martes, 20 de enero de 2015

Entre Francia y Frankistán.



En la Francia  actual se da en dimensiones pequeñas una tensión que contamina Europa donde se encuentran y separan cuatro elementos que no tienen que ver con un simple choque de civilizaciones pero si con una mezcla que puede llegar a la mezcolanza y que están lejos de resolverse. Hay una tensión de Oeste contra Oeste que enfrenta a los que todavía apoyan las instituciones democráticas y los que las consideran caducas desde la extrema derecha de Marine Le Pen hasta grupos de izquierda y por otra una crisis del Islam contra el mismo Islam donde del lado occidental resurge el debate cultural implícito si el Islam es totalmente fanático o si hay un Islam moderado que puede coexistir con los hábitos y las formas políticas occidentales.
En cuanto al consenso en Francia la mayor parte se inclina por la extrema derecha de Marine Le Pen o el proislamita Tariq Radaman que practica abundantemente la taqiyya- una forma de doble discurso- y apunta a imponer instituciones islámicas como la Sharia al menos para absolver de cargos a los musulmanes que golpean a sus mujeres. Lo cultural y lo político no van de la mano: no se puede hablar de dos grandes partidos porque los musulmanes representan sólo el 5% del electorado y es imposible que llegue al poder en las elecciones pese a los tantos “collabos”- diría Huoellebecq- que pintan un Islam de color rosado. 
En el caso de la novela Sumisión a su autor Michel Houellebecq se lo acusa de provocaciones contra el Islam y de hacerle el juego al Frente Nacional al alimentar la islamofobia. Este es un neologismo clave porque permite intimidar y hasta lobotomizar los espíritus libres: es cierto que es válido para el desprecio a priori por los musulmanes pacíficos pero se presta a usos para acusar de xenofobia como hizo la UOIF- Unión de organizaciones islámicas en Francia- con Charlie Hebdo  o “racismo estructural” según el ingenioso Tariq Radaman. 
Supongo que lo que anima a Houellebecq es haber notado las lisonjas que hacen políticos y medios agitando el espectro de la “islamofobia” hasta lo liberticida y negando toda relación del Islam con la violencia: es ahí donde satiriza a los políticos que todavía creen en un Islam idealizado y exótico que va de los románticos franceses a las tiendas pintorescas de Edward Said y que omite sus realidades crueles, las lapidaciones y ejecuciones, absurdas prohibiciones, fanatismos y persecuciones como lo han testimoniado diversos escritores disidentes, "infieles" que como Salman Rusdhie o Ayyan Hirsi Ali - la mujer somalí que escribió el texto para el film de Theo Van Gogh sobre la situación de las mujeres musulmanas y fue asesinado- que ven en la Sharia algo inhumano y ajeno a la justicia e igualdad occidentales: basta ver la situación de las mujeres y que en Arabia Saudita se haya dictado una ley que considera terroristas a los ateos. 
Es estrafalario que en una cultura liberal como se supone que es la francesa el filósofo Robert Redeker tenga que vivir oculto por haber recibido una fatwa por criticar al Islam en Los Tiempos Modernos. Es ahí donde apunta el autor de Sumisión que presenta a los políticos como personajes cómicos y ridículos afirmando que Francia hoy está a la derecha, "claramente a la derecha....y gobernada por la Izquierda", lo cual no le cayó bien al ministro Manuel Valls- que dijo con orgullo al principio de la campaña de Hollande que Francia podía ser el segundo estado islámico de Europa- que habló de "odio", palabra que a veces se utiliza para eludir un tema que cuesta asimilar. Valls respondió más como ministro que como lector. En 2012 publiqué una novela, Milagro infame, donde ante la ausencia de toda ley que haga las veces de tercero, Francia pasa de las Luces a convertirse en la República Islámica de Frankestain y toda Europa- y gran parte del mundo, salvo Argentina porque está el peronismo, temido porque corrompe a los buenos musulmanes y Rusia porque "ahí no se jode"- en un Califato y uno de los motivos son las concesiones culturales que se van haciendo en nombre del multiculturalismo a las formas crecientes de violencia. Es muy difícil que sin el pánico la sensual mujer francesa pueda plegarse a la Sharia.

En la escena cultural hay ahora musulmanes ofendidos que quieren prohibir en sintonía con organizaciones multiculturalistas los pesebres y canciones navideñas porque los ofenden y no han logrado torcer los fallos de la justicia. La coincidencia del atentado a Charlie Hebdo y la aparición de Sumisión no se agota en la fecha. Va más allá: los 17 muertos en una semana, la célula jihadista desmantelada en Verviers- Bélgica, al Este del país- donde dos integrantes fueron muertos y el otro herido según se dice en enfrentamiento con la policía que planeaba un atentado de gran envergadura. 
 Los servicios antiterroristas desbarataron un atentado en septiembre último en Lyon según el diario Le Progrès y el periodista Nolan Petersen de Fox News tuvo que disculparse ante el pedido de las autoridades francesas por haber escrito que basta tomarse un taxi desde la Tour Eiffel para en diez minutos encontrarse en las calles de Badgad donde existen “No-go zones”, zonas de no derecho donde se vive bajo la Sharia y donde “los jóvenes se pasean con los tee-shirts de Osama Bin Laden”. Lo que es innegable es que en los barrios de inmigrantes existen zonas de tensión  y resentimiento  que manipulados por los imanes pueden desencadenar la violencia como los motines de 2005 cuando gobernaba Sarkozy. El gobierno francés no ha tenido la energía suficiente para explicar a las autoridades musulmanas cuáles son las leyes de la república que hay que respetar: dependen en demasía de los millones de petrodólares que le vienen de los árabes.


Todo hace pensar que Europa está bajo fuego y en un sistema de red de redes de los jihadistas, también detenidos en Alemania y Grecia, mientras que desde Palestina a Niger las manifestaciones pronuncian ahora consignas de muerte contra Francia- pese a que desde los tiempos de De Gaulle tuvo una política pro árabe- contra “los idólatras de la cruz" mientras hay limpieza étnica de cristianos en otras regiones-Nigeria, Siria, e Iraq.
Lo cierto es que en Francia- o en la Argentina- la islamofobia o el temor del Islam no ha asesinado a nadie y es el Islam fanático que como una peste asesina judíos, cristianos y cualquiera que no pertenezca a su credo que es expansivo como sin vueltas lo ha declarado, Ahmet Savotoglu, el Primer Ministro Turco: "El Islam es la religión fundamental de Europa". Lo de Turquía es un ejemplo a estudiar porque era un país con un gran éxito económico que se estaba occidentalizando y de pronto Erdogan giró hacia posiciones integristas como si el origen lo tiranizara y sigue negando primer genocidio del siglo XX. El integrismo muestra que estamos en una cultura a punto de desintegrarse y el terrorismo es una forma de solución final a su crisis de identidad que llega al delirio del Califato planetario sin importar que haya millones de muertos.
Luego de los crímenes de París, la Unión Europea se tomó su tiempo y llegó a una luminosa conclusión: el peligro es la islamofobia y hay que prohibirla como dándole la razón a Houellebecq.
Una manifestación contra los jihadistas asesinos ha sido prohibida en París, al mismo tiempo que se autoriza las que se hacen contra la islamofobia en Paris, Niza y otros lugares. Lo mismo en Alemania con los que protestan contra la islamización de su país. Los lobbys musulmanes trabajan y Bruselas planea sacar una ley que prohiba la islamofobia y reforzar las leyes como "incitación al odio". Las mismas palabras que el ministro francés utilizó contra la novela Sumisión. Lo sagrado- la fusión del hombre y el Templo- también genera un odio pero directamente psicótico y criminal: por él se mata y se muere.
Si cedemos habrán ganado, dijo el valiente director de Charlie Hebdo antes de ser ametrallado.
Cuatro judíos fueron fusilados en frío en un supermercado por el simple hecho de serlo y no por hacer caricaturas. Los asesinatos de mujeres musulmanas por sus familias por adoptar hábitos occidentales y los cientos de atentados que las preceden no fueron hechas ni por cristianos ni por judíos. Los judíos han tomado nota y se van de Francia. No hicieron nada condenable en términos jurídicos, pero son judíos y tienen que exiliarse.
Pero luego de todo lo sucedido se considera que el peligro mayor es la islamofobia, pero no la judeofobia y tres de cuatro judíos están emigrando del país que recuerda una situación previa al nacional socialismo en Alemania. 
Según Freud, la civilización nace cuando surge el primer insulto de quien recibe una pedrada.
La condena a muerte para quien satiriza supone un Caballo de Troya en el interior de la cultura francesa que algunos quieren convertir en una esfinge. Pero para eso esta cultura tiene ya las respuestas que pueden ser Villòn, Rabelais, Molière, pasando por Honor
é Daumier que se hubiera  ahorrado la cárcel de haberse abstenido de caricatituzar al rey,  hasta llegar a Charlie Hebdo cuyo humor es más intelectual que ofensivo o diabólico. 
Se confunde a menudo la libertad de expresión con la libertad artística. Tienen que ver pero son diferentes. Para la primera Francia tiene leyes como la Ley Gayssot "destinada a reprimir todo propósito racista, antisemita o xenófobo" y siempre será un tema polémico. Charlie salió airoso de los juicios que le hicieron organizaciones musulmanas y es todo lo contrario a los rebelócratas que sólo hacen ruido cuando el Lobo no está y si es posible apañados por el Estado. Se diría incluso que los fanáticos- de fanum, el hombre que lleva el Templo consigo como prueba de un origen puro- pasaron al acto al no haber podido obtener lo que querían por la vía legal para que de a poco Francia vaya convirtiéndose en Frankestain. 
La libertad artística no tiene que ceder en nada de lo que tanto costó conquistar y aquí se funda una de las esperanzas de Francia.






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