martes, 10 de noviembre de 2015

Poema y recuerdo en Milton Rondríguez. Por Javier Fernández Paupy.


Milton Rodríguez en Diarios entreverados (Ediciones la yunta, 2015) descubre un arte de listas y enumeraciones donde el recuerdo se mezcla en el poema. Su libro consigna una querencia en la evocación y confunde voluntariamente voces, ciudades y fechas. El diario como un refugio, “donde todo el mejunge de cosas atiborra el pasado”. Las entradas dan cuenta de un asombro y de la antena del poeta para sintonizar con lo efímero. “13.03.2004. (…) No, no hay historia. Sólo instancias apagadas. Y el desarrollar de unos momentos”.

En sus páginas resuena la frase de Nabokov: Un autor no tiene que entregar un mensaje porque no es un cartero.

Milton Rodríguez captura, en una música propia, ráfagas de tiempo, añoranzas con y sin melancolía, pedazos de historias de viajes, con bares y gente soñadora de notas. La misa de Schubert, Nosotros dos de Néstor Sánchez, el teatro San Martín, Pza. Mayo, una frase de Zelarayán o de Luis Sandrini o de Witold Gombrowicz o de Antonio Porchia.

Vuelto poema el papel de la locura de pensarse y verse vivir. Es un diario como teatro de operaciones y obituario clandestino de frases acuciantes, como esta: “la gente sensible se muere del corazón”.

Diario de sueños y de una oreja despierta a la pesca de un fraseo. Sus entradas destilan una santidad por fuera de toda maledicencia. Es el diario de un escritor que no pertenece a ninguna orgía social. Una clandestinidad por fuera de todo anhelo de inclusión o ilusión generacional ni querella o queja de incomprensión. No hay resentimiento ni rencores hacia el pasado.

Entradas como las del 25.06.2007 son iluminaciones de soledad y escritura: “Me olvidaba, hoy se me acercó un hombre, en la esquina de Perú y Chile, y me dijo: Dame unas monedas, Doctor, para la comida, o para el vino, dale, vos que sabés cuál es el bueno.” O como la entrada del 20.12.2008: “Quienes viven solos, se vuelven locos y aquellos que están en familia, también.”

Fechado entre 1999 y 2009, el diario es una meditación silenciosa sobre una época adulterada.

Cuatro series de poemas acompañan el diario y desenmascaran una novela de aprendizaje en verso sobre la vida puerca, la fe en los sueños, el registro de “seres anónimos/ cargados de miseria”, andenes, plazas y una detallística personal.

Como en su libro anterior, Unos domingos (2013), Milton Rodríguez abre una línea descriptiva, de poemas como instantáneas en viaje o postales del camino. Algo sobre lo disperso de la vida sobrevuela sus páginas en las que el recuerdo y el poema se entreveran sutilmente. La naturaleza y la calle. El idioma y la gente. La contemplación de las cosas a través de las cosas. Y la delicadeza del poeta al insinuar la emoción.

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