- 09/07/13
Las palabras del vértigo
Luis Thonis propone en “Milagro infame” una serie de relatos donde despliega una gran artillería verbal.
Milagro infame de Luis Thonis es un libro que va solo. Que no
se codea, que no guiña, que no busca armonizar en la postal monocroma de
gran parte de la literatura que se escribe hoy en la Argentina. Un
libro a contramano de la época que nos ha tocado en suerte. Un libro en
contra de su tiempo, o sea. Anacrónico, en el sentido mureniano. Un
libro que, como los de Murena, dicen lo que no hay que decir, lo que no
se debe decir. Lo que la época (las jaulas, los fórceps, los chalecos
doctrinarios de la época: el Dictum ) no quiere que se diga. Un libro
contra el que, inevitablemente, chocan y rebotan los zombies de la
época, sin poder entrar.
Para leer los relatos de Milagro infame
hay que salir, entonces, de las lecturas de Procusto (Procusto, el
bandido aficionado a cortar o estirar extremidades –pies, manos, hasta
cabezas– para que los cuerpos coincidieran exactamente con su lecho);
hay que salir de la cárcel de la ideología, del pattern de lectura
aplicable –siempre mecánicamente, “inteligentemente”, “políticamente”– a
todos los libros, esa silla de ruedas que generosamente nos legó la
“generación de granito”, para decirlo con Luis Thonis. Del pasado, hay
que salir, del pasado y la buena conciencia. De lo viejo. Hay que ser
joven para leer Milagro infame . Hay que soltar las taras. Y escuchar.
“Se
ha renunciado a la vida grande cuando se renuncia a la guerra”, decía
Nietzsche. Este es un libro de guerra, agonal. Estilísticamente, sobre
todo. Pero también en otras cosas, en otros terrenos. Relatos
vertebrados por un clasicismo bellamente autista, soberano. Nada que ver
con las prosas prolijas, correctas, “bien” escritas, que acunan
nuestros días de literatura argentina contemporánea. Nada que ver,
tampoco, con las imposiciones maniqueas de la normativa, con las
sentencias de los tribunales sintácticos. Fuera del tedio, de los
vanguardismos gagás. Contra la lengua única y policial del Bien. Contra
el vaciamiento del sujeto. Contra la cultura de los “zartistas”
(concepto de la máquina Thonis, que dialoga con el de los
“artistócratas” o los “rebelócratas” de Philippe Muray), que aparece
retratada en el último relato, una sátira orwelliana, demoledora, por
momentos desopilante, que da título al libro. Allí Thonis despliega toda
su artillera verbal. Quema las naves, las prende fuego. Con él adentro.
Se inmola, como aconsejaba Leónidas Lamborghini. Un relato dentro de un
relato. Una novela distópica, alegórica, fuertemente política, que
postula un mundo –más real que el real– en donde nadie “se atrevía a
abrir la boca, salvo para repetir que todo iba bien” y en donde “lo
único que seguía siendo tautológico era el horror”. Un juego de
inversiones, dobleces y torcimientos en donde los modelos santificados
terminan revelando su propia caricatura. “Los poetas verdaderos son los
que devuelven las palabras al vértigo, quitándoles el peso culpable que
llevan consigo”, dice el tío Roberto en “La sobrina de Bacon”. Luis
Thonis es uno de ellos.
Revista Ñ, Clarín-
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