“Qué raro que tu marido diga que me escribirá tal o cual cosa. ¿Y golpearme y estrangularme? Realmente no lo entiendo. Por supuesto que te creo, pero me resulta tan imposible imaginarlo, que no siento nada. Es como si se tratara de una historia ajena. Es como si estuvieras aquí y dijeras: “En este instante estoy en Viena y hay gritos, etcétera, etcétera.” Y ambos nos asomáramos a la ventana y miráramos en dirección a Viena y, por supuesto, no viéramos nada que fuera motivo de excitación. Algo más, sin embargo: ¿cuándo hablas del futuro no olvidas a veces que soy judío? (jasné, nezapletené). El ser judío sigue siendo peligroso, aun a tus pies.”
Esta carta es una de las más tremendas que he leído por el desarrollo posterior que tuvo la historia. No sé si Franz Kafka y Milena Jesenska fueron amantes, no indagué detalles de una historia que los biógrafos dan por hecha ni leí las cartas de ella. Creo que se vieron pocas veces y no sé si tuvieron relaciones. La relación a distancia, la no relación en todo caso fue más fuerte."Reconozco al amor por una tristeza inconsolable, por un ¡ah! que te corta la respiración", escribió Marina Tsvietáieva. No encontraremos este tipo de inflexión inmediatamente, tal vez sí subterráneamente. Tampoco alguna tristeza inconsolable. Ella no tenía prejuicios y Kafka era lector de Casanova. Lo cita aunque se interesa más en sus modos de fugarse de la prisión de plomo en Venecia. A ella la casaron por obligación, se separó y contrajo un nuevo matrimonio.
En
esta carta, Kafka, introduce dos palabras checas que significan “con claridad”
y “sin ofuscación”, y no le da al marido ni siquiera el lugar de un tercero en
discordia. Ella no hace mucho por incluirlo. No puede separarse de él, porque
por un lado lo ama y por otro él, dice, no podría sobrevivir sin ella.
Kafka señala esta contradicción pero no insiste demasiado, tiene la suya, quiere estar siempre con ella pero no separarla, la hace pasar de una disyuntiva a otra: “¿Sabes Milena? Cuando te acercaste a tu marido descendiste mucho de tu nivel; pero si te acercas a mí estarás lanzándote al abismo".
Kafka señala esta contradicción pero no insiste demasiado, tiene la suya, quiere estar siempre con ella pero no separarla, la hace pasar de una disyuntiva a otra: “¿Sabes Milena? Cuando te acercaste a tu marido descendiste mucho de tu nivel; pero si te acercas a mí estarás lanzándote al abismo".
Ya no se sabe cuánto hay de verdad, cuánto de seducción y de llamados a medias. La verdad es cambiante, murmura Franz. La lectura de estas cartas lleva al extremo el interrogante de qué diablos se habla cuando se habla de amor.
Algo debió pasar, Kafka siempre evoca un bosque que reaparece, insiste y da rienda suelta a escenas hipotéticas que parecen parte de sus relatos. Vivían en dos ciudades alejadas y hablaban en lenguas distintas, ella era traductora y ni bien lo leyó quiso traducirlo del alemán al checo. El le llevaba muchos años y muere en 1924. Las cartas comienzan con un “usted” de tono amable y profesional entre la traductora y el traducido pero van de a poco tomando otro ritmo y otro color. Un giro se produce cuando Kafka la vuelve a nombrar a través de su nombre: “Hoy hablaré de algo que quizás aclare muchas cosas, Milena (qué nombre tan rico y denso, resulta casi imposible levantarlo, y al comienzo no me gustaba mucho, me parecía un griego o un romano perdido en Bohemia, violado por el idioma checo, falseado en su acentuación; y, sin embargo, por su color y su forma es una mujer a la cual se lleva en brazos: sólo el acento sobre la “i” es duro. ¿No se te escapa el nombre de un salto?”
Milena no le debe a él su existencia histórica, no fue simplemente “la enamorada de Kafka” según se la conoce. Al separarse de su primer matrimonio fue convirtiéndose en una periodista de primera línea. Una feminista diría que tuvo que ver con la independencia de la mujer y es cierto. Pero ella decía que cuando escribía pensaba en él- desconocido para el público de la época- y él se decía su mejor lector. Kafka le habla a Milena y Milena a Kafka. No son doblajes de dobles. No sucede muchas veces y él comienza a firmar como Tuyo en el mismo momento que la nombra.
Volver a nombrar a una mujer que ya lo admira y que ni bien lo leyó en alemán quiso traducirlo al checo es algo que se puede llamar amor. Las relaciones entre dos lenguas son las más intensas. Ninguno de los dos está seguro en la suya.
Kafka la hace suya en el mundo de las cartas: "No sé si quieres verme después de mis cartas del miércoles y el jueves. Conozco mi relación contigo( me perteneces aun cuando nunca te vuelva a ver)". Las cartas van cobrando un ritmo frenético: “Este ir y venir de las cartas debe terminar, Milena. Nos volverá locos. Uno no sabe qué ha escrito, no sabe a qué se le responde y tiembla siempre, sea lo que fuere”. Pero insiste: “Es curioso, Milena, cómo me deslumbran tus cartas”, dice, “son como lluvia sobre mi rostro ardiente.”
Milena es para él una figura de origen…tal como irrumpe una adolescente. Tener un origen perdido es tenerlo todavía, incluso en su versión redentora: “Se mire por donde se mire, la carta de hoy, esa carta tierna, leal, alegre, portadora de dicha, es la carta de un ´Salvador´.¿Milena entre los salvadores!” Ella es la que “comprueba, a cada paso, en carne propia, que sólo puede salvar a los demás por medio de su propia existencia y nada más”. Hay ironía en estas frases de Kafka que como judío se acerca al origen para ser rechazado por él y al alejarse comienza a oír voces de reproche.
Kafka, alguien que se sabe ilegible para su época y quiere incendiar su obra, tiene la necesidad de destacarse de alguna manera ante ella, emerge desde el fondo mismo de su inexistencia para hacer de la carta un entre dos de los cuerpos marcado por la imposibilidad: “Y fue así que sólo trabajé por espacio de media hora y ya estoy otra vez junto a ti, tendido sobre la carta como estuve tendido junto a ti aquella vez en el bosque”
Kafka a menudo se muestra preocupado por que vaya al médico pero el que echa sangre por los pulmones es él: se está muriendo y lo sabe. Ha encontrado una peculiaridad en ella, que “no he encontrado en nadie más y que no puedo entender bien, pese a haberla encontrado en ti. Es tu incapacidad para hacer sufrir”.
No es poco. Esto no significa que no le haga reproches, a medida que las cartas avanzan la va tratando como a una niña, algo que no suele caerle mal a una mujer de 25 años: “Qué falta de penetración psicológica, Milena. Siempre lo he dicho. Y bien.” O que no haya pasajes cómicos como el referido a la obesidad del novelista Werfel: “¿Acaso usted no sabe que sólo los gordos son dignos de confianza? Sólo en esos recipientes de paredes gruesas y- como dijo alguna vez alguien-, sólo ellos son útiles a la Tierra como ciudadanos del mundo”.
Milena en la nota que a su muerte escribe en un diario lo ve muestra como alguien "demasiado sabio para vivir, demasiado débil para luchar, de los que se someten al vencedor y acaban por avergonzarlo."
No
sé si Milena captó a Kafka, ella misma pudo ver que no se sometía a un vencedor
que no tenía nombre. Era un hombre del origen: el mundo debía reiventarse de
nuevo con él. Había vencido de antemano, sólo de eso estaba seguro. Ella quería cambiar de vida, para él se trataba ante todo de
cambiar de muerte como punto de partida algo insoportable para los que creen estar dos pasos adelante y uno detrás de la felicidad
humana.
¿A quién están aliadas las mujeres en la obra
de Kafka? Silencio sepulcral de los especialistas. Fue el escritor del pecado original: el asunto es que Eva vio hermosa
la manzana y se la mostró a Adán. Llegamos a la frase decisiva: “Jugar con ella
no estaba permitido sin duda, pero tampoco estaba prohibido”.
Es
esto lo que la humanidad no puede representarse y se limita- volviéndose “progresista”-
a sustituir la manzana por la píldora de la reproducción.
Kafka trabaja en cambiar la muerte cambiando de muerte, esto supone un arte, sabe que se la termina prefiriendo porque iguala. Milena en cambio es la vida misma vivida con toda intensidad. Ahí de produce un choque y un efecto de creación, el amor surge de ese entre dos, tenemos el mismo lamento, escribió Kafka, como si hubieran comido las mismas uvas silvestres, jugado con la manzana.
Kafka trabaja en cambiar la muerte cambiando de muerte, esto supone un arte, sabe que se la termina prefiriendo porque iguala. Milena en cambio es la vida misma vivida con toda intensidad. Ahí de produce un choque y un efecto de creación, el amor surge de ese entre dos, tenemos el mismo lamento, escribió Kafka, como si hubieran comido las mismas uvas silvestres, jugado con la manzana.
Aquí divergen las aguas, no pulsan el mismo
tiempo, ni tienen los mismos amigos, Kafka está sólo, Max Brod pese a su buena
voluntad no logra captarlo. ¿Qué pensaría Milena cuando Kafka le hablaba de su
lugar en el Arca o "me llega algo del aire que se respiraba en el paraíso antes de la caída?"
La comunión entre ellos tiene lugar en una infancia retrospectiva, el futuro hombre- mujer no les está prohibido aun si les está permitido.
La comunión entre ellos tiene lugar en una infancia retrospectiva, el futuro hombre- mujer no les está prohibido aun si les está permitido.
Ella
estaba inmersa en su tiempo y el retornaba al origen para deplazarlo porque
sabía que si bien escribía en alemán no estaba en su lengua, no tenía ninguna
lengua y era peligroso que un judío hablara alemán. Kafka no habla a favor de
los judíos en general porque no son todos iguales: "A veces desearía amontonar a todos los judíos incluyéndome
a mí en el cajón de la ropa sucia para ver si se asfixian todos..."
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