia lógica y efecto de una concepción terrorista de la cultura que explica por qué es tanta la ya afamada incapacidad intelectual, estupidez de tantísimo pupilo. El mito de una expurgación obrando en el interior de una cultura multiplica los efectos de repudio y alucinación... toda palabra es anatema.
La mofa del Ideólogo a las instituciones democráticas - mera pérdida de tiempo ante la dictadura que se apunta instituir - no significa que no estén en ellas, que no las digiten,
e impidan cualquier crítica bajo el chantaje de calificar de “reaccionaria” o “autoritaria” cualquier objeción a la impunidad de un discurso que toma en solfa la Constitución y militariza la cultura. Obviamente los pupilos que más han ido en ascenso en la nueva cultura han sido algo así como centinelas del Ideólogo, las primeras víctimas en lo intelectual.
La política de este tipo de prédicas se anula a sí misma, no es sino el comienzo de la anulación de los opositores. Pregunto a los señores del Rojas si no es “purismo”, anatema a flor de labios en ellos, propugnar la eliminación del mismo orden que hace del hombre un animal político impuro. Yo respeto las ideas de los otros. No las hay para mí en estos ideólogos, es mi opinión. Ellos, sus anexos y cómplices tienen el derecho a pensar como piensan. La “idea” que no me entra en la cabeza reside en que la forja de la “nueva cultura” fuera apoyada con entusiasmo fervoroso en los lugares formativos por el gobierno democrático pese a que de entrada apuntaran a desgastar las palabras del sistema. Mientras peor vaya la cosa, más famélicos estemos, mejor para sus propósitos, tal es su negocio. Para que la muerte irrumpa como una fatalidad, punta del discurso progresista-utopista. Y la nueva cultura es cosa vieja: hace más de dos décadas que padece de utopismo crónico. Concluyo por eso que en el espacio - ellos hablan de campo, sugestivamente - de la cultura no ha sucedido lo mismo que con las libertades públicas, yo reconozco que un mérito de este gobierno es que no ha habido violencia por parte del Estado, que muchas bandas de ultraderecha fueron desarmadas, entonces no entiendo por qué, correlativamente, tanto teórico de la violencia utópica no haya podido ser objetado: lo imposible no era la utopía sino la crítica al discurso que al no poder escribirse transforma en violencia su impotencia de sentido.
La educación “humanista”, en fin, ha estado en manos de quienes apuntan a intimidar o reincidir en el terror, que, hay que decirlo, no nace por generación espontánea sino mediante todo un trabajo cultural, un programa, un discurso, el de un utopismo crónico. Esto ya ha sido logrado en muchos puntos discursivamente. Si los extremos se tocan en un justo medio será literalmente el fin, el Campo se habrá realizado, cada  “ismo” en fusión sueña con eso. Por eso la importancia de cierto universalismo singular aquí y ahora, incluso para ponerlo en crisis. Por eso tenían que atenuar, suprimir las literaturas extranjeras, las lenguas, la lógica, todo cuanto evitase la dificultad que pudiese hacer pensar y así integrar al programado Pupilo a la institución “nueva” y su espíritu masivo de cuerpo
. Tenían que aplastar cuando fuese dificultad para un facilismo que de cabo a rabo se resuelve en la acción. Por eso los profesores rezan que el lenguaje es acción, tan pasiva e impotentemente.
Por eso también la novela de Piglia, podría describirse en cuanto al contexto tomando en parodia su título: Operativo Artificial. Ya es pensable que tal operativo viene de los tiempos dictatoriales, en los “cenáculos” más oficialistas era mucho más fácil encontrar un elogio favorable a éste que la sola mención del nombre de Osvaldo Lamborghini, en quien sí puede leerse no ya un “resistente” de la dictadura, más bien un suicidado de la misma y no por causa de los militares sino por un medio cultural que no toleraba entonces una diferencia irreductible, es lo que he comprobado en retrospectiva, que no había ahí oposición sino fusión: la "estética vigilante" a la que se refiere en Poemas continúa invariable, hay temor para tratar temas conflictivos por parte de la cultura transgresiva, en hablar de lo no dicho.
Es más: ya se atisba que quienes ayer y hoy, puntuales, hicieron los deberes que había que hacer ya andan negociando el pase para el futuro gobierno, estudian los beneficios de las corporaciones y eso es inútil, son corporativos de la cabeza a los pies, la vanguardia apunta a ocupar más que a transformar el estado, las diferencias no son muchas con lo que llaman el Poder.
Los méritos de esta novela, que literariamente no son pocos, se dan cuando el autor contradice sus ideas. La nueva cultura tiene por objeto la sustitución del mercado por el discurso universitario, mediante una intimidación casi sistemática, votaciones
digitadas. Recuerdo, ahora, que en una mesa cultural un profesor de literatura (pupilo) quería ganarse unos puntos a favor, -exaltaba esa obra con plena inconsciencia-, decía que la Novela era la apoteosis de la Delación... Yo, que estaba por casualidad, le tomé la palabra y fui sacando conclusiones, la gente aprobaba, no eran tampoco universitarios lavados de cabeza, “descerebrados”... asombrosamente comprobé que el pupilo ya estaba de acuerdo en todo conmigo... qué fácil generar obsecuencia... un pase mágico... le dije, irónico, que cuidado, que había testigos, terminarían por delatarlo a él. Cada vez que lo veo tiembla. Pero no le dije lo que no quería oír: que la diferencia de este autor con Fulano no es de calidad estética, estriba en que no ignora que Lutero ha vencido, por eso lo suyo tiene muy poco que ver con el análisis de la situación concreta (Marx) y mucho con el discurso de los fines, que no se trata de una dialéctica terrorista –si buenos son los fines no importa qué medios- sino en tratar los fines como si fueran medios desde –he aquí lo nuevo- un discurso ya hecho, escatológico. Y entonces leo que esta novela reducida a consignas, pasando por alto quién ha sido Alberdi, es el cuentagotas de “lo que hay que saber”, repetir, para entrar en el trastorno de la nueva cultura, hacer que la gente tenga su Autor, su discurso universitario, paso previo al Campo.
Es posible contarla por teléfono: ilustra el sistema de delación que como personajes encarnan los “pupilos”; hay un curioso contraste hoy en lo ultrapolitizado de los maestros y la asepsia de los Pupilos, que sólo ante el surgimiento de otra idea incurren en el anatema. Sufren un seminario tortuoso, casi inimaginable: el vivir el –fin- del marxismo como protestantismo que no dice su nombre, no entienden cómo los viejos liberales, tan odiados, aplauden la buena equivalencia de un estilo sencillo. Ellos también saben que Lutero ha vencido. Por eso el enemigo mayor del sacramento de la confesión –léase a Joyce- puede posponerse indefinidamente, ser “utópico”. Se entiende por qué Arlt caracterizaba al Astrólogo como un cura protestante...
En los años setenta
se acusaba a Néstor Sánchez de estar con el poder por publicar en una conocida editorial donde llegado el momento los escritores comprometidos terminaron dirigiendo colecciones y David Viñas colocaba al autor de Cómico de la lengua entre los primeros de la lista de escritores no comprometidos, es decir, enemigos de la futura Revolución que ya está ensayando a la cubana su proyecto de cultura. Es este estilo de componenda e intimidación lo que para mí explica esa tristeza final de un Raymundo Lida que parece llevarlo a buscar la transmisión de su lectura de Quevedo no en un contraste con Borges sino en lo que pueda leerse en su interlocutor, H. A. Murena, en El Sueño de la Razón. Conmueve leer cómo en ellos la cultura no suponía un acuerdo político previo, tejes y manejes de algo ya cocinado entre bambalinas sino un espacio de diferencias abiertas: “El choque solía ser fuerte y revulsivo. Nos lo agradecíamos sin embargo. Si en cambio llegaba a producirse tal acuerdo pleno, tal cual unísono, nos alarmábamos tanto él como yo, y era entonces la equívoca coincidencia la que pasaba a ser, al instante, centro de una nueva discusión”.
Lección del maestro: a diferencia de la nueva cultura donde todo diálogo requiere un pacto previo, digitado, entre ellos bastaba un acuerdo ético mínimo –respecto a la prehistoria, que no cesa, curiosamente, de retornar- para que todo lo demás, el resto, fuera diferencia.
Pupilos. El tiovivo de plata sobre el campo de gules. Progenie de
Poliscuerpón. Así la crítica Matilde Sánchez llega en su idolatría por la revolución simulada y por el ismo de pertenencia –que sustituye los escudos, las armas y las letras- a colocar el Diario de la Guerra del Cerdo de Adolfo Bioy Casares en la conspiración utopista, expone – revista Vuelta, número 8, 1987- sus ideas sobre la crítica en estos términos: “La crítica de la democracia –que es la crítica oficial en el término más amplio, puesto que es consagrada y ya no debe luchar por su lugar de emisión- se propone instaurar el modelo de funcionamiento de “una asamblea de la ONU” donde cada sector tiene un tiempo y un orden para “exponer”, pero donde todos podríamos sentarnos junto a nuestro opositor. Mostrarnos respetuosos de las diferencias y saludar al vecino. Como en la ONU. La idea de convivencia pacífica, triste conquista de la democracia que nos “civiliza” se describe mejor con la palabra indiferencia”.



El modelo de la guerra de todos contra todos para la democracia no parece muy feliz. Ya el rector de la UBA puede enterarse de qué teoría dialógica se trata, razones como ésta son las que llevan a impedir la palabra al otro. Ya el lector puede saber a qué responde que a cada frase de pupilo surja, invariable, un nombre lejano: ¿Bajtín? La crítica es en esto polifónica: dice lo que el discurso general de los maestros, más astuto e hipócrita, calla. Se trata de ocupar el lugar del otro que sólo es una entidad hipotética, todo debe estar arreglado para la componenda donde el otro debe ser sólo una ausencia para anatemizar y si se atreve a estar, bueno, impedirle exponer argumentos, nada de “tiempo”, reversibilidad: la indiferencia pupila se asimila a todo cuando no interprete a Los Siete Locos de Arlt como terroristas concientizados, es éste su proyecto “ambicioso”, hace a la paradoja insaciable de un discurso que por su lugar cultural es totalmente oficialista pero que reniega de eso en su deseo de abolir las opiniones individuales, el derecho jurídico, “triste conquista” de la democracia, eso reza –la ONU por decadente que sea debe tomarse así, como un tropo desplazado, del derecho individual y va de pupilo en pupilo.
Así cada disparate dogmático que lanza Piglia –dirá que para Macedonio el estado es una ficción, sinónimo de algo irreal, cuando para este metafísico era una de las pocas cosas palpables
; explicará la escritura de un Borges por la tenencia de una biblioteca, la propiedad privada es el mal y especialmente si hay en ella buenos libros, que deja en silencio por qué tantos coleccionistas de libros no escribieron El Aleph –será transcrito en una cadena interminable. Se entiende por qué para Beatriz Sarlo el escritor utópico es nada menos que una de las mentes más inteligentes del siglo: con su maniqueísmo, con unas pocas ideas arbitrarias sobre Arlt –dará cuenta de los locos a través de la circulación del dinero del único capítulo que se ha leído de Marx, cuando este mismo estaría de acuerdo que su proyecto, el de los locos, es el de abolir el dinero, toda circulación, oro rojo donde sólo la muerte circula como equivalencia y relación mayor- y con una novela de sesgo didáctico, escolar, abre no ya lo posible sino lo mejor a lo que se refiere la crítica: la doble supresión de la literatura y de la crítica que resuelve todos los problemas a profesores ineptos para pensar en algo que no sea lo que un libro “debe ser”.
Esto también ha llegado a incidir en los de un indudable talento. Ya no se sabe qué puede ser frívolo para César Aira, ha habido el adiós a su entonces solitaria, sarcástica e inicial crítica al “operativo artificial” aún bajo la influencia de Lamborghini, o bien ahora no cree ya en las palabras –literatura- o bien hay una frivolidad tan severa que permite ser frívolo, ahí donde conceder en las palabras es concederlo todo, así escribe sobre el autor de
Poemas: “La clase obrera era en su sistema un objeto privilegiado de representación (creo que más bien debería decir “sujeto”). Para Osvaldo Lamborghini los términos “sistema” y “representación” estaban marcados críticamente, en forma negativa y según un programa de las vanguardias de principios del setenta que él fue el único que llevó a cabo, con límites que están en la propia concepción de sus obras, pero lo cierto es que en Sebregondi ninguna clase social puede constituirse como clase lógica habida cuenta de cómo obra la voz, el juego dialectal que la fragmenta mediante un pulso consistente: pensar así es reducir la singularidad que escribió a las virtudes de un proletariado utópico, el neopuritanismo de la transgresión sin verbo, que cree en la sociedad y en la sexualidad liberada según un orden natural “privilegiado”.
El autor es un aristócrata –“popular” está de más ante ese nombre que causa pavor - escribe García, escribió para los buenos, los obreros, responde Aira. Ambos dichos pertenecen a una misma película que tiende a abolir un mal irremediable. Vamos del género a la especie y de ésta otra vez al género: los aristócratas debían morir y, ay, los revolucionarios son demasiado parecidos entre sí. Poco tiene que ver Lamborghini con las solidaridades violentas, las fraternidades típicas que generó la Revolución Francesa, retomadas por el utopismo. Si hay que hablar en términos de clase estaba más cerca del lumpenproletariado como Pier Paolo Pasolini, como él mezclaba los dichos más obscenos con los dialectos más exquisitos –provenzales, decía Pasolini-
; pensaba como él que el “obrero” era un sujeto poco erótico, uniformado, trabajado por el poder y que la clase obrera un efecto, un síntoma, el más decadente de la burguesía que una clase media ha travestido con los ribetes más idealizantes para llevar a cabo sus oficios. Pensar así es entregar a la madre Hogart al Laboratorio. A la maldición escolar que se supera como utopía conspirativa. La última referencia de Lamborghini, que yo sepa, fueron pensadores como André Gluksmann, ante el atisbo de un Deleuze de cuarta categoría, su escrito tiende no a un devenir obrero ni mujer ya que esto se resuelve en función de un proletariado utópico El descubrimiento que no se le perdona a Sebregondi es el de notar que la homosexualidad y la femineidad como síntomas comunitarios están en todas partes, menos en el mal, en el verbo que atraviesa la miltancia sexual. Yo no puedo, en fin, creer que César Aira –en quien Lamborghini reconocía como en pocos un talento artístico que no desmintió- piense eso, tal vez lo escriba por la presión del contexto, ha de militar en todo caso hasta el más sutil de los frívolos, ser todo un ejemplo. La palabra “sujeto” es demasiado tímida en su frivolidad para merecer comillas... de todo esto que voy diciendo, si tal cosa acontece con los mejores, a quienes, me digo, su sola escritura tendría que arrancarlos de la reproducción de los lugares que se instituyen con el solo objeto de liquidar la literatura, firmar la paz en cuanto a la diferencia de sexos.
Y esto es algo que da tristeza: hay gente que ha sido ya tornada abyecta en cada uno de sus poros, no hay para ellos retorno posible, están de vuelta, girando en el molinete, sacando pasaporte para los nuevos lemas. El Laboratorio ha logrado milagros casi inverosímiles por pedestres, brujos amores funcionan, los ismos más diversos se funden en un abrazo homo-sexual, funcional, donde utopismo obliga: así toda la obra de Lamborghini, el dinero recuperado por un nombre en el desierto va a parar al filón utópico
; aportes de la buena conciencia europea, los únicos capitales que son buenos ya que están en función de una nueva clase nobiliaria, han logrado que el profesor A que leyó libros que ellos ni hojearon diga a cada momento que el lenguaje es Acción con una pasividad cada vez mayor, danzando al compás del candombe utopista, que Sitio se haya vuelto un reflejo que completa a Contorno ya sin diferencia, que Xul, como toda estética anarquista vaya en el furgón de cola de la utopía descubriendo su vieja aspiración, que el crítico B haya expurgado de su libro sus señalamientos al “estilo” de Josefina Ludmer en su reseña sobre la nueva crítica en Capítulo... Dijo lo que casi todo el gremio pensaba: que la profesora no sabía escribir... ahora viene a citarla cuando tampoco piensa. Lo interesante en Ludmer no era la Teoría sino cierto ritmo, un choque musical con los textos que se ha ido ensordeciendo por una idolatría de lo menor, que sólo le da oír la voz del pueblo, más pura en cada vuelta de las manos de un siglo que ha querido ser todos los siglos, horizontal, el cuerpo, vertical, es lo mismo... su Borges de los arrabales deja de lado que para éste la lectura de Carriego es una introducción a la metafísica, tal el truco de su ensayo, el tahúr resulta escandaloso, así se le marcan todas las cartas, la tentación de reeducarlo es sistemática, o al menos convertirlo en voyeur de los zaguanes de la poesía gay, el barroco, neo, comunitario, enunciándose puntual al contexto en el que hay que estar. Ludmer parece también querer borrar la diferencia –literaria- entre los payadores y los escritores del gauchesco postulada por Borges y trasladar la payada a todas las cosas, cree en un pueblo productor de cultura pero no es el pueblo sino las masas que son las musas ahí donde toda musa es histérica. Es  del desconocimiento de la Revolución cultural china donde hasta celebrar el claro de luna era considerado algo “feudal”.Admito que hay algo personal en mi resistencia a una manifiesta supresión del nombre de autor, la exaltación de cuanto sea “menor” que en ningún momento se interroga con sus complicidades posibles con el Volkeist, es sabido que cuando suena la Voz de la Tierra, pura, la violencia es inminente. Esta epopeya reaparecerá en otro número de Capítulo escrito con el pseudónimo “El Chiche” en nombre del mismo Poliscuerpón: el tema del dictador esclavo del pueblo, dirá Hugo Savino, que es el punto ideal de todos esos anatemas en curso. Vamos del patio al zaguán siempre por el arrabal lineal: la utopía requiere el funcionamiento homogéneo de las interpretaciones, borrar cualquier cosa que llame a perplejidad.
El imperativo de toda una época sonó fuerte, hay que olvidar a Borges y tanto que ya sólo se lo recuerda no ya como autor de
Ficciones sino como el escritor de la dictadura; los placeres de sus lecturas en nada solícitos con la época quedan de lado, también, su voz: para mí, lo afirmo en primera persona, Borges fue el escritor menos complicado, no por lo que pudiese decir en su contra sino ante todo por el modo en que se dejaba oír: era dable escuchar en su sola inflexión de voz que la literatura todavía era posible fuera de la raza, la tierra, los ídolos de la sangre, el pueblo como mito fascista, era una diferencia máxima, no extrema que viene a encontrarse con quienes con mayor arte sostuvieron en su voz el lugar del escritor: Murena, Lamborghini, Néstor Sánchez, escritores todos ellos irreductibles a la progenie del siglo pasado que termina siempre en Poliscuerpón.
En los zaguanes colectivos de la nueva cultura no pasa lo que se dice nada. Dejando de lado que las mujeres recuerdan mucho mejor el pecado, hay que decir que esta ideología está en contra de los homosexuales en cuanto a individuos ya que no se trata del amor a un hombre por otro como en la complicatio proustiana donde hay por lo menos cuatro sexos – Platón mediante- sino que todo pasa por la noña letra y el platonismo de fin de siglo de los militantes sexuales.
Ante los zaguanes, el Hotel, memoria de
Poemas de Osvaldo Lamborghini, en paráfrasis de José Hernández y Pascal: de cómo todas las desdichas humanas han tenido lugar no tanto por el hecho que el hombre no sepa quedarse en su habitación sino por no tenerla, lo único ejemplar es una vida de hotel que pone en su travesía tantas pequeñas miserias teóricas, menores, ahí sus criaturas prefieren ir a una última frontera en el desierto, nombrar a la Virgen en las últimas fronteras para no sucumbir a la purgación definitiva de una vanguardia paga por el Estado. Gredas en los ojos. Cantar que nos recuerda que además del puritanismo populista, siempre intachable, idealizante y consecuentemente violento al fondo del zaguán de la nueva cultura está el utopismo, hijo decadente de un marxismo imposible, cosa impensada y vieja que nos recuerda la teoría de las dos verdades de Averroes: una para los doctos, otra para el pueblo. Averroes redivivo en busca de quienes refuerzan la credulidad en el otro socialismo, el que nunca ha sido. Ni será pero que es útil para mantener el mejor de los negocios de toda una generación, la muerte como valor de cambio en el país de los malos negocios, el dinero considerado no como institución sino como espejismo, también la permanente intimidación, la garra dicotómica, como si él no pudiera escribirse fuera del lenguaje. El uso cada vez más disparatado de las teorías modernas, toda la reflexión posmoderna resumida en unos pocos epítetos que a borbotones justifican un utopismo que para ellos es anécdota sirve para enmascarar sin astucia una palpable ausencia de reflexión, y en el fondo del zaguán lo que está es el coitus furens imposible cometido por Utopía sin mancha, sexo, erotismo, sin dificultades, que nadie sufra ningún complejo: tal la neurótica ilusión de un futuro exento de repetición que se repite como expurgación anulando en esa línea toda vía purgativa tradicional que pudiera llevar a un cambio de haz, de lógica, de texto, efecto de un repudio apenas representable para el cual todo es ilegible menos su investidura convencida, creencia que en un futuro habrá una buena relación sexual: es la religión de un fin de siglo que milita en todo saecula saeculorum.
La N. C.
deviene así el intento de construir una Torre para instaurar un síntoma repetible, codificable, que ahorre todo padecimiento de escritura y rompa las tinieblas en un mundo salvado de todo efecto de nombre. Fatuidad de tal meollo: Laboratorio obliga.
























2 PURGACION: UTOPISMO DE VIA PURGATIVA.
“El nombre propio es la comunidad del hombre con la palabra creadora de Dios. No es éste el único caso y el hombre aún conoce otra comunidad lingüística con el verbo divino”.
Walter Benjamin,
Sobre el lenguaje en general y el lenguaje de los hombres.

“Me aislaré de todos hasta perder la conciencia de ellos. Me crearé enemigos por todas partes, no le hablaré a nadie”. Así, con estas palabras, podría encabezarse la vía de Kafka, la vía purgativa brota desde el punto abisal de un círculo puro –“sin relaciones humanas no hay mentiras visibles”. La palabra construye una no relación, el círculo que gira sobre un hueco: el vacío de la Ley, su deber ser que debe quedar así – a riesgo de que su texto sea una máquina de muerte- para quien irrumpe desde tan lejos como si temiera una demasiado cercana fusión. Kafka recomienza siempre la aventura loca de una separación imposible por la Ley misma con que se ha endeudado. Es una vía. Distinta a la de Pier Paolo Pasolini en la Divina Mímesis, nada salva ahí la diferencia sin fusión entre Paraíso e Infierno. Diotima queda lejos, es una Loba, es imposible como en el Banquete ligar el todo a sí mismo, evocamos, con San Juan, el pasaje del Cantar al Cántico: desaparición de determinaciones temporales, ardor de vía negativa: no hay resguardo ante la fusión o la contaminación, la Ley se divide ante el desafío del deseo.
La relación –hermenéutica- pregunta y respuesta reaparece en los intentos de purgación que se llevan a cabo con desconocimiento de causa, quiero decir la ida y vuelta del discurso tiene la forma de la filosofía clásica pero persiste el contenido de la religión utopista.
Al no romper totalmente su relación con la cultura – considerada en sentido amplio, los argentinos como herederos de todas las tradiciones al decir de Borges -, al no caer de lleno en lo que está a término de un discurso cuyo correlato es el terror
, es posible hablar de ciertos discursos tomados todavía en la instancia utópica que recorren una vía purgativa: les falta romper con la religión de los hombres, reconocer el Verbo, “la resurrección continua – purificación- es un casi-nada” (Jankélévitch).
Así en una revista –seria- de connotaciones utopistas, Héctor Schmucler – La Ciudad Futura, número 10, 1988- en su artículo “Miedo y Confusión” ha escrito una reflexión conmovedora, en nada usual, habitada por un efecto de verdad: ha dicho que el lazo social escrito por el terror, esa relación –que niega toda metáfora- era monstruosa. Escribe para poder nombrarse, nombrar a su hijo muerto
: hay el comienzo ético de una enunciación. Dice: “La utopía de un mundo mejor encarnaba en muchachos dispuestos a dar su vida por el triunfo de la alegría. Y la dieron. Multitudes empezaron a vivir el entusiasmo de compartir, de reconocerse en sus semejantes. Los guerrilleros sentían que su vida –y su muerte- tenían sentido. No sabían que la tragedia los conducía por un mundo inimaginado. No es fácil ponerse a contemplar los signos del cielo cuando el ojo tiene la luz para observar la mira del fusil. Tal vez por eso los guerrilleros no supieron ver que con su generosidad se tejía lo monstruoso”.
Con la inevitable subjetividad de quien tiene un hijo muerto, Schmucler se impresiona, deja en estupefacción al lector cuando anota las palabras de uno de los líderes de la lucha armada, Mario Firmenich, que hace este cálculo, este cómputo estratégico: “Tenemos cinco mil cuadros menos, pero ¿cuántas masas más?”. Sin duda su hijo era uno de esos cuadros, un “instrumento” según las palabras terminantes del líder. Mientras más gente muera, más masas tendremos, tal la lógica cuantitativa de este tipo de terrorismo que se inscribe en el campo de la psicología de masas.
El ensayo que escribió Freud al respecto permanece invulnerable, no así su Malestar en la cultura: Freud entre las salidas que enumera como respuesta al malestar no sospechó que con el advenimiento del totalitarismo subyacía la hipótesis de un posible bienestar de la cultura, el utopismo no hace sino poner en acto ese programa. Schmucler no extrae conclusiones inmediatas, pasa al subjetivismo ideal, ya piensa, demasiado inmediatamente, en otra cultura en la que afirma como expresión de deseos que “quisiéramos pensar que ningún ser humano tiene derecho a decidir la muerte de otro”.
Cierto. Sucede ante todo que hay que reconocer que la cultura utópica no es una cultura en cualquiera de sus acepciones tradicionales –oposición a la naturaleza como núcleo común- salvo si se admite la coexistencia de un universo de discurso afín a los campos, tan policial que la policía – a diferencia de las dictaduras más represivas- siquiera se hace notar como ocurre en Cuba en la cual toda sombra de oposición ha sido barrida, extirpada, reina la paz totalitaria, óiganse los gritos de El Central  de Reynaldo Arenas, el insulto a la Virgen que es un rezo que pregunta qué quiere significar ahí la Cruz roja internacional.
La utopía no es sino un programa concreto –político- que necesita del terror para instituir este tipo de lazo social. Por lo tanto el “quisiéramos” no tiene necesidad de ser una expresión de deseos, escribirse en subjuntivo
; el imperativo kantiano, que prohibe tratar al otro como instrumento, está para resolver el dilema y la antinomia: hoy, aquí y ahora, “nosotros”, en cuanto sujetos de imperativos éticos podemos impedir, luchar para que un hombre no decida la muerte de otro. Esto supone abdicar del uso –válido en el arte, en la ficción- del tiempo que hacen los extremismos para los cuales el presente es temporal pero es un tiempo donde nada ocurre salvo la opresión de siempre, es sólo un trampolín en una línea de horizonte hacia un futuro preso de un pasado que es su idea fija, su texto ya escrito. Por eso el imperativo de Kant es intemporal, correlativo a un sujeto de derecho. De hecho el “quisiéramos” incurre en presente, hay que tener en cuenta la gente que salió a la calle en los sucesos de Semana Santa cuando recrudeció la acción fascista. Pensar que - si esta frágil democracia no es una figura de paja que hay que quemar para que salga el sol hiperbólico de un futuro monumental- algunos hombres, integrantes de las fuerzas del orden, tuvieron que ser amputados para defender un sistema que más que otro cualquiera permite la crítica y la transformación consecuente. Los que desactivaron bombas dieron una parte de su cuerpo, pudieron dar la vida para que ningún poder -–más que ningún hombre- decida la muerte de otro, lo hicieron para que Schmucler u otros puedan ejercer su crítica. No es necesario, entonces, esperar un futuro utópico para que tenga lugar esa generosidad subyacente de muchos jóvenes que se encaminaron al activismo; la generosidad, en su misma acepción, excluye las definiciones maniqueas, hay por ejemplo una generosidad implícita en quienes no sucumbieron al terror al inferir la monstruosidad que se tejía con los ideales de los jóvenes de una – mi – generación que nació en una cultura que les impidió sublimar esa carga de violencia con que el individuo entra en el conflicto de las generaciones. Hubo un culto de la muerte que es imposible idealizar porque está fraguado para eso mismo, la idealización total que se resuelve en idolatría.
El trabajo de Schmucler me permite decir que estamos ante estilos cuyo rasgo destacable reside en que la violencia de por sí no es un signo positivo
. Esto ya habla de toda una vía de purgación que lleva a un discurso marcado por la utopía a reconocer el presente de una cultura, sus vínculos abiertos al pasado y el futuro, otras longitudes de onda. Schmucler está sin duda éticamente en las antípodas de los teóricos de la violencia ideológica pero filosóficamente tiene la misma concepción del tiempo que ellos. Los maestros dicen: la democracia, las instituciones, son figuras de paja, el parlamento, un conjunto de muñecos, imitemos el discurso de la guillotina, después comenzaremos a hablar.


Schmucler habla pero todavía cree que las cosas importantes sucederán allá, en el cielo concentracionario de los imperativos utópicos.
Lo monstruoso no residió sólo en la tortura o la exterminación de quienes ofrendaron su vida por una sociedad a la que creían mejor, lo monstruoso fue que esa sociedad soñada era una máquina de comerse a los hombres o que muchos de ellos, los jóvenes, fueron negociados, entregados por las direcciones, lo monstruoso estaba implícito en la lógica misma de ese discurso, en la hipocresía inigualable de unos maestros cuyo correlato cultural está muy lejos de haber sido analizado.
Los maestros de la violencia teórica –basta leer las revistas de época- decían al principio de los años ’70 que la única alternativa (es decir: la no alternativa) era adherirse, militar, como único camino, en las organizaciones revolucionarias. En plena transición democrática vuelve a repetirse lo mismo ¿Me equivoco, soy parapolicial, si digo que no han aprendido nada? Que la figura del duelo está ausente: que también los muertos han sido tomados como instrumentos.
Es así. Porque tal como se ha dado nuestra última historia ya tiene que asombrar menos que haya quienes tomen a otros como “instrumentos” que los taimados oficios de los que se las han arreglado para impedir toda crítica a la reaparición solapada del terror cultural, que abrumaron la apología de un escaparate de décadas cuya “novedad” ha sido la de sustituir a los entusiastas jóvenes –los militantes- por los pupilos, éstos, a diferencia de aquellos, no tienen principios, son los soldados de la nueva cultura que no dudan, temerosos ante todo de la diferencia de pensamiento, esperan que otros procedan por ellos. Por eso el rasgo diferente es éste: lo ultrapolitizado de los maestros con el desánimo ideológico de los Pupilos.
Pueden ser “marxistas”, “populistas” y hasta “liberales” pero en esa confusión siempre se refuerza la totalitaria utopía. El deliberado cálculo de la nueva cultura hoy parece
ser: cuando menos se piense, más pupilos, soldados de la cultura que no duden tendremos, y haya anatema para todo cuanto suene a intelectual. Schmucler se atreve por el camino riesgoso de la duda, se da cuenta de que está solo, la diferencia de él y los utopistas violentos es abismal pero en cuanto a la ética y no a la cultura, y reside, en lo primero, que esos pequeños intelectuales con sed de sangre no pueden tenerla. Schmucler quiere tenerla y no puede encontrarla, eso no debe llevarlo a desesperar, su caso es el mismo de una cultura que se busca y, digo yo, para encontrarse tendrá que saber perderse: encontrará así una vía donde lo cultural se dirá exento de terrorismo. Queda por eso su honestidad. Que se hace pasible de esta crítica: a mi entender Schmucler todavía, como muchos intelectuales, cree en el otro socialismo, el utópico, imposible, fuera de los democráticos – y por lo tanto falibles- y ahí su discurso viene a coexistir con la fachada que propicia el futuro del utopismo en bruto, por eso enuncia la cuestión del derecho en subjuntivo irreal cuando en el actual estado de derecho esto es un logro presente, mejorable, con todas las críticas que pudieran deslizarse. La Utopía –que concretamente hasta hoy sólo ha dejado muertos- impide aquí la traducción entre una ética individual y una social. Por eso al creer en la existencia del otro socialismo, lee en los socialismos concretos “la otra cara de la moneda que se estampa al capitalismo”, confunde los sistemas socialistas y capitalistas con utopías. Hay entonces una utopía socialista y otra capitalista, esto, además de asimilar estos sistemas a los dichos de sus filósofos tiene como elemento objetable el que con esa lógica separa al discurso utópico de su connivencia con el terror, algo que se da concretamente en la Argentina y que su texto había empezado a hacer la crítica al hablar de los ideales de los jóvenes: no puede hacer, en fin, la crítica de una cultura porque cree en otra que futuriza el imperativo kantiano y ahí es donde los utopistas imponen el suyo.
Pese a que diga que las revoluciones han contribuido a la “desazón y el desasosiego” no atisbamos entonces cómo se asistirá a una cultura no intrascendente, a un “nuevo Pentecostés”, como escribe, “que nos rehabilite del castigo babélico” si antes no se analiza el texto hegemónico del utopismo que intenta construir una torre para perpetuar el síntoma. Para los maestros de la violencia y distintos tipos de acólitos, el negociado mayor sigue siendo la muerte a partir de la falsa premisa
de que en el mundo hay algo peor que ella misma. No les importan los caídos ni los que tengan que caer para mantener el núcleo fantasmático de su abigarrado discurrir, su legitimidad indiscutida que se genera al situarse fuera de lo legal, fiel a lo clandestino sobre un campo de masas: el lugar central de la batalla que lo purificará todo es su belicosa insistencia, la Revolución, ora marcada con la taumaturgia de lo imposible, ora con la dramaturgia de lo virtuoso y lo intachable, encarnación terrorista del Bien mismo como simulacro, la Revolución como copia, imitación no consciente de sí misma: el utopismo es esa fibra tardía y cortesana, la paradoja de ser un discurso público enclaustrado, incapaz de toda discusión ya que una sola caída de sus apoyaturas ideales echa abajo toda la construcción.
De ahí el anatema unas veces pontificante, otras patotero, el cambio de los tiempos, la necesidad de una dictadura para reproducir su antítesis, su idioma persistente y guarnecido, afín a una naturalización antropomórfica de la historia, su sistema de alusiones que reproducen la denegación de un discurso donde el poder es el mal, pero el mal son los otros, utilizando la primera persona para declarar: yo no tengo poder, sólo la pureza sentimental de un devenir pupilo...
Sin embargo, ya a pesar de la falta de historiadores la
historia produce encuentros que imitan el peor surrealismo. El sistema de referencias del discurso utopista parece haber hallado su talón de Aquiles pero también su fuente dorada –tan deseada y tan temida- en la utopía corporativa que se esboza en el libro de Carlos Menem, Argentina Ahora o Nunca, como programa de gobierno. Como emergiendo del Facundo y a través de una noche bengalí para un lector de ficciones. La ficción no es metáfora o metalepsis, es comparación en este caso: como si los extremos por tanto tiempo separados hubiesen encontrado su posibilidad de juntura, su clímax, la escritura sin texto de una epopeya fundacional.
De buena gana escribiría un ensayo dando cuenta
de cómo los enunciados rectores del utopismo se desplazan en la Argentina hacia un punto de condensación que no es metáfora, es el texto que ahora quiere ser el original y que nace de comparación. Nada como este libro –que en el discurso más tradicional añade un plus, lo toma para sí, lo expropia al utopismo- prueba que la posición del gobierno fue, ciertamente, tolerante con las libertades públicas y la libertad de expresión, pero muy débil, inexistente, en su versión cultural – en cuanto lugar de una génesis discursiva, probable, no utópica-, la trama cultural fue cedida casi por completo al utopismo que favoreció los ismos que ahora reaparecen condensados. Lo que hace Menem es tomarlos a la letra, el abrazo “antiimperialista” es generalizado y no una utopía, él a diferencia de ellos tiene masas que le responden, su único obstáculo son las instituciones. El “mal” reside para esto en los partidos políticos, en la “partidocracia”- ese mismo sistema que los popes utopistas consideraron una mera pérdida de tiempo ante el Acontecimiento fundacional. Por otra parte las diferencias no son muchas si se lo piensa dos veces, precisamente por eso el utopismo se aterroriza en los pocos comentaristas que piensan: ¿y si eso fuera en serio, si hubiera alguna realización?
Es lo que puedo leer en el número 25 de La Ciudad Futura – junio de 1988- en un artículo firmado por Javier Franzé – “Efímeros, pero tediosos”- que analiza los libros de Eduardo Angeloz y Carlos Saúl Menem.
Paso por el análisis del libro del
primero: lo que discuto en este texto es la incidencia del discurso utópico y no tal o cual programa de gobierno, pero al respecto señalo que la exclamación de Angeloz cuando se confiesa deudor de las corrientes del pensamiento universal, supone un programa cultural ecléctico, sólo lecturas. Es una exclamación retórica, válida en un discurso que, me entero, se atreve a expresar que “el patriotismo es el último refugio del canalla”, a hablar de las “sólidas contribuciones de los argentinos a la historia de la estupidez humana”. Al menos el crítico habrá de conceder a estos dichos negativos una traza de estilo que dista bastante de la demagogia al uso –tanto más si es un programa electoral- , e incluyo en ellas a muchas corrientes del propio gobierno. Ecléctico o puro, yo, por otra parte, pienso que no tiene que haber programa cultural alguno, sólo una actitud formativa que haga intervenir lo menos posible al Estado en estas cuestiones.

     
Cualquier lector de Hannah Arendt sentirá cierto estremecimiento al leer las frases que el comentarista cita del programa de Menem: “Hay una empresa épica y monumental que nos aguarda desde el fondo de la historia. Vamos a concretarla de una vez por todas”. Cualquier lector que no tenga la lectura que la Universidad ha hecho de Arendt: omisión segura del capítulo donde habla de “La Elite y el Populacho” que está en la
[L9]  génesis del totalitarismo[L10] , Franzé registra el efecto “Argentina ahora o nunca o la lectura como pavor: para ir eligiendo el punto de fuga”. Por cierto que el pavor no desaparecerá si se abandona la crítica, punto de fuga de este cuadro confuso. No se trata como dice Franzé de una “gesta” sino de determinada política que como él mismo lee se sitúa más allá de la política como utopismo: la diferencia reside en que este discurso tiene una vocación realista, que el mito de la acción pura del utopismo no es una fantasía sino un montaje de poder, con sus efectos de simulación bien estructurados. El elemento idolátrico, del mismo modo que el utopismo, tiene fieles de veras, no se trata aquí de un proletariado utópico: por eso los escribientes –puntuales siempre con su época- del utopismo ya “traicionan”, se pasan de filas. La lucidez de Franzé al respecto habla también de cierta tenacidad, ya que el utopismo en él no está elaborado ni resuelto. Así el caudillo riojano postula: “Llevo dos banderas en este camino. Una bandera es de Dios, la fe. Otra bandera es el pueblo: la esperanza”.

Franzé ni por un momento sospecha una nueva mixtura, redistribución de tipos lógicos en un campo discursivo de nuevo cuño, más bien busca él las raíces leyendo ahí lo mismo que busca el otro “las raíces en los mejores legados del pensamiento eclesiástico militar”, tantos cursos de Foucault lo llevan a reproducir un tipo de génesis que no hace sino justificar la palabra utopista presente: la misma que generó que un tal discurso pudiera repetirse. Ahí la cara pacifista del utopismo –para el cual todo lo militar es “malo”, pero desde una perspectiva que lo militariza todo –se encuentra con una plausible “ley de pacificación” la cual presupone que en la democracia hay lo que no hay: violencia política, es éste un viejo truco pacifista que apunta liberar la represión y que el utopismo cree a pie juntillas, más que los niños. Pero ya es tarde para abandonar a Foucault en la edad clásica o en la mezquita de su admirado Jomeini, estuvo demasiado en el cotillón de los modernos filósofos que tenían por objeto diluir la literatura. Foucault no supo escuchar como Joyce la confesión cristiana por eso pasó del Mayo francés – que exaltó a Mao y negó el Gulag – a los imanes, tiene en común con el caudillo y con Franzé todo un siglo sin elaborar, ahí, el epistemólogo, y el utopista contribuyen a que pueda soñarse una vigilancia sin castigo, no sorteando el hueco de la represión sino anulándolo.
Menem, jugando a duro, escribe frases como ésta: “a los débiles los vomita Dios”. Y Franzé interpreta esto como cristiano, reforzando la herejía, su falsa misericordia, llega incluso a considerar meramente conservador este discurso, deja de lado la mezcla e intrincamiento de clases lógicas que se superponen, transgrediendo los nombres hacia una sola línea de tierra: tal la sintaxis fundacionalista, la cual tiene una relación de Verdad con su pragmática. Para el utopismo todo es imposible, para el fundacionalismo nada parece serlo. Cuando los críticos de Utopía confunden la represión intelectual (condición de algún levantamiento de lo reprimido) con la represión física lo que hacen es reproducir dos posiciones enunciativas –y sólo dos-, los lugares físicos del perseguido y el perseguidor funcionan así a todos los niveles –el resto es superfluo- en las cuales todo viene a morir sin bifurcarse, creen, en fin, poder levantar totalmente la represión, su vacío en hueco, eso los vuelve crédulos de la represión liberada: lo parapolicial no es sino eso.
Hijo luminoso y pródigo del siglo pasado el utopismo mentía una continuidad histórica, llenaba cualquier vacío con la profecía
que pospone un texto ya escrito –donde esoterismo y socialismo se dan la mano- hacia una futurición incumplida, hace a la vacilación de lo categorial y lo hipotético en el juego del discurso y al mismo tiempo – su pragmática-, es prédica en favor de lo ilegítimo en el corazón de lo legítimo, las instituciones.
 
De entrada el utopismo se planteó como un oficialismo que renegaba de sí: para que todo un día fuese totalmente oficial. Otros son los oficios del fundacionalismo, del libro que describo, diríase que ahí se han estatizado los síntomas, las oscilaciones del utopismo, han sido formalizados sus contenidos alucinatorios, su imposibilidad de reconocer que algo cambió en la Argentina desde la democracia, que sólo es posible cambiar el continente de la represión pero no el contenido, que tiene que haber alguna represión para que éste no se libere totalmente, sea represión liberada.
Pero también es dable imaginar un tipo de represión –física- que no se haga notar, donde ni siquiera se note la policía gracias a la inexistencia del régimen jurídico: la exterminación que hizo la dictadura de los adversarios marca el rasgo totalitario de un discurso que no han dejado de explotar ideologías que reproducen el maniqueísmo. Menem captó bien estas vacilaciones, esta creencia en la represión liberada, le bastó deslizarse de cuerpo entero al mismo lugar donde Utopía escribía su ideal como hipotético: ellos tampoco reconocen la trama que han engendrado, ni que lo que ha hecho el caudillo es precisamente lo que lo constituye como efecto de discurso, como líder.
Nadie sin embargo ha ido tan lejos como Franzé en la crítica del utopismo aunque cree hacerlo con su condensación comparativa, extrapolada, sin metáfora, el simulacro mismo de la voz de la tierra.
Franzé queda capturado por la misma trama que intenta descifrar. La alternativa de irse o suicidarse postulada hace más de una década por Viñas se resolvió en una eficacia suicidada – los cuerpos instrumentados, los jóvenes lanzados a la lucha armada- ahora, parece,
los “ismos” se entrecruzan, se trata de permanecer en un discurso, en el serrallo que habla en nombre mismo de la vida, los otros ya no son adversarios, enemigos, es la Muerte misma que hay que escupir en función de un repudio generalizado. He ahí el simulacro fundacionalista: obra sin figuras jurídicas ni retóricas, lo condensa todo en una sola línea de tierra donde mana la fuente de la purificación generalizada.
Pero la Dialéctica también ha sido erradicada en su modo clásico: la Aufhebung que es al mismo tiempo abolición y afirmación de lo que supera y contiene –negación de la negación- deriva en discurso del repudio: una no afirmación que se afirma por el repudio mismo, imposibilidad de decir un no que vuelve circular la escritura de las negaciones. Así, Franzé reconoce en el libro susodicho una “elaboración del intelecto que, con elegancia y tacto, asimila lo simple a lo auténtico y lo verdadero”, las “esencias”, las “cosas simples”, el universo que postulan: sacrificado, ascético, puro y verdadero. Pero todo esto es traducido, confundido con “la saludable lógica cristiana” exculpada de sus mandamientos. Hay el tardío reconocimiento de los mismos temas que el utopismo colocó bajo anatema, o consideró secundarios ante el Acontecimiento fundamental, así Franzé reconoce la expurgación del otro discurso: “La duda, el pesimismo, el ocio, el escepticismo, lo complejo, lo liberal, lo libertario, el suicidio, el psicoanálisis, lo individual, el esteticismo, en fin, todo aquello que no esté siempre listo para entregarse devocionalmente a una causa, no hace más que enrarecer y contaminar la atmósfera patria. Pertenece según los cristales de la óptica menemiana al universo de lo inútil, débil, ateo, de lo que, en definitiva, no sirve para”. Uno por momentos diría que la enumeración que hace Franzé es casi el inventario de temas que con distinta suerte anatemizó el utopismo, llega por eso en su momento de extrema lucidez crítica a reconocer que la “misión” de tal discurso es “trans-política” sin leer ahí un desplazamiento de los tropos en que redundó: éste planteaba con el marxismo una relación de causa-efecto, históricamente rota, fundada mediante performativos, ahora ese orden se desplaza sobre un campo de masas. De ahí el pavor tras el reconocimiento, que, por otra parte, puede no ser aceptación, fortalecer el repudio ¿No es reconocible ahí la tarea que asignaba a la crítica Matilde Sánchez
?, para quien ante todo tiene que servir para algo –contra, eso sí, los “funcionarios de la ONU”, todo atisbo de oposición, traducido-, el pueblo, también, “productor de cultura” de Josefina Ludmer, ¿no es admisible que tales tópicos están apenas transfigurados, aprovechados con oportunismo y reforzados por condensaciones, con una dicción de pastor protestante que habla en un serrallo, continente de una plausible represión liberada que abrace el todo? Todo... estriba en cómo se lee este más allá de la política – común a revolucionarios, utopistas, anarquistas y fascistas –donde la pulsión de muerte “sirve para algo”, retorna en función del Bien utilitario, discurso típico donde finalmente es el terror el que hace de lazo social entre los hombres. A diferencia de otros “ismos” que le abrieron el camino el fundacionalismo ha articulado algo de dicha pulsión, no hay nada de simple ni natural en todo eso, son otras tantas predicaciones de un montaje.



Mucho del verosímil del discurso utopista dependía de que nada de esa pulsión pudiera articularse, que todo quedara en consigna: es el tema universitario de la historia como ficción en tanto paradigma complementario. La histeria del lenguaje acción –sus realizaciones, sintomáticas- sirvió para nivelar las diferencias, fue un acuerdo común: antes o después de ellas la Revolución en tanto arquetipo previo al cual “un día” imitará el Acontecimiento era lo indiscutido, estaba fuera de discusión, de toda crítica: la Revolución es revolucionaria porque es revolucionaria y porque es imposible, utópica.


Esta “ingenuidad” le debe muy poco a Marx y mucho a la Checa de Lenin y sus continuadores. Hay una simonía del tiempo. El escamoteo de la historia, de lo que ocurrió en las revoluciones concretas –empezando por la francesa, hay que leer a Burke, con Sade al costado- reconocido hoy en parte hasta en la misma URSS abrió la senda ilusoria del discurso contrapolítico que el fundacionalismo va a tomar a flor de lengua, para situarlo no en un presente o un futuro sino en un puro afuera: lo hará brotar desde el fondo mismo de la historia sobre la línea ideal de una política de masas que deja a utopistas, revolucionarios, anarquistas –todos incrédulos de las instituciones- como comodines graciosos, tributarios gratuitos a tan vasta gesta del populismo fundador.
La voz del amo estará siempre circulando entre voceos, en eso tengo que reconocer que son pluralistas. Habría tal vez sido uno de ellos si no hubiera escrito, tal mi paradojal “utopía”, lo imposible, parte ya de un texto histórico, un tejido: la de querer objetar los dichos del ideólogo que pedía repetir la revolución en plena transición, la de señalar, también, la ingenuidad de un David Viñas que persistía en buscar el fascismo en Lugones y la década del treinta cuando esta década basta a diestra y siniestra, ese querer encontrar la hora de la espada cuando la hora del facón estaba en curso: volver eso un tema de discusión hubiera extendido la línea de separación entre la represión intelectual y la física que a pasos rápidos parece aminorarse, parece que habrá que salir a campo descubierto, hablar en adelante no supondrá sólo el anatema sino alguna realización concreta, física.
El discurso tipo fundacionalista está previsto en mi análisis de Arlt acerca de la falsa solución que es la violencia, tanto más si se propone como la solución verdadera en el discurso utopista y maniqueo. Tengo además que añadir que este tipo de discurso no es para nada frívolo. Es –al contrario- desde cierta frivolidad, cierto exceso del lenguaje que pase por el nombre que se lo puede interpelar: desde la escritura. Fue ésa la cifra sin paradigma, solitaria, de Innombrable: explicar la historia desde la travesía de algunas escrituras y no al revés, comprendida la ficción de la utopía que es paradigma en función de la eficacia de una historia imposible y concreta. De ahí que la lectura hoy tenga que recorrer cierta vía purgativa en quienes quieran salir de los “ismos” en los que están entrampados, deban tener en cuenta que el simulacro no es de tipo artístico, es el montaje de una lengua única que se dice pura, sin metáfora posible, la comunidad hablando sin nombre propio, el Campamento instaurándose, expresión del fondo mismo de la Historia: el ideal de la casa propia que se convierte en cepo.
Hay alguien que en estos años ha trazado, retomado, un camino sinuoso, discutible en cada tramo mediante una escritura sellada por el deseo a secas –y la otra cara, sabor, amor al saber más que al poder-, un crítico del gusto según Eliot, palabra siempre abierta y diferida a la lectura: hablo de Los Fulgores del Simulacro de Nicolás Rosa, uno de los libros intrincadamente heterogéneos que ha excedido en mucho los rituales, es un afuera irrecuperable como la poesía de Néstor Perlongher por
[L11]  los discursos que funcionan programáticamente, los “ismos” utopistas, populistas, revolucionarios, anarquistas.
Nicolás Rosa retoma el Viñas histórico, prueba que su sola historicidad lo vuelve ilegible también a la nueva cultura, es el Viñas que considera a Sarmiento como el primer escritor moderno en la Argentina. Ahí donde la universidad termina su programa Rosa parte: nos dirá que el destino de todo discurso polifónico es el monologismo. Sarmiento es quizá el primer escritor moderno porque siente como ningún otro la presencia “física” del lenguaje, pero esta disyuntiva desde otra perspectiva es falsa debido a que hay una crisis del concepto de modernidad de la cual no toman noticia ni el marxismo ni el liberalismo ni el populismo.
La lectura de Sarmiento y Alberdi no podrá ser la misma desde que Rosa ha escrito sobre ellos, los ha tomado por un lado “subsidiario” como en sus reflexiones sobre el lenguaje, el teatro, la poesía, la pintura; ha puesto en relación la filosofía –en vínculo con la política- de una época y las “artes”, ahí trabaja el simulacro, desechando la obsesión de legitimidad tan perseguida respecto a cada uno de ellos, nos aparta de una crítica que se quiere –cree- moderna –por no decir ultra- y no hace sino reflejar una idea de historia: la del utopismo del siglo XIX marcada por el positivismo y el pragmatismo, el “optimismo utopista” que poco tiene que ver con lo que se proyecta en Sarmiento. La “actitud experimentalista” de Sarmiento obra como verificación de los modelos que postula como imitaciones, hay un juego de reproducciones pero la intervención de un autor que a veces se sale de la vaina: cuando el romanticismo reproduce las tesis iluministas, cuando, tomando detalles de las obras teatrales defiende la tradición aristotélica haciendo la apología –ambivalente- del drama romántico. Es imposible reivindicar a Sarmiento desde un solo tiempo, es sabido que cualquier discurso que – para exaltarlo, corregirlo, criticarlo- que habla de él –marxista, populista, liberal o liberal marxista populista, etcétera- hará de este nombre de autor un modelo, equivocado o preciso de un proyecto de país: todos los discursos sobre Sarmiento presuponen una continuidad histórica sin fallas, es más, las mismas rupturas parecen solidificarlas, confirmarlas.


Se trata aquí de un Sarmiento sin “unidad” –que va más lejos que Alberdi en lo estético- que no puede confundirse con esa cultivada ingenuidad que hace de él un reverso de Rosas –fascinación del populismo liberal-, trasladando tropos del campo a la ciudad. Así los tropos terminan confundiéndose con las tropas, el Sarmiento como montonero al revés refuerza los paradigmas de eficacia, paradojales cimas de nuestra decadencia actual. El Sarmiento que nos presenta Rosa es un amante del detalle, está cruzado por los “ismos” de la época pero sale de ella mediante un pragmatismo que es su pragmática, su agonística verbal, es alguien que tuvo en cuenta toda la cultura de su tiempo, hoy no desecharía el psicoanálisis, ni creería en la unidad del sujeto, pondría de manifiesto la regresión simple de sus apólogos que postulan imitar lo que en él ya no es simplemente un modelo. Dicho de otra manera: nada del siglo XIX es traducible simplemente al XX, esto es un efecto de un siglo de manos no elaborado. Mariano Grondona al respecto escribe: “Si uno fuera tomista diría que el nacionalista reactivo ama la Argentina en acto, la Argentina que es, y el nacionalista de emulación ama la Argentina como posibilidad –no quiero decir potencia porque se habló mucho de la Argentina potencia –como promesa”.
La versión que da Mariano Grondona de Sarmiento no es por cierto tomista, es de un nominalismo que cree al omitir el término “potencia” puede salvar la ideología de ahí resulta, demasiado próxima a un utopismo liberal que contribuyó – endeudándose, estatizando las deudas – a coartar las potencialidades que a cada cambio de época son decepcionadas por los “actos” de nuestros ilustres dirigentes, que incluso opuestos pertenecen a una misma cultura. La imitación de los modelos extranjeros es “nacionalismo de emulación” pero ese ideal tiene como último nombre, otra vez, la utopía: “En cambio el nacionalista de emulación en lugar de idealizar lo real, lo que hay, y pintarlo con un color piadoso, quiere realizar un ideal acerca de lo que hay, tiene un proyecto distinto de lo que hay, en cierto modo tiene una utopía que lo desafía”.
Estoy de acuerdo en términos generales con la “emulación” de ese programa en cuanto al avance técnico y la información de lo que ocurre en el mundo, me pregunto en cambio si esto tiene algo que ver con una lectura o una continuidad con Sarmiento: ese utopismo bien podría encontrarse en un programa de una universidad norteamericana, no asediada, cierto, por los utopistas de otro signo. Sin embargo cabe preguntarse: ¿es posible con un tiempo de bonanza, nacido, además, por generación espontánea, salir del país de los malos negocios y cuyo mayor negociado ha sido la muerte, cuando esto mismo surgió de una crisis de tradición, de un problema cultural que este liberalismo o bien abandona al costal de lo inútil o bien reduce a unas cuantas consignas? ¿Se puede hablar de utopía en un sentido no totalitario sin tener en cuenta el peso que los totalitarismos le han dado al término, mediante mares de sangre?
En Sarmiento es imposible omitir su estilo, ya que casi todo cuanto escribió apareció en medios entonces marginales, es necesario repensar el uso de la primera persona; no hay en él que confundir lo que positivamente se remite a la sociedad y lo que va a atravesar el crimen que supone toda comunidad. Cierto: liberales, populistas, marxistas, difieren sólo en su idea de sociedad, padecen la misma concepción de la comunidad, de ahí que deriven no pocas veces en populismos. Textos de Sarmiento como “Las tropas de Rosas” van mucho más lejos que una crítica a sus adversarios, también de la figura antitética del caudillo que quiere achacársele: nos dicen cómo las ideologías más antitéticas se resuelven en “ismos”.
La ciudad no atravesada por el nombre no es sino la imagen de un Campamento, diría H. A. Murena: la fiebre del oro (solución de todos los problemas, lugar de legitimación del discurso) sin el verbo que la atraviese como un derroche contribuye a la misma prehistoria que se quiere anatemizar. Formulado en términos utópicos: en la más pródiga de las sociedades la literatura siempre será disidente por esa relación –impensada- del nombre propio con la comunidad.
Vuelvo al libro de Nicolás Rosa: tengo objeciones que hacerle precisamente porque lo he leído, sus líneas de fuerza a veces reproducen la temática de lo transgresivo en los “ismos” que dicen ser tales en la poesía, pero que están perfectamente ubicados en la trama utopista. Y correlativa a una inversión de Borges que hace con él lo que no se permitió con Sarmiento: un medio para llegar a los zaguanes de fin de siglo, la poesía que es llamado a la mudez en nombre de la transgresión. Sin embargo en el libro de Rosa están Loyola, Sade, Néstor Sánchez, el culto mariano en versión gnóstica, la Trinidad y el Otro en relación no dada, atravesada... el mayor escándalo del libro está en su nivel (fulgor) intelectual que está escrito en cada línea.
Alberdi le reprochaba a Sarmiento haber confundido el país con una escuela: expulsar lo que no entrara en ella. Aunque perseguían el mismo fin, tenían lecturas diferentes de la Argentina. En homenaje a Sarmiento habrá que multiplicar las vías purgativas – conexión con la cultura considerada en sentido amplio- ante una segregación de connotaciones utopistas que es ante todo una cuestión de lengua: se apunta a
que lo que se habla en estos discursos sea la lengua misma del Estado.
Ante las antinomias irresolubles de los “ismos” cabe poner en juego la paradoja, un cierto afuera de la escritura donde la comunidad nunca está dada, supone una travesía de los nombres que manifiesta, por ejemplo, que hay no poca hipocresía sexual en muchas actitudes “éticas” o que la transgresión sexual es no pocas veces mera impostura.
Dicho de otra manera: el dilema cultural en la Argentina ya no reside en saber
si Sarmiento sabía o no el lugar exacto de la desembocadura del Carcarañá, si el criollismo debe o no complementarse con el folklore o el rock para ser más criollo, con preguntarse si Virgilio es o no reemplazable por Sofovich, en “irse o suicidarse”, sino en estar o no con los “ismos” que describo y su cultura implícita.
Notando esta distinción de Kant: “El “republicanismo” es el principio político de la separación del poder ejecutivo del gobierno – y el poder legislativo; el despotismo es el gobierno del Estado por leyes que el propio gobernante ha dado; es pues, la voluntad pública manejada y aplicada por el regente como voluntad privada. De las tres formas posibles del Estado, es la democracia – en el estricto sentido de la palabra- necesariamente despotismo, porque funda un poder ejecutivo en el que todos deciden sobre uno y hasta a veces contra uno – si no da su consentimiento- ; todos, por tanto, deciden sin ser en realidad todos, lo cual es una contradicción de la voluntad general consigo misma y con la libertad”.
El “nosotros traicionamos” fundador de la comunidad – moderna- se disuelve en una primera persona en relación anagónica con el Verbo, la escritura es por tanto un error en un proyecto continuo de legitimidad, resiste la “utopía democrática” que – a diferencia de la República de la República que es imposible en Sade ya que para eso hay que tomar algún otro como objeto, defraudando el “todo” – ya que la democracia de la democracia de realizarse sería una monstruosidad, el incesto generalizado bajo la forma del amor de todos con todos: tal vía propia para salir del cierto tratamiento del “todos” que se aprovecha de la democracia, de sus antinomias, su equívoco para conspirar contra la República: instaurar una democracia sin República, he aquí la legitimidad a que apunta el proyecto utópico.




ANUNCIACIÓN

“Cuando ellos se dirigen a ofrecerle sacrificios como a un héroe brota por sí solo el humo de la tumba. Esto, pues, lo he visto yo personalmente. Los tebanos enseñan también la tumba de Tiresias a unos quince estadios de la tumba de los hijos de Edipo. Los mismos tebanos admiten que Tiresias acabó sus días en Halartía y admiten que el monumento que hay en Tebas es un cenotafio”.
                                                                                                         Pausanias, Descripción de Grecia


Un mismo espacio –según la narración de Pausanias- cobija las cenizas de la progenie de Edipo y de su primer intérprete, Tiresias; cuenta, por otra parte, que cuando le ofrecen sacrificios tiene lugar algo prodigioso que asombra a los lugareños: el humo y la llama que le sigue se dividen en dos. En la tumba el acto de la obra en cierto modo continúa, es el ulterior y perpetuamente renovado: lo que el mito preserva – según la tajante recomendación de Aristóteles que el poeta no debe cambiarlos – lo que la historia mezcló- en términos de parentesco, como incesto y crimen- a lo que la tragedia, en fin, dio forma, ahora lo separa y conmemora dócilmente el humo de las piedras. Consideremos no ya a Edipo un personaje histórico, padre de sus hijos, o un personaje de tragedia, tomémoslo sólo en su nombre que es apertura de historias sobre un fondo de leyenda: el intérprete y su progenie cohabitan un mismo espacio, locus y humus parecen pacificar la tensión de dos genealogías antagonistas, hay la cálida y pétrea comunión- apenas diferenciada como la llama del humo- que devuelve todo a la fábula, al poema, al tiempo de la lectura, y su variación. A la historia de sus precursores: la narración detenida de los ritos que hace Pausanias. Sólo a través de la representación de la tragedia los agonistas volverán a salir a escena, habrá algo que nos estará interdicto, que la tragedia nunca fue trágica estrictamente hablando en una voz moderna: su función era la de recomponer una cadena social amenazada de disolución. Era un detenimiento en la marea que una creciente, en un punto, parece decirnos: la peste ha de terminar; su purificación será equivalente a un rito religioso, lo que éste, falto de recursos, no puede llevar a cabo.
El héroe no es sino un punto de encuentro de esas fuerzas indómitas, incontenibles que cruzan –contaminan- la comunidad, son también su fin encarnado a través del cual ella renace. Estamos en plena purgación de las pasiones, lo que Aristóteles llamó catarsis.
La purgación trágica, en lo que Pausanias describe, prosigue a modo de ritual precisamente porque ya ha tenido lugar
: la llama, como signo de las pasiones, sucede en cambio en otro incendio, cenizas tanto más inquietantes que el humo y la llama, los espectadores están calmos, extasiados o irritados por la representación de la obra, no es eso lo que importa, la comunidad en cambio no cesará de purificarse jamás, nunca estará tranquila: hemos, dice, como si la obra siguiese, enterrado y llorado nuestros muertos, él, el héroe, ha matado por nosotros, hecho lo que sin duda nunca nos hubiésemos atrevido a llevar a cabo, hemos muerto ya en cada uno de ellos y todavía sin embargo hablamos...¿qué otra sangre hay en juego que no tiene nombre, rango, género...?
Y siempre daremos con el susurro a media voz de todo corifeo, que ningún progreso puede acallar: ¿por qué somos, todavía, aún en potencia, asesinos? Por la purgación dirán algunos, no es que haya habido purgación a causa de un derramamiento de sangre sino que ha ocurrido esto, tenía que pasar y esto en función de la purgación misma. Ahí la circularidad trágica se dobla, parece amenazar a lo social que debía ordenar, diferenciar, pero es, sabemos, sólo una ilusión retrospectiva, el último resplandor de un simulacro ya falto de potencia. Hasta ahí pudo la tragedia, separó la confusión aniquiladora de las pasiones, las encauzó, sublimó, hacia un discernimiento que no hay que confundir con el del sujeto cartesiano o psicológico sino con un yo ya religado a la comunidad, precisamente, el seco clamor de Edipo en Colono, cuando el pudor fulgura por encima de todas las obras humanas, no es el fin de la vida sino su ordenamiento para una respuesta que no puede no ser religiosa.
La tragedia sin embargo dejó el interrogante de algo demasiado vago para ser respondido de una sola vez, eso lo supo Nietzsche hasta la locura, algunos helenistas leerán como dionisíaco este sobrevuelo del pudor sobre toda obra humana que es sin duda el límite trágico, un don a la religión no de los hombres sino de los dioses.
Pero el interrogante del corifeo es también el de los hombres. Cuando ha sido retomado por la religión lo descubrimos en una forma aseverativa: somos todos asesinos, lo sabemos desde que tenemos conciencia del pecado. Quiero decir: de un acto marcado por la secundariedad. En un lapso que se roba toda la historia ya no podemos identificarnos con quien ha violado –confundido- tales o cuales lazos de parentesco, entramos en otro orden, el del primer creador y el primer imitador según la Biblia, el efecto Adán, menos adánico de lo que suele creerse.
A diferencia de los héroes trágicos
cuyos nombres dependen del linaje y el lugar en la ciudad, el abolengo y la genealogía, Adán puede ser cualquiera, es el número inicial de una serie ausente, está en cruce con un nombre por venir, Jesús, en el Nuevo Testamento, no es la mera respuesta al Job que pregunta cómo de mujer puede nacer algo puro. La redención emerge como un trazo que marca algo no purificable en todas las purgaciones. Leibniz se interrogó qué habría ocurrido si Adán no hubiera hecho lo que hizo y tal pregunta no sería compatible (en términos leibnizianos) para cualquier héroe trágico.
Cualquiera, desnudo: el padre de la especie humana cuyo acto de creación es pecado no tanto por ser malo sino por proceder por imitación, estar viciado de secundariedad y bajo dictado femenino. Esto suena a fábula en una época que hace a la paradoja de ser la menos religiosa de todas pero en la cual nunca fue tanta la idolatría, no hay objeto tangible de adoración, la producción serial de fetiches equilibra las tensiones como conjuro estratificado del Otro y se constituye en la pura performatividad de la palabra
. El lenguaje se torna una mudez redundante que duda entre la consigna y el anatema, ninguna voz, pocas, son “artísticas”, quiero decir, se sostiene pasando por cada uno de los poros; el adjetivo, con un eco de misterio, “imposible” reaparece a cada frase, diríase que es imposible dejar de escribirlo.
La cultura como una gran compañía de seguros de vida contra todo riesgo – incorrecto – termina por asegurar contra la propia vida.
El género y la especie tienen muy poco que traducir para reflejar una cadena, una continuidad no de tipo matemático sino antropomórfica. El que habla no es Edipo ni Adán, soy cualquiera, me es imposible imitar al creador, en cierto modo uno escribe en un tiempo donde todo ha sido ya imitado,
citado. Recuerdo que para Walter Benjamin todo hombre que citaba era una suerte de Adán, yo tengo que contentarme con no ser Caín. Ni el poder ni el arte puro entonces: apenas si cierta relación con la verdad pero que no es lógica, filosófica, religiosa o científica, relación que se da como no relación, una relación con la verdad no puede ser exceptuada de las paradojas, creer que puede darse en un cotejo de proposiciones –verdaderas, falsas- , no hay relación con la verdad sin un exceso de “mentira”, quiero decir, de simulacro, es éste quien la traza en constelación, es ésta la que me dice ante todo que tengo un nombre propio y hay algo de verdad en la firma de tal nombre en una trama indeterminada, escrita ahí mismo donde la botella arrojada al mar no es una metáfora, donde ésta nace en el movimiento diferido, desviado de su huella, no en el acto de arrojarla, mucho menos su intención, sólo la figura del ideograma: una indicación de Leonardo, una escansión de Bach, la “circulata melodia” que Dante entona ante el nombre de María: “Io sono amore angelico che giro...”
Quedemos en que la tragedia es más catártica que “trágica”, ahí vive la diferencia trágica con la cual, siempre, toda vez, diferimos, esta diferencia es idealizante, la expulsión de la víctima nos hunde, cómodos, en el espacio regulado de la ciudad, las piezas de nuevo colocadas.
El Paraíso –el de Dante- en cambio responde a otra vía, la de la sublimación, siempre artificial luego de Baudelaire, no es cuestión sólo de la condena a trabajar (Adán) y el dolor de gozar (la criatura), el paraíso es precisamente el nombre que surge cuando el placer y el dolor, el trabajo y el derroche pasan por vías no calculables, que para escándalo de la especie cualquiera –si abandona toda esperanza-, puede atravesar, basta perder el pudor trágico para eso.
Paradiso: si la vía de Dante resulta un poco árida, hay que repensar la de Claudel; tocada por la gracia, que pone de manifiesto cierta falsa arrogancia en la humildad contemporánea, o si de entrada se quiere desbordar todo lo moderno: Lezama Lima, explicando la gracia en Claudel
; están las voces que ascienden en el aire en Joyce: “and still the voices sang in supplication to the Virgin, most powerful, Virgin most merciful”.
Si uno no se sitúa en relación a estos nombres intensos no entenderá palabra de estos dichos: la purgación joyceana es menor, consiste, en el Retrato, en limpiarse las uñas.
En Ulises, Ella: “Refuge of sinners. Comfortress of the afflicted”. Es que la risa del paraíso –según Dante, recordada por Phillipe Sollers- poco tiene que ver con la felicidad, sí con el cumplimiento de una trama que firma más que supera las figuras del confinamiento infernal, su cara a cara mortífero, hay un entre dos con resonancia de infinito: es el Deseo que se convierte en Temor (voz de Virgilio), el criminal desea castigo (Dante). La rosa de Dante es también mística en Joyce, ella, a través de la plegaria de San Bernardo, es un poder de intersección –“Virgin’s intercessory power”- para quienes le imploraron: “Trough the open window of the church the fragant incense was wafted and with in the fragant names of her who was conceived without stain of original sin, spiritual vessel, pray for us, mystical rose”. Y uno pide que entre tantos “joycismos” se piense esto en Joyce.
El verbo retorna de lo reprimido, es un ángel de Swedenborg que cuenta que hay que diferenciar la pasión de la cruz –la duda en cuanto al Padre: “¿por qué me has abandonado?-, de la redención de los pecados. No hay aquí la seguridad estratégica de la dialéctica, las trampas de las preguntas-respuestas, hay más bien un sacramento, ese goce de la confesión que Joyce examina en todo un capítulo sin que el lenguaje pueda ser mediado, detenido por ese tiempo que es dinero, por el mundo, que reza la purificación final, utópica. Por eso: “el cielo y la tierra pasarán”... “Huc omnis turba ad ripas effusa ruebat”, ese verso de Virgilio explica los pretextos de Carón para con Dante... sostenida privación.
Las indicaciones de Leonardo son sugestivas cuando tratan el tema de la Anunciación, está menos preocupado por los puntos de fuga que por el encuadre de María y el Ángel: “Hace algunos días vi el cuadro de un ángel que al formular la Anunciación parecía que estuviese expulsando a María de su habitación, con movimientos que mostraban la clase de ataque que uno haría contra un odiado enemigo; y María como desesperada, que parecía tratar de arrojarse por la ventana: no caigas en errores como estos”.
No se trata de una perspectiva sino de un matiz en torno de una figura que en sí misma es fuga, hay toda una dispositio que en su misma enunciación es “pintura”, aunque no se trata del ut pictura poiesis del clasicismo, el monólogo en torno de Ella de Fra Roberto entre las condiciones anunciadoras –loables dice- habla de la Humiliatio, cuarta condición, cuando ella baja la cabeza y dice he aquí la doncella del señor: “¿Qué lengua podría jamás describir, en verdad, qué mente podría contemplar el movimiento y estilo con que ella apoyó en el suelo sus sagradas rodillas?”
Las condiciones son, Fra Roberto lo entreve, posibilidades de representación artística, eso parece imposible, pero no cesarán las versiones; según Max Baxandall las Anunciaciones del siglo XV son de inquietud o Sumisión, también de Interrogación y/o Reflexión, la Humiliatio –que muestra la mansedumbre de Ella- está en antítesis con la Conturbatio- su exageración, efecto de una moda violenta según Leonardo- y eso opone, hace diferir las Anunciaciones de Fra Angélico y Botticelli: “Nos recuerdan, por ejemplo, que Fra Angélico en sus muchas Anunciaciones nunca se apartó del tipo Humiliatio mientras Botticelli tiene una peligrosa afinidad con la Conturbatio”.
Esto hacía cuerpo con los discursos de los predicadores, la casuística, era, ya antes de Gracián cosa de pintores, el predicador tenía el interrogante, por ejemplo, su cabello ¿era oscuro o claro?, no podía ser morena, no podía ser rubia, menos pelirroja, pensaba Alberto el Magno, cada uno de esos colores supone una imperfección, es una aleación de colores que participa de todos ellos pero no se confunde con ninguno parece decirnos el dominico Gabriel Barletta, estaba cerca de ser morena, del lado oscuro, era judía, insiste Alberto... los pintores asumirán estas frases a veces en un más allá del color, un estallido incesantemente reiniciado.
La Anunciación, parafraseando a Leonardo, no puede confundirse con una expulsión, los personajes de Beckett, expulsados antes de haber entrado a lo social, testimonian como expósitos esa ausencia, tampoco con un después de una incorporación previa, es la voz que suena en todo un capítulo de Joyce en el Ulises en un universo abrumado de mujer, la que parece más bella se descubre coja, imperfecta, una falla inconfesable interrumpe el sueño de las diosas. No hay hoy tampoco que negarse al oído, caer en la alucinación, hay esa expulsión sin negación que favorece la utopía de la purificación final
. El demonio, es sabido, no lo es tanto por ser malo de película sino por decir casi siempre la verdad mintiendo, él sin embargo también tiene sus malos ratos, ahí sueña ser más puro que Ella, un discurso sin Virgen, común a esa purificación mortífera donde incluso puede declamarse el sexo pero la diferencia sexual no cuenta, es esto lo que ella permite entrever desde su lugar significante –exterior a la reproducción sexual- sublime sin duda no por negar el cuerpo sino por encarnar la voz –verbo- en la imagen imposible por excelencia y que las Anunciaciones no dejarán de anunciar, jugar, volver artística: se explica la obsesión de Lutero en negar intelectualmente a la Virgen, en lanzarla a la cadena de la especie, todo un sistema de equivalencias depende de eso, estamos ya cerca ahí del discurso positivista y la impotencia correlativa que Jean Luc Godard ha puesto de manifiesto en su oración fílmica: Je vous salve Marie... una entre todas las mujeres, protégeme de la idealización tanto más mediocre cuanto se dice sublime...-incluyendo idealización setentista de La Chinoise (tener en cuenta a Ibn-Boltan  : si un negro cayera del cielo, lo haría con mesura...)-, por ella ya no puede haber nada “puro” en el mundo, ella puede “enseñar a los mismos espíritus pureza” (Gracián); la pregunta desesperada de Job - ¿cómo de mujer puede nacer algo puro? – no tiene respuesta, acaso sí una relación idealizada con el verbo, hay un breve tramo que se va a resolver en anatema, cerrando a priori esa trama de la sublimación donde “ella” es un efecto de inicio: impide un campo común para la pulsión unitaria que quisiera encontrarse de cuerpo entero, desacierta los pactos, las concordancias entre lo anatómico y lo sexual, entre la reproducción y su finalidad social, agujero que el Saber no puede topologizar ni la moral contemporáneo; el “hedonismo irreligioso” (Pasolini) transgredir sin poner de manifiesto su moralismo contenido, esa cara permisiva de la represión que para Pasolini anunciaba el mito de la “liberación sexual”, tan compartido, repartido en cada uno de los “ismos”.
Las Meditaciones de Gracián son ejercicios que el orante debe llevar a cabo según casos específicos, topos que suponen una labor de sublimación, una música y un circuito, se trata que ésta pueda “recibir el mismo Verbo encarnado en su pecho que María recibió en su vientre”, lo que en el vientre está encarnado en el pecho está sacramentado: si ella, piensa Gracián, se turba (Conturbatio: las vacilaciones ante el Ángel), cómo uno no habrá de experimentar algo parecido, y la retórica que resuelve la confrontación entre conturbatio y humiliatio: “Menester fue que entrase el Ángel a buscarla en su escondido retrete, y que llamase al retiro de su corazón; tres veces la saludó para que la atendiese una; tan dentro de sí estaba, tan engolfada en su devoción; era velo a su belleza su virginal modestia, y el recatado encogimiento muro de su honestidad. Admirado la saluda el Ángel, turbada lo oye María, que puede enseñar a los mismos espíritus pureza. Convídala el sagrado Paraninfo con la maternidad divina y ella atiende al resguardo de su virginidad; encógese al dar el sí de la mayor grandeza, y concede, no el ser reina, sino esclava, que en cada palabra cita un prodigio y en cada acción un extremo”.
Literalmente: en cada palabra un prodigio y en cada acción un extremo habla de un curso no necesariamente barroco del lenguaje pero en cierto modo asediado, interrogado por él en una “aleación de colores”; es posible volver a oírla a Ella en los cantos de poetas de nombre paterno, está en el nacimiento de las lenguas romances con una memoria medieval, es posible hablar de los poetas de la Virgen: de Villón (Oh louée conception / Envoiée ca jus des cieulx / Du noble lis digne syon / Don de Jhesus tres precieulx / Marie, nomb tres gracieux”, a Claudel (pasando por Baudelaire), de Gonzalo de Berceo a Lezama Lima –vía Gracián-, de Chaucer a G. M. Hopkins: “Now burn, new born to the world / Doubled – natured name / The heaven flung, heart – fleshed, maiden- furled / Miracle – in – Mary – of – Flame”; en ese afuera cíclico de las literaturas que tiene el nombre de Joyce, vía, dirá Beckett, Vico, Bruno, Dante que dice su lugar como “albergo de nostro disiro”, nos da a pensar que la negación de ese otro lugar hace que la lengua tienda a lo virginal, quede absuelta, exculpada de sus paradojas y sus dogmas, eso supone la purga de las vías purgativas –expurgación -, la cual suele reaparecer en las más siniestras políticas de lo sublime en las cuales todo es religioso (ídolos: tierra, sangre, raza, partido) menos esta vía que abre la trama de la sublimación en la que tanto insistió Pasolini.
Es por tanto la contrainiciación moderna (Murena), nada menos que el intercambio de corte protestante que hoy triunfa a escala mundial hasta ser la “utopía” de los socialismos concretos: Lutero, que al mismo tiempo que creaba la lengua alemana repudiaba a la Virgen y anatemizaba al judío “preparaba el terreno que hizo posible cuatro siglos más tarde la herejía hitleriana” (León Poliakov), habría dado lugar a un relato de los fines, que continúa circulando, silencioso, de mano en mano, moneda predicable, traducible, “universal”.
En términos de la vida y derechos la diferencia de las sociedades democráticas con los socialismos concretos es abismal, pero el malestar insiste. En todo eso hay la omisión de la risa del Paraíso, tan necesaria a la clarividencia de un infierno que es necesario volver a recorrer, en su línea oblicua y bifurcada, y ya estamos de nuevo en curso, hay que decir buen día demonio, él ha tenido sus épocas tontas, brutales, asesinas, hoy se muestra demasiado humano, un pobre diablo, ni siquiera intenta ser más inteligente que la criatura, hemos notado ya que no era demonio por malo sino por estar diciendo siempre la mentira como verdad, faltaba el aprendizaje interminable de dejarse ganar por él para vencerlo de su propia victoria: ahí surgen los nombres propios más intensos, la lengua reconoce en el olvido sus huellas.
Se insiste en las matanzas llevadas a cabo por los cruzados en guerras sangrientas, pero el tema del homicidio ritual – al que se refiere Poliakov - tendrá un límite con la bula de Inocencio III (1274), desde la Santa Sede en defensa de los judíos: “Si en algún lugar aparece un cadáver a ellos se les imputa aviesamente el homicidio. Se les persigue tomando como pretexto esas fábulas u otras muy parecidas, y en contra de los privilegios que les han sido concedidos por la Santa Sede apostólica, sin proceso y sin instrucción regular, pasando por alto la justicia, se les despoja de todos sus bienes, se les hace pasar hambre, se les encarcela y se les tortura, de manera que el destino es tal vez peor que el de sus padres en Egipto”.
Es esta tradición que Pier Paolo Pasolini – en posición de “corsario”- le recuerda a la Iglesia, que ha sido vencida por el “mundo”, que su poder es superfluo, la invita a traducir su tema – el de los pobres- a su lenguaje, la invoca contra una ideología sexual, el “hedonismo irreligioso”, la única religión que cuenta, la llama a pasar a la oposición, antes de la renovación de Juan Pablo: “si las faltas de la Iglesia han sido numerosas y graves en su larga historia de poder, la más grave de todas sería la de aceptar pasivamente el ser liquidada por un poder que se burla del Evangelio”.
Muestra cómo la televisión a través de la réclame neutraliza al catolicismo en el momento de predicarlo, este medio (vuelto a valorarse hoy desde el postmodernismo) es para él el signo del nuevo poder ante el cual son irrisorios los slogans fascistas: “Sin ninguna duda (los resultados lo prueban) la televisión es autoritaria y represiva como jamás ningún medio de información del mundo ha sido”
[4] 
¿Significa esto que Pasolini es asimilable al Pound de la radio, a quien, en una retrospectiva que alcance a otros, sólo puede justificarse por haber sido fascista por primera vez cuando , a diferencia de muchos contemporáneos ellos no sabían dónde iban, querían restaurar una cultura a través de esa mediación? Exagera... para introducirnos a un ámbito post-apocalíptico: un infierno donde no hay individuos (Dante) sino masas. Creemos entrar en la transparencia posmoderna sin haber agotado la selva negra que no es precisamente esa cabellera que nace del fondo del mar para atravesar un aro de fuego en un cielo diáfano.
Con predominancia de Infierno, Pasolini escribió su vía purgativa en la Divina Mímesis. Había sido , creo, el primer intelectual de izquierda europeo – a diferencia de un Sartre - en denunciar los gulags que no llegó a conocer totalmente; ahí, entre círculos no se encuentra con Rimbaud ni con Gramsci, es sólo un viejo poeta de los años 50, oímos su propia voz, retornando del otro, el Guía que apenas tiene palabra, la Lengua del Odio – ahí donde lo culto y lo popular ya no son discernibles, donde “no hay pasión ni corazón” – por momentos lo traba, hay que esperar sus momentos amables, alguna articulación: “Antes la gente era pequeña, no quería serlo. En suma... toda esta gente, por miedo a la grandeza, es instintivamente falta de religión. Reducción, espíritu de reducción, es ausencia de religión: éste es el gran pecado de la época del odio. Y así en ninguna parte del Infierno verás a tanta gente ¡Las masas, amigo mío! Las masas que han elegido como religión el no querer tenerla sin saberlo”.
La religión se ha diluido o retornado como fanatismo. En la semiología de Pasolini el lenguaje del comportamiento, del slogan, de la uniformidad total -que vuelve indiscernible la diferencia entre cualquier fascista de otrora y un bienpensante en un universo donde hasta los más antagónicos hablan el mismo lenguaje-, tiene más semejanzas que diferencias con el espíritu de reducción que analiza en la jerga – “con una grosería típica de la psicología y la técnica del bienestar” – estereotipada al extremo de los jóvenes del mayo del 68, sus derivaciones: se dice “asesino” para señalar una responsabilidad indirecta con algún hecho político; no hay sutileza lingüística, la lengua está tomada de los textos sociológicos de por sí simplificadores. Pasolini nos dice que estos jóvenes no hablan, analiza el libro de uno que ha superado en su osadía – la “espantosa miseria cultural” vertida en la estereotipia de una nueva cultura – lo que ningún magazine femenino del más bajo nivel se atrevió a hacer: publicarse en forma de libro.
Ahí se nota la función paralizante- reproducción mimética- que es para él asumida por medios que simulan un respeto por la cultura cuando se trata de un desprecio profundo- coexiste, encuentra su paradigma en el obediente contestatario, no es extraño que el poder lo adule, no sabe siquiera burlarse: “Su humildad esencial vuelve absolutamente mecánicas todas sus actitudes. Su rebelión es puramente mimética. Y lo importante: el es demasiado bueno para saber burlarse. Se queja, sonríe, ríe, pero es incapaz de burlarse. Si lo hace es en forma organizada, colectiva”.
Que la más baja subcultura coexista con la más alta técnica es casi una anécdota. Pasolini muestra bien que los jóvenes del 68 han sido leídos por sus supuestas buenas intenciones- a las que sumaban a un Mao-, un laberinto de supuestos, falacias en espiral. Ni bien se pronuncian se revelan hijos de los slogans de época: uno no deja de pensar en nuestros, hoy, tardíos contestatarios que con atonía tratan de traducir el aspecto festivo del 68 a la tragedia ocurrida en la Argentina: No obran así por europeizantes o afrancesados sino por obediencia al dictado de los maestros, el tema es reducido a lo hilarante, con suprema vulgaridad, tienen en común con la dictadura la negación – repudio- de lo acontecido, o su aceptación superflua. Por eso también los escritores de mi generación, hasta los más declaradamente “transgresivos” no tienen voz propia: o bien esperan ser hablados por los Pupilos, adulándolos, o bien tienden a hacerse pasar por alguno de ellos, fingiendo la amnesia, parecer “jóvenes”, recienvenidos. Y los más afines son cómplices de lo que Pasolini llamaba el linchamiento. Así todo ocurre en el “nuevo” medio cultural, habida cuenta de las excepciones.
“El primer carácter de la vulgaridad consiste en ser invasora, en su voluntad de hacer vulgar también lo que no lo es, al que es “extraño a su mundo”, escribe. Y esto en el “nuevo fascismo” vale tanto para lo culto como para lo popular, ambos términos son para él categorías extraclasistas, que resisten la uniformidad.
Algunos quieren en nuestros medios “ayudar a la cultura”, difundir la literatura con el uso de una voz retórica, “profunda”, pero acrecientan las más de las veces la sospecha de aburrimiento que pesa sobre ella, terminan por convertirla en pariente pobre ya que la miden con su rasero. Los escritores contribuyen a eso, cuando, piadosos, se prestan al personaje irrisorio que ha sido concebido de antemano.
Todo el problema estriba en cómo decir lo “intraducible” de la escritura y para eso tiene que haber una voz en la que se escuche, por ejemplo, que por primera vez la Humanidad puede prescindir totalmente de la literatura – no hablo, cierto, de su función ornamental, piadosa-, ésta es una nueva que pocos se atreven a confesar, fingen ceremoniosamente incluso tratar de domesticarla, pero es un gesto formal, un homenaje a lo que otrora fue peligroso. Por eso a mi entender una cultura verdaderamente pluralista tendría que comenzar partiendo de las voces singulares de los escritores, no con la complicidad concertada para degradar los temas, ni hacer de la cultura una cuestión de votos.
¿Cómo hablar de posmodernismo sin haber leído a Hannah Arendt, a Poliakov, silenciando a Soljeinistein y los campos en Cuba? Por eso también lo ritual ha ido ganando los temas posmodernos ya que se parte de una modernidad que conservaría intactas sus ilusiones teleológicas, su Utopía, ella más que ninguna otra tradición está quebrada en su perspectiva humanista.
En vez de traducirlo todo a la parálisis del “lenguaje acción”, con la ética muda que resulta de ello, las autoridades universitarias tendrían que pensar en esa necesidad del Latín que Anthony Burgess recuerda, haciendo eco en el reproche que Pasolini le hacía al latín de la Iglesia – el tratar los textos sin amor-, todo eso nos hace pensar que en la función excéntrica del anacronismo, Borges no está solo. Esto podría coexistir creativamente con la adopción de nuevas tecnologías para que el lenguaje no se vuelva definitivamente instrumental.
El deseo de querer curar a toda costa conduce inevitablemente a la policía del pensamiento, antesala del campo de reeducación a la cubana, apenas camuflado en los ideólogos del utopismo. Para mí no se trata de reemplazar una ilusión por otra sino de un arte de decepcionar (Freud) que en su camino encuentra el principio jesuita de tratar el mal por el mal. Curarlo todo desde una política en la que no hay política –oposición- , he ahí el rasgo común que se reproduce en los dichos de la religión de Utopía, es siempre un tema comunitario donde se expresa anticipadamente la lengua del odio (Pasolini) como única, el arte de decepcionar el bienestar de la cultura (no asimilable al de la sociedad) no desconoce por eso el encanto que era para Stevenson la condición perdurable de la literatura, el movimiento abrupto, la transición a veces suave de la fuga, el contretemps: cosa de trazo, metáfora, color, cita, vibración musical, cambio de lengua y de plano, el mal por el mal habla de la salida como exceso (la crítica de Pasolini a los media está en su visión puesta en escena: El Evangelio según San Mateo, en la trilogía de Eros: Chaucer, Bocaccio, Sade). O también por la saturación de la representación, una tranquila, apacible delicia como intermitencia; recordar que en Joyce el promontorio ante el mar no es canto a la naturaleza, o, de otro modo, todo es ahí salvaje, vegetal, femenino, salvo la Iglesia que se alza entre las rocas en coros, es the voice of prayer, la cual nombra a la que es un faro para el atribulado corazón del hombre – “Mary, star of the sea” -, tener en cuenta un teatro como el de Tadeuz Kantor que se aparta de las vanguardias pero como escribe Guy Scarpetta “no se separa de esa negatividad, de ese negativismo”, por el contrario, los arranca de una plácida infancia que fatiga de sí misma y “muy católicamente los carga de Pecado”, algo “decisivo en mi creación” según anota en sus escritos Kantor.
Lo fértil está por ahora en el desencuentro: empezando por el de los “escritores” y los “críticos” que se encuentran en demasía en sus roles, revuelven la misma crema mientras la fatiga, amarga, crece, ninguna ilusión sirve ya de sabor. Se trata de recrear la disidencia no respecto a tal o cual enunciado sino en un lenguaje que atraviesa la regulación que impone la especie.
Aun si no se nos ha escuchado – entendido, suele decirse- al tratar de explicar el “utopismo a los niños” cuando se vuelve al de la escritura tras cierto halo – rocío en el aire- la visita de un vértigo donde en singular insiste el sermón de Fray Roberto Caracciolo de Lecce: ahí el predicador debe ser el répétiteur del pintor a riesgo de esparcirse en un puñado de arena.
Fra Roberto distingue tres misterios en La Anunciación: 1) La Misión Angélica; 2) El Saludo Angélico; 3) El Coloquio Angélico, que se divide en cinco condiciones espirituales, las de una mujer que es virgen y madre, la madre ben-dita, una que ha sido bien-dicha por el
Verbo. La lengua del odio común va quedando de manifiesto: coincide, curiosamente, con la especie, y se entiende mejor a San Francisco en su campanario – acrobacia del verbo-, a Loyola, peregrinando con los Ejercicios bajo el brazo.
Entonces las condiciones se dejan oír mejor: la Conturbatio (inquietud), la Cogitatio (reflexión), la Humiliatio (humillación), la Meritatio (el mérito), llevan a pensar que la teología es la demostración de una inexistencia en cuanto especie, la escritura cálamo currente en un paisaje de hayas de platino. Y desde la perturbación de inicio pasando por esas figuras límites que son la Interrogatio y la Humiliatio – figuras de paradiso, ya en la voz o en el gesto – que no dejan de ser inquietantes para la conciencia, turbar la dócil afinidad con los silogismos, la negativa universal – ninguna M es V – y la afirmativa universal – toda M es V – con todas las inclusiones lógicas y predicables que le atañen, damos con que ese afuera es más articulable desde la topología que por la filosofía y siempre por los efectos del arte.
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La Anunciación es una frase declarativa no del todo bien formada, no se deja ordenar por la trama del sujeto, el objeto, el referente, por la forma lógica de un enunciado que remite a una clase general, extensiva; no participa del postulado lógico por el cual la frase que tiene por objeto todas las frases no debe formar parte de su referencia, es una declarativa que vuelve vanas todas las declaraciones, incluidas las prédicas donde el mal está a punto de ser tomado por las astas, las que dicen que reside, por ejemplo, en la pornografía, cuando lo clerical quiere abolir el mal en vez de tratarlo e ignora que la poena danni – el mayor tormento, la pena del daño, según el jesuita del Retrato – hoy consiste en que todo tiene que ser pornográfico, hasta los mismos anatemas: esa vertiente represora que transforma el mal en litigio – quaestio en términos teológicos- no es extraña a la crisis de Stephen Dedalus en el Retrato de Joyce: “Era extraño cómo encontraba un árido placer en seguir hasta su término las rígidas líneas de la doctrina católica y en penetrar hasta sus puntos más oscuros sólo por oír y sentir más profundamente su propia condenación. Aquella sentencia del apóstol Santiago – en su Epístola – según la cual el que infringe un mandamiento se hace reo de todos, le había parecido una frase vacía antes y sólo la había llegado a comprender ahora al tantear en la oscuridad de su propia situación”.
El artista como reo de todos, he aquí alguien que evita por esa acepción la mayor de las condenas: el desconocimiento de la propia condenación, ahí comienza, por un retorno, la escritura de Joyce, por la Angenbite
. Los nombres en él no son “trazas de intensidad” como en Nietzsche – escritura de la amante, de la filología y la filosofía, inclinadas a una inocencia del devenir, según una creencia en el “mundo” - , los nombres y su mordedura son velocidades entre la condenación y el paraíso: porque los ciclos (Vico) son culpables es que hay Time Finnegan’s o la resurrección.[6]
Para Samuel Beckett: “¿En qué sentido es, pues, purgatorial la obra de Joyce? En el de la ausencia absoluta del Absoluto”. Además: “¿Y el agente parcialmente purgatorial? El parcialmente purificado”. Ni premio ni castigo: la risa que suena con exterioridad del todo...
En la división del humo y la llama, división trágica, ritual, filosófica, no hay esta vez un dilema – tipo: Protágoras y discípulo, el que perdió todas las causas pese a la instrucción del maestro y, en consecuencia, no quería pagarle, pero al no hacerlo ganaba una, luego por el contrato debía pagar, había perdido, ganado, y al perder, ganar – ni una víctima lista para ser reapropiada, instrumentada, articulada. Hay que recordar lo que San Agustín escribió de las mujeres violadas: las defiende de la condena social – los castigos físicos en primer término – pero también del linchamiento subyacente en la comunidad ya que “un ser no es responsable de lo que se hace con su carne sino de las adhesiones y rechazos de su voluntad”, la pureza es asimilada a la fuerza, la belleza, la salud, pueden disminuir con el tiempo sin comprometer el ser: la violencia ejercida contra un cuerpo no implica el alma
. Agustín dice que no deberían castigarse a sí mismas, quitarse la vida como Lucrecia, que agrava con el homicidio de sí misma el otro crimen del cual no es responsable, haber sido violada. En todos los casos el dilema de la víctima es un “falso” dilema, aun si ella, Lucrecia, dio un consentimiento voluptuoso a la agresión, en ningún caso hubiera debido poner fin a su vida; tal vez lo hizo porque creyó que sospecharían una complicidad implícita. No hay salida posible del dilema – “Si adulterata, cur laudata; si púdica, cur occisa?” -, es decir, si ella fue adúltera – gozó en la violación -, por qué se la alaba (post-mortem, convengamos), si ella fue casta, ¿por qué se quitó la vida? Agustín concluye que ella no pudo soportar la mirada de los hombres – “quibus conscientiam demonstrare non potuit”, a quien no pudo abrir la conciencia , encontrar las palabras... que confesión y demostración vayan juntas. La falta para Agustín reside en una sustitución: por querer evitar las ofensas y las sospechas humanas, la injuria, termina, ella, por sustraerse a la ley divina. Agustín ahí defiende el individuo contra la comunidad precisamente porque él no se pertenece a sí mismo: el “non occides” refiere también a sí mismo, al suicidio.[7]
La víctima está siempre en otra parte, no da lugar a la ceremonia ni a los réditos de la victimización, pide ser nombrada a discreción, yo he hablado de una que no se distingue de un hombre cualquiera en una calle cualquiera. El discurso de la Utopía que habla en nombre de los pueblos oprimidos a los que ese mismo discurso sojuzgó es la tentativa descarnada de una última palabra y un último silencio, el epíteto postrero y vencedor como el sueño de una lengua compartida por todos y dicha por ninguno.
Hay sin embargo otra figura, no decantada de inmediato, surgida en la lectura, la metalepsis de un duelo que descubre la risa al escribir su diferencia – “culpable” – con el todo, no para abrir un litigio,
o resolverse en una escena de contraprestaciones, en un contrato subyacente entre partes y en función de un dictamen que ha de medrar en el tiempo. La paradoja de que hablo no es objeto de juicio, está tomada en un cruce de anatemas, siempre en la inminencia comunitaria del tema compartido, es ante todo cosa de ritmo: antes de leer tantas cosas que no deberían haber sido dichas, antes de entrar en frases, formar parte algunas veces de los paradigmas y los contrastes, atravesar los nuevos cultos y la idolatría de nuevo cuño – la proximidad de un suicidio cultural que ahí se lee en todas sus letras – antes de poner en juego (inventar) el valor de una diferencia entre tantos heroicos temores es necesario recordar – para evitar un malentendido respecto de este punto – esa condición – decepcionante para el género humano – que Fra Roberto llamó su mérito: “ella pasó más allá de la experiencia de toda otra criatura”.

Diciembre, 1988, La Anunciación
Bibliografía
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La Hoja del Rojas, Año I, N° 1, mayo de 1988. Dirección de Cultura. Secretaría de Extensión Universitaria.
Revista Inombrable N° 1, 1985
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La Cultura en Peligro, Jorge Luis Borges, Clarín: 13/ 11/ 1984.
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Matilde Sánchez: “Una crítica de la democracia”.
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Lo Bello y lo Sublime, La Paz Perpetua, I. Kant, Espasa-Calpe Argentina, 1946.
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“Miedo y Confusión”, Héctor Schmucler.
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“Efímeros pero tediosos”, Javier Franzé.
Los Fulgores del Simulacro, Nicolás Rosa, Universidad N. Del Litoral, 1987.
Pintura y vida cotidiana en el Renacimiento, Michael Baxandall, Ed. Nueva Visión.
L’ Impureté, Guy Scarpetta, Ed. Grasset.
Le pur et l’impur, Vladimir Yankélévitch, Ed. Flammarion, 1960.
Dante. Bruno. Vico. Joyce, Samuel Beckett, en Detritus, Tusquets Ed., 1970.
La Posmodernidad (explicada a los niños), Jean F Lyotard, Gedisa, 1978.
La Ilusión de las Formas, Ricardo Herrera, El Imaginero, 1988.
El Nombre Secreto, H. A. Murena, Monte Avila Editores, 1979.
Théorie des exceptions, Phillipe Sollers, Gallimard, 1986.
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Revista Fin de Siglo, 1987, N° 1, “De la violencia, la traducción y la inversión”, César Aira.
Historia del Antisemitismo, León Poliakov, Raíces, Biblioteca de Cultura Judía, Mila Editor, 1988.
Baltazar Gracián, Obras Completas, Ed. Poblet, B. Aires, 1943.










[1] El futuro de la democracia no depende sólo de un partido, es fundamental, por ejemplo, la actitud que pueda tomar la renovación peronista con los aspectos corporativos de un programa, respecto de los militares “kadafistas”, etcétera. En suma: la actitud intolerante refuerza lo que se dice criticar. En los sucesos de Semana Santa los ideólogos del utopismo no se diferenciaron en sus discursos de los golpistas.
[2] Son necesarios los matices. De lo contrario se es “macarthista” para con los otros y revolucionario para sí mismo, síntoma primario de la mayoría de las izquierdas. ¿Acaso los que tomaron parte de la lucha armada no sufrieron una educación semejante a los textos que analizo? En términos culturales su objetivo final lo leemos en Palabras contra la Tiranía de Carlos Franqui: que pueden extenderse a la frase que inmortalizó un régimen: “Un poeta vale menos que una silla”.
[3] También se lee en un artículo de David Viñas-“ Alfonsín, recapitulación, insidias y pronósticos”- revista Fin de Siglo, número I- que éste, desmintiendo la firmeza que se le atribuía, llega a descalificarlo con epítetos más acordes al grupo faccioso durante los hechos de Semana Santa- “ese profesor de botánica saludó sin placer, como si quisiera comprobar que las sisas del saco no le oprimían los sobacos”, o “El profesor de pastelería se había cambiado en escolástico medieval: Felices Pascuas, concluyó”, es decir, todo lo que se quiera menos una figura presidencial. Para no quedarse atrás, Piglia en El Periodista-número 194, junio de 1988- le aconseja un diván público: “¿O no dicen ahora que Alfonsín está deprimido? Lo único que falta es que lo trate Abadi en el programa de Neustad”. Esta insistencia en la debilidad de Alfonsín termina por hacerle el juego al fascismo…que el utopismo necesita para la Verdad de su prédica. Los ultras de izquierda y derecha quieren un hombre fuerte, sea Fidel Castro o Aldo Rico, dos “antiimperialistas” de raza. Y casi con el mismo lenguaje: la grosería como estilo, la intimidación como método para lograr consenso. La “superada” escolástica medieval podría demostrar que los límpidos espacios verdes no reemplazarán los cuarteles: los extenderán a toda la sociedad, aun si la militarización total tiene el color del follaje, verde.
[4] La televisión, pese al tajante rechazo de Pasolini, ha demostrado que puede defender la democracia. Ni bien se pasaban las noticias de la acción de los golpistas puede decirse que ésta empezaba a disolverse fuera cual fuere la intención de los comunicadores: no había sombra de consenso para ellos. Habría que analizar el funcionamiento de los nuevos medios en situaciones específicas y como instrumentos que pueden resistir la instrumentalización de los cuerpos que se produce cuando el Estado es dueño y señor de los mismos.
[5] Para algunos filósofos como Victor Massuh el nazismo es cosa del pasado. Si bien Massuh muestra que en Europa los temas se han desplazado pasa por alto el tema de los campos en la Argentina “no necesariamente encuadrados en la ideología nazi”, pero campos de solución final al fin. Hoy todo un coro universitario repite una mala traducción de Wittgenstein: “aquello de lo cual no se puede hablar, hay que callarlo”. El es necesario (muss man) referido al sujeto implica necesidad, no obligación. Si el nazismo es ya un viejo fantasma (pese a las recientes declaraciones del Presidente del Parlamento de Alemania Federal) habría que pensarlo en sus metamorfosis y la continuidad en la historia del antisemitismo. Recuerda en esto a Gorgias: ya no hay campos en Alemania, importa poco que los haya habido en la Argentina, o bien nuestro folklore carece de dignidad filosófica o de cámara de gas.
[6] Ultra posse nemu obligatur: nadie está obligado a lo imposible, escribió Kant desde la sentencia latina. “Si la negación de un acto está prohibida, el acto se llama obligatorio. Debemos hacer lo que no se nos permite no hacer”, escribió G.H. Wright, sucesor de Wittgenstein en Cambridge. El utopismo crónico repetiría el tema común a Aristóteles de la batalla naval: desplaza lo obligatorio a un futuro en bruto- ya ni contingente ni necesario- , es decir sin ninguna relación de obligatoriedad con él: debemos hacer lo que siempre será imposible de hacer, siempre que se borre la instancia obligatoria del discurso, el juego de lo prescriptivo y lo normativo. Resultado: los primeros ahogados son los pupilos, haya o no haya batalla naval que ha pasado de lo necesario a lo imposible (de ahí la tendencia argentina a vencer batallas que se perdieron o pelear gestas imaginarias). Habrá que poner siempre sobre el tapete el tema de los campos de concentración que hubo en la Argentina, ya que algunos sienten melancolía por ellos, otros dicen que no los hubo, que nada influyeron en la cultura, mientras que algunos sueñan otros- mejores, más perfectibles- y esto se atisba en los discursos que quieren retornar a los orígenes preconstitucionales- “puros”- , llevar al pueblo ahí para disiparlo en una sola línea de tierra, La Gran Matriz Concentracionaria que en cada uno de los “ismos”- fundamentalismo, fundacionalismo, utopismo- supone que el nombre no está en juego, que el “pueblo” no es más que la ausencia de voces individuales- sólo el Uno habla-según un programa “progresista” que no es sino una militarización de la cultura en coexistencia con lo arcaico…que no hay que confundir con anacronismos creadores como los de Lezama Lima que habla de “ las cobardes pacificaciones de la síntesis”.
7 En el vasto poema de Shakespeare, “The Rape of Lucrece”, entre el violador y la víctima el personaje central es el Azar – tiempo, noche, oportunidad -, ambas figuras parecen repartirse todo el mal universal según una temática estoica, ella en cierto modo “nace” al discurso en ese lapso interminable del después hasta que llega, como sucede en Shakespeare, el brillo de puñal, el heredero: “My honour I’ ll bequeath unto the knife”.