viernes, 10 de mayo de 2013

Mitläufer( fragmento) Por Luis Thonis.




El escritor y el intelectual argentino suele hablar para un público. Para su público: en vez de decepcionarlo tiende a cautivarlo y a veces se convierte en un encantador de serpientes. Participa así de una estafa masiva. Hay una impotencia para atravesar al espectáculo y sus sagrados tabúes. 
Murena escribía para perder lectores, la mayoría es capaz de hacer cualquier cosa para ganarlos. Si no se parte de este punto no se entiende lo sucedido en las últimas décadas. Fue el exilio durante la dictadura militar se creó la trama cultural basada en el mito que vendría posteriormente con ellos al país y cuyos efectos están lejos haber terminado por la rescritura de la historia que se hizo. Se desecharon las observaciones de Rodolfo Terragno y otros que decían que habían escapado del infierno, encontrado mejores condiciones de trabajo y era un privilegio no vivir en la Argentina. Esto era intolerable porque contrataba con la escenificación del martirio que hicieron los exilados. Coincidían con el sindicalista Casildo Herrera famoso por su expresión desensillar hasta que aclare: “El exilio es el peor castigo al que se lo puede someter al ser humano”.
Taiana expresaba el consenso general al decir: “Pero el exilio, como la cárcel, sofoca, encierra y mata”.
Habían sido asesinados pero vivían sin el miedo de ser una víctima potencial para lo que bastaba que el nombre de uno estuviera en la agenda de alguien marcado como subversivo. No les pasaba por la cabeza que escribir en un medio era un modo de protegerse de la indefensión total. Se fue conformado una jerarquía: los exiliados, los encarcelados y los muertos.
Una axiología fantasmal.
Los muertos no podían hablar, y los exiliados se legitimaron como las primeras víctimas con un aura sagrada de heroísmo. Todos los que se quedaron en la Argentina, algunos porque no pudieron irse, pasaron a ser cómplices de la dictadura.
Los que de aquí hablaban o escribían no eran escuchados: no existían ante los exilados que se comparaban con los muertos o los encarcelados. Se hablaba sin referencia a la realidad, en una interxtextualidad que reaparecerá en el nacional populismo como lo muestra Horacio González al rechazar con una apresurada chicana borgeana el libro de Héctor Leis. 
Su performatividad  tiene una historia: es la misma que practicaban los exilados con sus contradictores. Tanto más si Leis trae una mala noticia: el la Argentina hubo un veridicio del que nadie quiso ni quiere saber nada y sólo a través de reconocimiento se saldrá del círculo viscioso en que una cultura gira alocadamente hundiéndose en un agujero negro al que se quiere empujar a las nuevas generaciones.
Si hay algo que considero el colmo de la abyección, el envilecimiento, la hipocresía y lo miserable es calificar a los demás desde un patrón general, sea el caso de los que murieron o los que sobrevivieron. 
La vida de un guerrillero, de un militante o un dirigente sindical o del gris gerente de un banco que se decidió asesinar no por quién era sino por lo que representaba es única como los motivos bien distintos por los que unos llegaron a tomar las armas y otros no.
Los hombres de granito cometieron esta infamia imposible de perdonar a la que se refiere Leis respecto del kirchnerismo que no hizo sino cosechar lo que se había sembrado en décadas anteriores donde no hubo ninguna crítica, salvo excepciones, del mito de la revolución cubana. Su consigna era el "armémonos y vayan" o “Pibe,dejá el libro y agarrá el fusil” como decía David Viñas en los pasillos de la Facultad sin indicarle cómo usarlo.  Mis amigos murieron, fueron desaparecidos y los profesores partieron al exilio dorado. Su peor legado no fue ese sino crear generaciones de obsecuentes que nada tienen que ver con mis amigos aun si hayan estado equivocados.
Lo estaban: en 1973 les dije que llegada la democracia y habiendo ganado Perón abrumadoramente las elecciones había llegado el momento de deponer las armas. Hasta los antiperonistas estaban a la expectativa de lo que podía hacer el viejo líder tras sus años de exilio.  En esto tuvieron menos que ver las irresponsables direcciones que el mito puritano del guerrillero heroico que habían incorporado, basado en Guevara- el hombre que tiró tres tiros al que llamé ya en 1985 cuando el mito se iba institucionalizando el rey de los imbéciles- que estos intocables canallas siguieron exaltando para capturar el imaginario de otras generaciones. Nadie quería saber nada de quién había sido Guevara, bien retratado por Sebreli en su libro sobre los mitos argentinos que hasta el último momento de su vida fue fiel al “llorado camarada Stalin”.
En aspecto más circense lo dio Julio Cortázar: este escritor que dijo haberse exiliado porque no soportaba los parlantes peronistas, que hacía treinta años que vivía en Paris se autogestionó de pronto en 1974 viviendo un “exilio forzoso”, multiplicando floripondios: “El exilio es como el brusco final de un amor, como una muerte inconcebiblemente horrible porque se la continúa viviendo conscientemente”. Ya oír el retorno a la escala pentatónica de  Bela Bártok en París no era placentero: Cortázar fue contaminado por los parlantes de un heroísmo y un martirologio plagado de histrionismo. Cada pavada que decía Cortázar tenía un público que lo festejaba y a las críticas que se le hacían como el caso de Liliana Hecker repondía con un amiguismo fraternal pero su posición no se alteraba. No se sabía si hablaba para la revista Libération o con el interlocutor que vivía en la Argentina. Hablaba para un público: tal era su relación con la verdad. Que viviera ya era molesto porque contradecía el coro de los exiliados que entonaba que había habido un “genocidio cultural”. Otros aumentaron la apuesta: si estaba vivo “algo había hecho”. No respondía y cada hecho de su vida comenzó a ser izquierdizado. Había formado parte con otros intelectuales como Manuel Gálvez y Sanchez Sorondo del Comité de Socorro a la España franquista, ahora era el primero de los republicanos y vivía un “exilio implacable”. Néstor Sánchez lo dijo de una: Julio era un adolescente en política, tenía mucho miedo a la muerte.  A Oscar del Barco y a Héctor Leis les llevó décadas dar el testimonio de una experiencia instransmisible. Cortázar se anticipada a todos convirtiendo a Paris en Vietnam.
No era uno de los hombres de granito cuyo amo es la muerte pero como ellos se inventaba una segunda juventud revolucionaria y no tuvo tiempo para inventarse una tercera y una cuarta.
La frontera entre exilados y quienes escribían aquí parecía inconciliable.
Lo mejor de su obra, sus cuentos inolvidables,  pertenecen a su etapa antiperonista. En Cortázar está en génesis el clown posmoderno que alcanzará su apoteosis en Rodolfo Fogwill, líder de los poetas “materialistas” de esta década que le festejaban cualquier disparate presentado como transgresivo.
Cuando Kirchner en 2007 reclamó enérgicamente en la ONU la entrega de los funcionarios iraníes- sin duda lo mejor que hizo- acusados del atentado a la Amia. Fogwill dijo que había que dejarlos en paz porque tenían una cultura milenaria. Continuaba así la lucha antimperialista contra el Gran Satán yanqui gracias a la cual la Argentina vía el eje jurásico chavista señ aferra desesperadamente al paradigma guevarista que ex guerrilleros como Dilma Roussef o José Mujica han abandonado. Es parte del eje jurásico troglodita de Venezuela, Cuba, Irán, Siria y el Hezbollah libanés. Una negación sistemática de la Jihad planetaria y del integrismo islámico. Hablaba para un público de sonámbulos descerebrados por cuotas de minimalismo y miserabilismo. Una cultura para un jardín de infantes. Se pasó de lo políticamente correcto a lo políticamente abyecto como tributo al espectáculo.
Ni siquiera se le ocurrió negociar a las víctimas con los ayatolas de la muerte como hará el gobierno vía Timerman. La cultura ya estaba tallada en la servidumbre voluntaria, tal es así que el clown era festejado como se lo hiciera con Cortázar. Tributaron su vida al espectáculo sin la más mínima relación con la verdad.
Desde el exilio se decía que toda la cultura argentina aquí había sido aniquilada y el que escribía algo era sospechado de tener los favores de la dictadura. Falso: Jorge Asís publicó en 1980 Las flores robadas en los jardines de Quilmes y Beatriz Sarlo fundó Punto de Vista. Desde afuera le dijeron que sólo iba a decir lo que los militares le permitieran, en consecuencia, todo lo que pudieran decir estaba ya anulado como señala Carlos Alberto Brocato.
Jorge Asís se ganó todos los odios al decir que la censura no lo había afectado. Era cierto: pero Asis era un canalla y Cortázar un mártir. Carlos Gorriarena exponía sin dificultad en Buenos Aires obras donde era inocultable el tema de la represión.
Clarín nada menos publicó a principios de 1979 una página entera firmada por José Arverás sobre la proliferación de abundantes publicaciones underground declaradamente antidictadoriales: Vida, Giranta, Riachuelo, Azul, que no tenían ningún paraguas internacional. No estamos hablando de estética sino de seres que hablaban y no existían para los maestros cantores.
El exterminio existía pero como dije iniciada la democracia la dictadura militar no era totalitaria, no perseguía a la literatura que no leía, tal es así que el martirizado Cortázar publicó Un tal Lucas en la editorial Sudamericana en 1979, uno de los picos de represión y el libro tuvo copiosas ventas.
Para los exiliados la cultura argentina había sido devastada, no quedaba títere con cabeza, los militares eran nazis, Buenos Aires Auschwitz y los sobrevivientes colaboracionistas también nazis,  pero seguían publicando best sellers aquí.
De modo que quien le escribía los editoriales a Massera era idéntico a cientos de revistas del underground aparecidas en los años 77,78, 79 donde a medias voces o directamente se hablaba de los desaparecidos. Los exiliados no registraban esto porque se consideraban la voz cantante que vendría a redimir la Argentina.
Pero lo de Casildo, Taiana y Cortázar era leve ante la actitudes de un Osvaldo Bayer y Juan Gelman que iniciaron el discurso de apropiación e instrumentación que comenzó en los años ochenta desde lo que se llamó el Partido del exilio, cuando Osvaldo Bayer que declaraba que todos los que se quedaron en la Argentina eran cómplices de la dictadura, y ante la tumba de Elisabeth Kasseman, joven socióloga alemana asesinada por la dictadura argentina, pronunció un discurso en “representación del exilio argentino, al cumplirse el tercer aniversario de su asesinato”.
En Exilio, libro escrito con Juan Gelman- Legasa, 1980- se pregunta acerca de los que no contestan más las cartas y sin indagar demasiado el motivo los acusa de hacer viajes a Africa como si participaran de los safaris de Martínez de Hoz,  de “vender en la calle Santa Fe chocolates holandeses, licores alemanes y calienta huevos japoneses. El negocio de importación: la gran conquista de los militares argentinos. ¿Qué se hará de todos estos Mitläufer cuando llegue la primavera a la tierra argentina”. Ni una palabra del pacto de Firmenich  y Massera para que el Mundial de los “derechos y humanos” se desarrollara en calma, qué importaba entregar un militante más o menos.
Los Mitläufer eran los ex nazis blanqueados…es cierto que aquí había canallas que justificaban abiertamente la dictadura pero el ukase alcanzaba a cualquiera. Héroes y canallas, la vitrina sagrada ya estaba completa.

Representar el exilio era representarlo todo porque sólo existía el exilio y Carlos Brocato en el libro más importante que se escribió en la década y fue condenado al olvido, El exilio es el nuestro, le dice que a través de la mítica oposición  de la clase obrera y la clase media borra de un plumazo a militantes sindicales o simples ciudadanos que no consintieron pero que tenían un fusil ante la cabeza: “¿Sólo las capas medias celebraron los goles de Kempes y celebraron la guerra de Malvinas? ¿La clase obrera hizo huelga contra el mundial y los obreros industriales se pronunciaron masivamente contra la aventura bélica? He aquí la óptica sacerdotal de este obrerismo pequeño burgués que administra dispensas imaginarias por medio de omisiones mítico históricas(falsificaciones fácticas”
De la trama del exilio y el posterior pacto de mutua inmunidad con los ideólogos que permanecieron aquí  y se plegaron al discurso de  la utopía y de ahí surgió la axiología de la victimización- asesinato de la verdad que condujo a que Hebe de Bonafini comparara a Alfonsín con Videla luego de los hechos sangrientos de La Tablada y tras haberlos repudiado por su indiferencia respecto a los derechos humanos sobre los que nunca movieron ni un dedo considerara a los Kirchner los redentores de los mismos que como hacen con todo los incluyeron en sus bienes patrimoniales para continuar con el saqueo de la patria contratista que se inicia en 1974 con la Ley Barra que permite en la obra pública exponenciales sobreprecios.
La articulación de la burguesía prebendaría y nacionalista con el paradigma de lo que quedaba de la generación de los sesenta fue la que dio lugar al nacional populismo actual de ex menemistas reconvertidos en un tris que se diferencia del peronismo tradicional en tanto es un proyecto integral que toca a las mismas condiciones de la vida: constituir sin resto alguno el sujeto como zombi terminal. No es un insulto ni una broma.
Parieron una nueva generación de imbéciles como nunca se ha visto: hace poco un bloggero K me acusó de haber “preparado el golpe de1976” cuando fui uno de los que fue a Plaza Once a repudiar el golpe, no porque creyera que se pudiera detenerlo -  el asesinato político cotidiano había vaciado los argumentos que se pudieran hacer- sino porque tenía una amiga maoísta- el PCR, siempre delirante apoyaba a Isabelita como un momento dialéctico de la revolución nacional-, que quería proteger.
Salieron de un camión celular con una Itaka y tal como me habían instruido en el Regimiento 8 de tanques dispararon al pecho de un manifestante.
Un gran charco de sangre y desbande general
La primavera añorada por Bayer llegó con los K. Gelman, cansado de arrastrarse en la UNESCO para que premien sus deyecciones con el Nobel se abraza con Cristina y Bayer que se cansó de reeditar una nueva campaña del desierto atacando el monumento de Roca le escribe una tímida carta a favor de los aborígenes de Formosa que es casi un pedido de disculpas: tengo que seguir representando a los oprimidos. Otra cosa sería hacerlo en los términos de la monja Marta Pelloni que apunta directamente al gobernador Gildo Insfrán. El histrionismo del exilio sigue.
Los dos avalaron los miles de crímenes y torturas de Fidel Castro por décadas con un suspiro. Ni bien retornó la democracia lo dije con todas las letras: ahora comienza la revolución simulada, está escrito. La frontera con los exilados se borró mediante un pase mágico. Se fusionaron y comenzó el ataque a la República en nombre de la utopía. Se busca un dictador esclavo del pueblo, escribía Hugo Savino a principios de la democracia leyendo a Poliscuerpón de Héctor Murena que planteaba una democracia jerarquizada, único modo de evitar la vuelta al Campamento. Fue desoído. Ahora lo que parece utópico es una modesta democracia republicana. Todo el progresismo comenzó a trabajar en la utopía que no era un no lugar sino que obedecía al oportunismo de la lucha por los lugares, tenía marca cubana, se siguió negando los gulags, para derivar no en un Caudillo sino en una Matriarca de un falo tan caído que hasta puede soplarlo una chica de la ONU.
Estamos acampando, volviendo a una etapa preconstitucional, antes de 1810. El ataque a la República de los utopistas desde inicios de 1983 en nombre del marxismo leninismo lo consuma el marxismo puerto maderista  y superzombi de Kicillof, producto chic de los hombres de granito que recién acaba de descubrir que hay un mercado negro en la Argentina, dice que la devaluación es "mala" porque genera inflación como si esta no existiera y la posibilidad de devaluar viniera del cielo y  no de la emisión desenfrenada de moneda por parte de un Estado que priva a los que estafa del recurso de protegerse con otra moneda y  en el momento en que se plantea el blanqueo de lazarodólares afirma que la Argentina está holgada de ellos.
El nacional populismo cuyo modelo es el de la Elite y el populacho, logró lo que ninguna dictadura pudo en términos de demagogia: instalar un chip en la cabeza de gran parte de la población que les prohíbe cualquier pregunta y de antemano les da todas las respuestas como si la plaza de Galtieri estuviera resonando perpetuamente en ellos contra un enemigo que suponen imperialista pero que es el nuevo formato del Mitläufer al que pretenden confundir con cualquiera que diga no al delirio.




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