lunes, 24 de marzo de 2014

Literatura argentina, la otra literatura: Cuerpos inéditos. Por Laura Estrin




                                                                          “Llegamos aquí a uno de los más logrados efectos de la obra: la que hará que usted
                                                               no sólo tenga ganas de decir algo sino también de escribirlo. Sin embargo usted no
                                                                    escribirá nada. A la inversa del célebre escribiente del ´preferiría no hacerlo´ ya se habrá dado cuenta de que lo preferible no es insistir ni existir.”
Luis Thonis

Rev. Universidad Austral, “Semiosis Ilimitada”N °1- “El otro”, 2002
Título:“Literatura argentina, otra literatura” (Acerca de Cuerpos inéditos y otros textos de Luis Thonis).- Autor: Laura Estrin / Facultad de Filosofía y Letras (UBA)                

      “Me ha parecido que se podía encontrar ahí un concepto de Otro que no se define
               por ser objeto ni sujeto (otro sujeto), sino la expresión de un mundo posible”.
                                                                                                                             (Deleuze)

        “Parece un lujo carecer de identidad en una ciudad en la que no estoy expulsado,        
         soy considerado una suerte de cómplice de un estafador, o, peor, un idiota útil.  
          Me empeño vanamente en el trabajo de volverme anónimo. Es imposible. El
                                                        vecino me niega ese derecho radical…”
                                                                                                            (Luis Thonis)
                          
      Lo que aquí denomino ´otra literatura´ es un animado golpe a la literatura argentina, este es el caso de la obra de Luis Thonis. Textos que interrumpen toda explicación y generan un acercamiento intempestivo, es decir, sólo permiten un camino esencialmente ajeno a todo método y a toda dialéctica. Y esto sucede, en parte, porque la otra literatura, entendiendo dentro de ella al ensayo del que participan también estos libros, es ese contrasentido que siempre se coagula en los bienes literarios descentrados del canon oficial.

      Una obra en la afección de la lucidez: ¿qué se puede decir de un perspicaz libro lúcido?, a un autor que borra, en algunos de sus textos, los nombres para escribir junto con los de la historia (Alberdi, Moreno y Mansilla) o cuyos personajes son las letras del alfabeto griego, como en “Las fórmulas de Beta”, cuento que pertenece a un libro aún no publicado de Luis Thonis. En Cuerpos inéditos (1995) leemos: ”Había cosas que no toleraban nombre”, como el amor, como el error de escribir... donde a la vez que se supone dicha imposibilidad, se da comienzo a un trabajado enigma nominal que recorre todos los ensayos y condensados relatos de este libro que puede entenderse en el sentido vario de su título: ´cuerpos inéditos´. Por ejemplo cuando dice “Quien haya pasado los cuarenta años no debería escribir más. Ese supuesto apogeo, descubierto por timoratos, nos ha parecido mortífero, especialmente en su caso ya que en los escritores la sensibilidad, que no sabe andar en puntas de pies, suele rastrear siempre lo mismo, hablamos aquí más como amigos del Autor que como lectores o críticos de la misma obra que somos, haciendo cuerpo con ella, en un final que es comienzo”, cita que desenvuelve sujetos o cuerpos ocultos (¿inéditos?), contrasentidos, biografía y desveladas ironías.
 
      Pero empecemos por un recorrido, un camino posible por esta obra que reúne relato, ensayo y poesía donde “leer la propia letra genera incertidumbre, pero es arduamente ilegible reconocerse en ella”:
   Primero, y alterando el orden de este libro, puede buscarse, para ilustrar la certera operación de escritura que proponemos, entre los poemas como “Moralidad” y en algún modernismo de cínico relieve como “aves blancas de apacible vuelo” de “Binomio”, aunque elegiríamos permanecer en “Santidades”, tal vez por su imperturbable conciencia del desastre... Por ejemplo en “Aquiles a las cuatro” irrumpe un: “Demasiado sé que los mortales hablan / y los dioses ya callaron... es casi imposible / hablarle de amor a quien se ama” o ”con esos recursos de poeta / pierdo la línea / me es en mucho necesario / que el razonamiento tenga cuerpo de teorema / hábito mediante ellos/ no se cansan de repetirme / que soy ficción...” o “me han dicho que orinar mucho / es signo de gran lucidez mental / hago mi chorreante tributo / a una omnipresente diosa de Rencor”... Última línea que puede recordar un retazo entre escatológico y risueño de La gran salina de Ricardo Zelarayán.

      “Santidades”, último apartado del libro de Luis Thonis, que enuncia y se place entre extremas debilidades de poeta y enormes literaturas, también de la argentina en el sentido en que estoy pensando esta gesta literaria como ´otra´, agregará: “Se puede tener en cuenta / cierto estado de excepción / que tiende a ser permanente / y ante la inminencia de la carnicería / hablar y escribir / de modo que los cuerpos / no hagan caso omiso / de la división que los trabaja / sean solamente cuerpos / y emprendan con plena suficiencia / su reeditada marcha / a los nuevos mataderos”; allí, además, impresiona esa absoluta conciencia de la literatura y de la tradición literaria, el poema “Baruch persevera”.

      Luego en “A tres sonetos de Shakespeare”, relato o ensayo donde el camino del autor es un encuentro luminoso, un caerse perfecto de uno (mismo) en otro (una mujer) porque no se ve el salto. Thonis en toda su obra unirá las cosas sin término alguno: historia y lengua, relato como narración de las acciones y escritura, temática novelesca o ensayística y alucinación existencial o poética. Así es “Terminal”: largos pasajes entre Shakespeare-mujer amada aunados en frases crueles, justas y hermosas porque “No hay un antes ni un después cronológico en su universal intersección”. Manera analítica feroz de obrar al escribir que fermenta y desequilibra toda lectura que se proponga y detenga en algún punto aislado de ese recorrido instantáneo: filosofía o saber o conciencia vertical del decir de este autor argentino en el conocimiento total de su letra donde cada sintagma, cada fraseo aloja, veloz y en primer plano, la sabiduría literaria de todo lo que se escribe.
  
      Por último, en este particular recorrido, Luis Thonis escribe en “Fábulas vedadas” la crónica sin cronología construyendo la rica confusión histórica, “la de las emanaciones de un continente que conoce a la crónica como un modo de apaciguar la extensión” y, así, desanda el desierto americano tan escrito por nuestra literatura con los extravagantes pero verosímiles personajes como lo son el piojo y la chinche... Del mismo modo, que en su inédito libro de cuentos, El vuelo del  narrador, en su última historia, “Viento agrio”, un enfermo Mansilla, residente ya en Europa, recuerda, no importa si por escrito o no, su empañada vieja hazaña con los indios. El atildado pero decaído prócer literario es puesto como ese raro realista que entre malón estatal y excursión de autor parece saber la teoría invertida del desierto helado de César Aira diciendo: “Estoy seguro de que mi enfermedad no es la tuberculosis sino la contracara de una salud pampeana donde mi rostro era abofeteado por el viento: no soy baqueano ni científico para poder explicar esa erosión de vida que nos hacía mejores en estos lugares”. Thonis, en algunos casos, nos da un perfil de la mejor-otra ciencia ficción argentina, con desaforados personajes-escribas como podrá verse en variados cuentos de éste último nuevo libro.

       De manera que toda la obra es aquí demasiada ley y demasiada creencia: el saber bíblico y las fábulas cristianas campean en forma desacostumbrada esta escritura por momentos aforística, de igual modo en que puede sobresaltarnos la aparición de un enólogo para una segunda persona imprevista, tal el caso de un relato de Cuerpos inéditos. Así, estos libros y los ensayos publicados en diversas revistas son literatura que puede entenderse y llamarse de segundo grado. Es un trabajo, un hallazgo, mejor dicho, un empezar segundo. No es necesario allí un principio porque orígenes y comienzos abundan como lecturas teóricas explícitas o como motivos recurrentes de las historias. Por lo que sus temas son fórmulas últimas: el desastre del mundo, la santidad, la conquista de América, la mujer largamente perseguida, la historia política argentina; son ´los dogmas rígidos en su frescura´ -como señala Cuerpos inéditos en el constante y cruel retorcimiento de toda excesiva conciencia-. Son temas de-vueltos, pensamientos que escapan al piso del pensamiento. Y todo eso está en la escritura que es lo que interesa: una escritura totalizadora o, por lo menos, desencajada de una primer conciencia de sí, saber sobre saber que está por encima de ella como todo el ensayo “Mosaico para una reedición inédita”. Una lengua del saber literario instantáneamente amasado y puesto allí, un estadio crítico en la herencia de los recurrentes vasos rotos o la vasija en pedazos que se repiten en todo ese libro... Como dijimos, una línea bíblica cruza la obra junto a los reiterados clásicos grecolatinos que se combinan sin tregua a un presente catastrófico.
  
       De manera que ésta es una literatura consciente en alto grado de su origen y, por consiguiente, de su desesperante destino, todos sus libros son inquietantes ´libros inéditos´. Se oye risa, se entiende humor, se percibe parodia, también Cuerpos inéditos es un texto que no soporta algunos chistes que sin embargo aparecen como “Algunas órdenes pescan con redes, otras con cañas” o “La cronología no entra en la escuela, rebota contra el convento”. Y, en este mismo sentido aunque en una perspectiva de lectura más violenta, esta literatura es sobre la vida o sobre la mujer o sobre la sabia traición de la historia porque el que narra conjuga de manera anacrónica esta desbordante obra con la imposible biografía.

       Diversos aunque extremos, algunos de sus cuentos como “Exculpación del museo” o “Xirden” son Kafka y un poco Deleuze, por su intensa inmovilidad –el primer caso pertenece a Cuerpos inéditos y el segundo a El vuelo del narrador-, en la perspectiva de entrar en una ciudad muerta, única para el que espera pero a la que se llega siempre a destiempo. Además, es, ya por el elaborado género policial, ya por la denunciante retórica, un poco borgeano. Claves que no entresacan a esta obra de su variante-otra, ´otra posible´ en la literatura argentina contemporánea, pero se muestran evidentes en una lectura de la tradición nacional. En “Hombres del nido” de Cuerpos inéditos, un enigma como una lucha es un perfil-Borges que podemos entrever si leemos: “Los hombres del Nido... no eran sino una de las expresiones encarnadas de aquello mismo que combatían y fue de mucha ayuda la presencia de ese intruso, ahora llamado huésped... sus hombres decidieron tácitamente hacer silencio por siempre en esa noche que fue su mayor proeza”.

      Podríamos pensar entonces que todos estos textos son prismas exasperados y múltiples de un singular Lezama que escribe en Buenos Aires. En el citado “A tres sonetos de Shakespeare” dirá que lo que hay es “la soberbia en la falsa y recelosa humildad”. Cuerpos inéditos, un libro exagerado con Irlandas y Orientes (“Anales de Sei Shonagon” y “Conjetura irlandesa” entre sus poesías) pero, a la vez, consciente como el último poema que da nombre a todo el libro “Cuerpos inéditos” donde encontramos: “modos de mentar lo nuevo / dejando todo cuerpo inédito / para lavativa en reclusión”. En este sentido, el del saber absoluto y desafiante que la literatura plasma sin más aspavientos que los que un estilo propio dibuja, el relato que, tal vez, presente de modo fantástico e increíble este raro acto de escribir otra literatura argentina hoy es “El vuelo del narrador” que da título a su mencionado libro inédito. Fascinante encuentro de amor, de vuelo, de historia, de política, de literatura que vuelve a generar desembozado el enigma y el rito de escribir, siempre explícitos, que alientan todos sus textos. 
      Libros que –como decimos- lo saben todo entre poética y amor: “no seas familiar, estrella, no seré vehemente” y lo saben en forma crítica y sarcástica: “Se puede tropezar con algo peor / con enterados que imitaron su plétora” y lo saben terriblemente del otro: “Conozco la mentalidad / de aquellos que hablan bien de lo que detestan / y critican lo que les gusta / por eso lamento que hayan leído mi libro”. Escritura que sabe, sabe aún que “las únicas gracias que damos... es cuando no hallamos el modo de expresarlas” en una obra que hace evidente otra literatura argentina, casi un violento, vociferante y endiablado autor nacional que se ordena en lecturas esquivas, sordas como las de los amigos y que se suelta de la crítica más componedora y taxonómica de lo consabido.

   De este modo, en éditos e inéditos, varios autores, como es aquí la obra de Luis Thonis, son otra literatura argentina. Literatura loca, literatura justa, literatura nueva, literatura propia, literatura equívoca y anacrónica, literatura casi desatinada, plegada, entendida en subjetividades muy fuertes y únicas, muy raras. Literatura extraña, literatura de la cabeza y con la vida, literatura brillante, sabia y perdida, literatura argentina.

Laura Estrin, 2002.                                                                                                                       

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