miércoles, 22 de julio de 2015

Mark me. Por Luis Thonis.



"Economía, Horacio, economía. Los manjares cocidos para el banquete del duelo sirvieron de fiambres en la mesa nupcial Quisiera haberme hallado en el cielo con mi más entrañable enemigo antes de haber presenciado semejante día, Horacio!"

Palabras, palabras, palabras…. Hay que tener en cuenta que el que dice esto es Hamlet que reduce las palabras a la nada en la escena con Polonio. Words, words, words, será la respuesta que dará Hamlet al entrometido consejero Polonio cuando le pregunta qué está leyendo. Son palabras, estúpido, podría haberle dicho. Lee palabras, le dice y con esta respuesta lo desconcierta y va creando trampas semánticas haciendo un montaje letal para atrapar al Rey sin tener en cuenta a quién se lleva puesto. Pero las palabras que lee son falsas simetrías y espejismos de una captura letal con la la madre que ocupa en el escrito el lugar de una fornicadora insaciable. La madre_ Hamlet, has ofendido a tu padre. Hamlet: has ofendido a mi padre. No hablan de lo mismo, las palabras están discoladas entre un fraticidio entre dos padres y una madre que no se transmite porque es siempre la misma, habida cuenta que el fracaso ante la mujer iguala a todos. Hamlet y ella están en dos planos separados que se tocan momentáneamente (Hamlet lo aprovecha casi para embestirla, se diría que quiere montarla) separados por el espejo de un asesinato al que se suma otra figura disimétrica: otro padre incestuoso que está a la espera. Hamlet de entrada pacede un exceso de saber del otro vía el espectro: un mandamiento que lo lleva a la acción que no puede sino actuar ya que desde el vamos ha sido actuado por el asesinato de cuya venganza depende como el lactante de su madre. 
Todos los disparates que se han dicho sobre Shakespere y que pueden concentrarse en Harold Bloom se borran ante el olvido-memoria de la primera voz del espectro.
Mark me. Escribeme. Oyeme. Hamlet lo oye no desde el montaje paranoico de los profetas bíblicos sino como un poeta moderno- Borges lo llama “el dandy epigramático”- que escribe sus tablas para darse una memoria y para olvidar tratando de asegurarse algo reprimido para no ser sorprendido por su retorno en un agujero de infierno donde el padre no cesa de arder y donde la madre vomita en medio de la orgía y ante la cual es una mancha de tinta errante donde las palabras pasan pero el escrito y esa huella a matar quedan. 
La molestia que sentimos entre decir y escribir, entre el espesor de nuestra voz y las palabras que lo doblan es vivido por Hamlet de modo sacrificial, exponencial en esa "economía"del pasaje abrupto de los manjares del duelo a los fiambres de la boda que desencadena su locura y hay la sospecha que estamos en medio de una escena espectral concebida por otro que posee un saber muerto sobre la muerte, sobre lo real de la sexuación ante el cual retroceden los parásitos de eros.
Mark me: ¿Ustedes quieren enloquecerme? Bien: seré más loco que vosotros. ¿Ustedes quieren que compre su farsa de fantoches? De acuerdo: van a sufrir mi teatro, simularé más que ustedes y los precipitaré hacia la masacre final demostrado que no hay puentes entre una escritura y otra sino un silencio que lo irá pudriendo todo definitivamente. No traten de calificarme, yo lo hago por ustedes: soy un personaje nuevo, una mancha de tinta errante que los salpicará por siempre,  mi vida no vale la de un alfiler, soy el primer nihilista de la historia que hace del suicidio una escritura mientras hay rumores de orgía en la habitación más cercana, no ha quedado otra alternativa para asombrar a una madre. Así hago hablar a Hamlet como si fuera otro espectro que  establece su dispositivo de combate, su isabelina máquina de matar que oscila entre el asesinato y el juego. El asesinato de Polonius no deja de ser un juego- A rat!- y la mascre final comienza con un juego. La única realidad en medio de personajes que vive como de ficción es la madre, su programa de escritura quiere asombrar a la lengua y la madre, capturado en la disyunción entre ser o no ser el falo, nunca abdica de ser el “hijo maravilloso que puede de este modo asombrar a una madre” que trata de gozarlo todo. Ella también juega en cierto modo: “Oh, Hamlet, has escindido mi corazón en dos” sin creer nada de lo que dice y mantenerse más firme en su lugar. Nada llega a tocar a Gertrudis. No es cierto que invierta su tiempo en vengar al padre, todo el vigor de su lengua busca a la madre y ella es la primera que lo sabe-“you darest wag you tonge against me”, mata a éste, enloquece a otra, simula locamente la locura para apurar la masacre final como un homenaje invertido a la lengua y a la madre: que no haya más que silencio.
Hamlet abre la escena del sujeto moderno: tiene a diferencia de Edipo que matar al padre pero éste ya está muerto y le pide que lo venge en el usurpador que está en el lecho con la madre. El fraticidio entre dos padres fallidos ante la mujer deriva en las fraternidades criminales donde en su nombre los hermanos no se cansan de matarse entre sí en nombre de un padre que se volvió un fetiche fantoche. El “dandy epigramático” según Borges está en un atolladero sin salida como la misma Ofelia, impotentes ante la podredumbre de Elsinor. 
Apenas pueden jugar, inventar una historia de amor, son intervenidos por dobles del mismo espectro: Mark me. Y es con las palabras con las que empuja al suicidio a Ofelia. De entrada la arroja a un doble bind. Hamlet: Yo antes te amaba, Ofelia.  Ofelia: Es verdad, señor, así me lo hicisteis creer. Hamlet: Pues no deberías haberme creído. , porque la virtud no puede injertarse en nuestro tronco sin que nos quede algún mal resabio. Yo no te amaba! Ella es hermosa y la hermosura no puede coexistir con la honestidad, le dice, y le aconseja a término de cada frase a irse a vivir a un convento. La convierte en “madre de pecadores” aun si es una doncella. Coloniza con su escritura el goce femenino. Ella se desespera y concluye que está loco sin advertir que la ha enloquecido. Ese ataque se extiende a todas la mujeres : “También he oído hablar mucho de vuestros afeites. La Naturaleza os dio una cara y vosotras os fabricais otra distinta. Andas dando saltitos, os contoreáis, habláis ceceando, y motejais a todo ser viviente, haciendo pasar vuestra liviandad por candidez”   
Hamlet está excedido de un saber muerto y lo femenino que no tiene incripción es una amenzada por su liviandad y frivolidad. 
Su empresa necesita excluir a todas las mujeres para decidarse solamente a la madre. La ve caminando por la cuerda floja y se limita a empujarla. (Cuando uno ve a una Ofelia andar con ese paso trata de darle el sostén simbólico para que pueda rehacerse y ni bien asoma la cabeza aparece una mano buenista que se aprovecha de su naciente erotización para arrojarla al precipicio de un solo toque…) Pocas veces alguien dijo un discurso con tanta saña que reduce a una mujer a la nada,  capta la conexión de la mujer con la nada y a eso la reduce. Si ud quiere suicidar una mujer- algo más sofisticado que asesinarla- Hamlet le ofrece una estrategia que no falla. 
El discurso misógino de Hamlet tiene como objetivo a Gertudris, su madre, pero lo proyecta sobre ella. Las palabras son algo mucho más importantes que los cuerpos, obran como cifras entre dos cuerpos. Hamlet no está loco pero se finge loco en el límite de la locura. Todos los personajes van produciendo la locura de la doncella Ofelia, el personaje más expuesto: cada uno quiere usarla para sus fines. 
Todo el cinismo y el nihilismo de Elsinor van violando a la doncella que no tiene sólo su amor por Hamlet para defenderse. La locura produce en ella una desinhibición sexual como si quisiera con la  palabras   reencontrar a eros ante el asalto de la muerte mediante canciones: : «¡Ya despierta el galán, ya se viste! / Abre la puerta y la invita. / Ella, inocente, claudica, / y deja atrás su virtud», que la muestran engañada y abandonada por el príncipe Hamlet. Avanza incluso hacia lo obseno, nombrando el miembro viril: «oh, truhanes, cómo su espolón manejan / los mancebos cuando acechan!». 
Sus  palabras son voces de naufragio. 
Se ahoga con sus canciones que no pueden atenuar la violencia que sufre que la deja sin reparo alguno. Sus voces son - esta vez sí- palabras, palabras, palabras, el viento se las lleva, demasiado ingenuas incluso cuando pretenden romper todas las reglas. ¿Existen todavía las Ofelias? Supe de ellas en las villas. En las clases medias existen eternas doncellas entre Ofelia y una Gertrudis siempre triunfante para las cuales las palabras no cuentan y sucumben por eso a su aturdimiento donde en el mercado de los soportes narcisistas todo da lo mismo y del convento al espectáculo hay un solo paso. El antes te amaba. No debiste creerme, ahora ya no de Hamlet sigue resonando en "la emoción de la boludez". Las preciosas ridículas son hoy la versión light de Ofelia: viven como cuentos de hadas historias de terror. Hamlet ya pasó, las ofelias son actuales. No pueden leer sino palabras, palabras, palabras pensando que no hay otra dimensión del lenguaje y el sujeto.  La emoción de la boludez se ha convertido en sacerdocio.
Son un sostén fundamental del poder desde la miseria sexual socializada que las va cubriendo y fracaso tras fracaso con el mismo doble de doble se convierten en militantes feministas.
El personaje de Shakespeare nada puede ante  el peso de las maldiciones de Hamlet además del uso que hace su padre de ella para obtener favores de los reyes antes de ser asesinado.  Se ahoga como una flor en las aguas: «The rest is silence» según Hamlet cuya despedida se posterga en la cultura.


Esto lo escribí en principio luego de ver una obra donde se presentaba un Hamlet posmo, edulcorado, light, lo que se quiera pero que omitía la cadena de crímenes y parecía una obra para chicos. Habia autoridades universitarias que me retaron porque “estaban a otro nivel”. Comencé a escribir a ver de qué se trataba con el objeto de devolver a Hamlet lo que es de Hamlet -por Shakespeare- y casi me salió un libro. El dandy de Elsinore no había leído a Maquiavelo, no conocía a Freud, pero demostraba que al transformar la muerte del padre en suicidio es algo todavía impensado por los muertos vivientes. No es ya nuestro contemporáneo: el nihilismo se ha convertido con sus nuevas máquinas de matar en sentido común.
El nuevo tipo de príncipe sabe ante todo que no se trata de ser o no ser sino ser no ser de ellos: "nunca tendrán mi alma" dijo Joyce que retoma el desafío sobre lo indecidible de la función paterna.
¿Cómo salir de la línea que va desde el dandy epigramático isabelino de Borges al militante político que nace en el siglo XIX que a menudo "conspira a favor" de lo que dice criticar? Con una transformación radical del sujeto que pasa por el continuo que va desde Leibnitz a Cantor y produce en acto al infinito como en esta reflexión de Maurice Dantec: "Existe un momento, un punto crucial del continuum, por el cual el erotismo se consume hacia una verdad más alta todavía, la del puro soplo del Espíritu. Ese momento rarísimo nos abre de la manera más directa hacia abismos situados más allá de la conciencia, ahí donde comienza el metaviviente, transvalua de manera definitiva nuestras concepciones de la Carne y el Verbo, del Cosmos y del Logos, de las putas y los ángeles.
Ese momento, sagrado entre todos, es aquél donde el Amor mismo se transustancia en una soberanía más alta donde uno sino es el Creador, es al menos el Mensajero."



La vida surge en la violencia como un bólido arrojado al mundo. La raíz de violencia es bios y la vida no existe sin violencia. Hay muchos discursos que hablan y giran en torno del cuerpo. No pueden salir de una violencia narcisista. El cuerpo es impensable sin el nombre, es carne pero también memoria, huellas. La mayor ilusión del género humano es querer conjugar el nombre y el cuerpo de modo que el primero desaparezca. Interesa lo que sucede entre dos cuerpos: ahí la violencia tiene sacudidas, impasses, en una historia donde el choque de los fantasmas es crucial. Aunque se aspire a ella la violencia pura no existe. Interesa cuando se articula con el erotismo: la violencia erotizada se alimenta en el crimen. El ejemplo más evidente son los nazis ante los judíos que tenía como objeto restituir la no violencia, la pureza de la raza y se mezcla con un erotismo de tipo anal convertido en proyecto planetario. También hay una violencia complementaria y compasiva que dice amar a los judíos pero sólo en calidad de gaseados. Se trata más del nombre judío que del cuerpo. Por eso la reducción a cuerpo. La violencia aparece en lo cotidiano en los actos de habla: la misma persona que ayer saludaba amablemente al otro día pasa a caluminar sin explicación. Suena a “traición”. No hay que tomarse por Job, que sacrificaba a su Dios siguiendo las reglas y de pronto éste lo dejó sin nada. Job es siempre un punto de partida, no de llegada, como si se tratara de un poema que recomienza.


Pasa también en amor. Ella dice: “Tengo que decírtelo. Yo te amaba a vos. Eras el único que me captaba, entendía, incluso descubría en mí cosas que nunca había pensado.”.Es precisamente por eso que se esfuma como la misma persona que ayer saludaba porque el amor inevitablemente confronta a la mujer con la Otra mujer- la Primera- y supone una pérdida narcisista inmensa. Separar a la mujer de la mujer es también violencia que en este caso tiene que ver con el amor para que ella no sea otra Ofelia. Cuando el otro se niega a cambiar de piel pero más todavía cuando el Otro quiere ser tu piel hay que cambiar de piel- Cambiando de muerte la pérdida se integra y se cambia de vida en la vida sorteando la violencia implícita y el odio que supone ser englutido como una mosca en la miel. 
Los odiosos no pueden cambiar de piel: están en ella aun si se ahogan como el pez en el agua, la erotizaron un día y la alimentan parasitariamente. Si uno se vuelve odioso será uno más de ellos y necesitará de “matar para vivir” aunque se trate de pequeños y míseros asesinatos simbólicos como lo muestran el espectáculo y la fiesta. En todo momento, los sujetos están dispuestos a deformar la verdad si esto les da un poco de “forma”, a romper o traicionar los lazos de amistad si esto supone un plus de narcisismo y esto alcanza su más alta tensión en el fóbico como vengador fallido de lo irrepresentable. No puede concebir una trama para atrapar al Rey porque éste ha desplazado su lugar y en el enroque encuentra a la mujer.que no es sino el reflejo del deseo de otro para reducirla a cuerpo. Al romper los límites a respetar, se transforma él mismo en ese límite, lo que no significa una hostilidad a la ley sino la angustia de lo que carece de ley. De ahí viene su obsesión de las fronteras, hay que trazarlas para asegurarse el fruto prohibido en no desde una la lógica libertaria de prohibido prohibir- pocas veces sostenida éticamente- sino de más prohibición a mayor ruptura del interdicto hasta llegar a la prohibición de la misma vida en una curiosa “liberación.




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