sábado, 6 de abril de 2013

Fragmento de "Rapsodia para un mulo". Por José Lezama Lima


No es lo mismo un pueblo habitado y enriquecido por la presencia poética y humana de Lezama Lima, Baquero y Cabrera que un pueblo encanallado y envilecido por la ausencia poética, la cobardía y la vileza humana de Fernández Retamar, Cinto Vitier, Lisando Otero o Miguel Barnet( por sólo mencionar cuatro ejemplos de miles posibles), como es obvio y refleja claramente la degradación actual del pueblo cubano.
Degradación que encarnan a la perfección los escritores de ese pueblo.
En Rapsodia para un mulo se establece inexugnable la clarividencia lezamiana. Al elegir al mulo como protagonista de su magistral rapsodia- canto de cisne al tiempo ue apologia del resignado bruto- el último gran poeta cubano señala con claridad meridiana, con diafanidad mágica,el real símbolo de la cubanía Toda esa mierda de las palmas y el mar es eso: mierda. Demagogia para ignorantes y subhumanos, es decir demagogia para cubanos. El MULO, animal de carga, resignado animal, doblegado y manso, cobarde, casero animal condenado a cargar hasta el infinito los bultos del otro, las pertenencias del otro, del amo. Triste animal. Este es el verdadero y más adecuado símbolo de la cubanidad.
Animales de carga. Eso somos.
Digan lo que digan los cubanólogos. Esa epidemia.
Lezama lo supo ver como nadie.
Lo mejor que nos podría haber pasado era que se quedaran los ingleses.

                                                                                             Juan Abreu, Cinco Cervezas.


.Con qué seguro paso el mulo en el abismo.
Lento es el mulo. Su misión no siente.
Su destino frente a la piedra, piedra que sangra
creando la abierta risa en las granadas.
Su piel rajada, pequeñísimo triunfo ya en lo oscuro,
pequeñísimo fango de alas ciegas.
La ceguera, el vidrio y el agua de tus ojos
tienen la fuerza de un tendón oculto,
y así los inmutables ojos recorriendo
lo oscuro progresivo y fugitivo.
El espacio de agua comprendido
entre sus ojos y el abierto túnel,
fija su centro que le faja
como la carga de plomo necesaria
que viene a caer como el sonido
del mulo cayendo en el abismo.
Las salvadas alas en el mulo inexistentes,
más apuntala su cuerpo en el abismo
la faja que le impide la dispersión
de la carga de plomo que en la entraña
del mulo pesa cayendo en la tierra húmeda
de piedras pisadas con un nombre.
Seguro, fajado por Dios,
entra el poderoso mulo en el abismo.
Las sucesivas coronas del desfiladero
–van creciendo corona tras corona–
y allí en lo alto la carroña
de las ancianas aves que en el cuello
muestran corona tras corona.
Seguir con su paso en el abismo.
Él no puede, no crea ni persigue,
ni brincan sus ojos
ni sus ojos buscan el secuestrado asilo
al borde preñado de la tierra.
No crea, eso es tal vez decir:
¿No siente, no ama ni pregunta?
El amor traído a la traición de alas sonrosadas,
infantil en su oscura caracola.
Su amor a los cuatro signos
del desfiladero, a las sucesivas coronas
en que asciende vidrioso, cegato,
como un oscuro cuerpo hinchado
por el agua de los orígenes,
no la de la redención y los perfumes.
Paso es el paso del mulo en el abismo. 

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