domingo, 5 de mayo de 2013

Cuento de navidad. Por Luis Thonis


Ella lo miró con actitud sobradora cuando hablaron sobre la libertad y dijo sin vacilar: "no sé que carajo es la libertad, es un mito, algo que inventaron para embromarnos más."
Era una provocación, ella sabía que no iba a dejarla pasar. El le puso el brazo en el cuello, lo hizo girar, la levantó en vilo, la depositó en el baño y le metió llave. Pasado un momento, ella comenzó a gritar y a patalear: ¡abrime la puerta, desgraciado, te voy a denunciar!
- Eso es lo que quería oír, dijo él, denunciame por privación de libertad. Lo que prueba que la libertad existe. ¿De acuerdo?
Ella no quiso dar el brazo a torcer, ¡eso nunca!, y siguió protestando con distintos tonos de voz, de soprano a conventillera. Lo llamó represor, machista, racista, secuestrador y genocida hasta que se rindió: "Sacame de aquí, ya sé que es la libertad, amo la libertad más que ninguna otra cosa en el mundo! Pero no tenías que encerrarme en el baño."
Le abrió la puerta con una sonrisa de bienvenida: la libertad no puede definirse, es como el aire, uno se entera cuando falta, a veces es demasiado tarde. Ahora te podés ir o quedarte conmigo, elegí.
Ella se había transfigurado, a veces la irritaba su forma de ser pero al menos no era un tipo que iba a esconderse bajo el felpudo ni tampoco lo era. ¿Lo amaba? Sí, pero la historia no iba a durar mucho, pensó con un dejo de tristeza. No le gustaba que le diera siempre la posibilidad de irse...tampoco quería alguien que la controlara y le siguiera los pasos. ¿Entonces? El sabía de la libertad pero de mujeres no tanto. 
Fue a abrazarlo con un rostro visitado por pintitas rojas.
- Hay peores prisiones, hay países donde te encierran y nadie sabe más de vos, y si pensás así vamos a ser uno de esos. Aquí ya pasó- dijo él, como para completar la lección. Pero a ella ya el tema de la libertad le interesaba menos que la reconciliación, se acurrucaba en su pecho y le susurraba “malo, malo” y él le decía, suave, tratando de evitar el tono paternal que hay muchos buenos que odian la libertad y llegan a negar que existe y hay chicas que en una hora cambian ciento ochenta grados su opinión.
Y así siguieron sin que se armara otra rosca, tuvieron una feliz Navidad y como si por un momento fueran pesonajes de un cuento de Dickens quisieron que se extienda a los que aman la libertad...

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