miércoles, 30 de enero de 2013

La farándula y la servidumbre voluntaria. Por Luis Thonis


Las retractaciones de Ricardo.Darín y Enrique Pinti han dejado estupefactos a muchos de sus admiradores por el modo como el poder con sólo soplar les dobló el brazo. Sin embargo, no hay mucho para sorprenderse. Se conoce la carta de Cristina a Darín confesándose “cinéfila” y su respuesta que no dijo lo que dijo, los teléfonos estaban decompuestos, lo malinterpretaron. Al diario "MUY", del Grupo Clarín, Pinti le declaró: " Dan ganas de preguntarle ( al gobierno ) ¿ que hiciste que me cagaron con el corralito y perdí tres cuartas partes de lo que tenìa por boludo y por tener plata acá ?. Ya ahora esta loca me viene a decir que pesifique, pesifique", explotó el actor. Esta vez apareció en escena Aníbal Fernández, acusando de delito de desacato a Pinti que en vez de utilizar sus tretas para neutralizarlo primero y ridiculizarlo después y mantenerse en sus dichos le echó la culpa al diario. No es la primera vez que esto sucede y legitima una reflexión sobre política y espectáculo. Hay que aceptar que los personajes del espectáculo por queridos y admirados que sean artísticamente no le hablan a su público, ni a los ciudadanos, ni a los sujetos, ni a ustedes, a mi o a ese otro que Levinas define como hambre y pobreza. Le hablan al mismo Espectáculo. Esas declaraciones fueron dichas ante una cámara, digamos que tuvieron un momento de ceguera y fascinación y sus dichos se escaparon como lapsus.
La pregunta de Darín acerca del patrimonio de la Presidente fue casi ingenua, es la que se hace cualquier hijo de vecino ante un enriquecimiento cada vez menos justificado. Pero la afirmación de Pinti es muy aguda porque de ser pensada demostraría que estamos en un sistema expropiatorio que se reitera década tras década en manos de la misma casta política.
Tanto la pregunta ingenua como la aguda afirmación, lo quisieran o no, defendían los derechos de propiedad garantizados por la constitución. Era defender la constitución, Bastaron dos intimidaciones farandulescas del gobierno para que se retracten de sus dichos.
La carta de Cristina a Darin es el colmo de la bajeza y tiene un tinte mafioso: no contesta una palabra sobre el tema de su patrimonio sino que le recuerda su participación en una causa ya prescrita como diciéndole vos también robaste, no te la tomes conmigo. Darín podría haberle replicado: “Su causa también prescribió, pero yo no compré a Oyarbide para que blanqueara su declaración en un periquete” o “Usted es la que tiene que darme respuestas a mi y no yo a ud, porque ud es mi empleada, nuestra empleada, le pagamos el sueldo y queremos saber de dónde salió tanta plata” pero este tipo de actos de un elemental valor cívico brillan por su ausencia. Nuestra cultura está estructurada en torno a una servidumbre voluntaria que convierte en amos a quienes tienen que servirnos.  
Esto, por un lado, demuestra el obsesivo interés del kirchnerismo por el espectáculo que convierte dos comentarios - lo de Pinti puede tomarse como humorada- de dos ciudadanos en un hecho que interesa al Estado y por otro la servidumbre voluntaria de la cultura en que vivimos. Sucede que el mismo kircherismo ha sido una creación del Espectáculo, una patética obra colectiva que nunca quiso enterarse de quiénes eran. A CFK y a Fernández les interesa más lo que pueda opinar la farándula que los reclamos de los jubilados que ganaron juicios a un Estado que espera que mueran para no pagarles: que se callen para siempre: esos otros están fuera de la gran familia del espectáculo que gira sobre sí misma y evocan a ese otro del que habla Levinas.. Los artistas se entusiasmaron con la imagen de “críticos” como cumpliendo una cuota “contestataria” pero al primer tirón de orejas le echaron la culpa a los medios. La farsa puede continuar así indefinidamente hasta que no haya una frontera de separación de la política y el espectáculo primero y de la ideología y de la política después. Los ideólogos K como Ricardo Foster beben en el pensamiento de estafadores intelectuales como Vattimo para el cual no existen los hechos objetivos o acepta las prácticas más ilícitas- defendiendo a Chávez- si es para lograr un buen objetivo que es perpetuarse en el poder hasta volverlo ilimitado.
El espectáculo y la ideología van ganándole la batalla a la política que no puede constituirse como lengua. A los artistas no se les puede pedir mucho en tanto son esclavos de sus imágenes, en cambio, los políticos deberían entrenarse para no sucumbir ante las fascinaciones de la cámara como ayer Borges y hoy Sebreli que se las arreglaron para decir lo que ellos quieren sin ser aspirados.
Ante estas retractaciones, bastaría pensar si estuviésemos bajo una dictadura que aplica el terror lo que muchos podrían llegar a decir. El mismo Galileo ante los cardenales susurraba para sí “Y todavía se mueve”, en cambio, ellos gritarían para que lo escuchen la música de las esferas: “Siempre estuvo inmóvil”.

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